Expresiones de la Aldea, La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

DONDE NADIE TE ENCUENTRE

Por Gabriela Pereyra

Akiko recorre las habitaciones de su casa. Con la mano roza los objetos a medida que se desplaza. Tal vez, en las yemas de los dedos pueda guardar sensaciones para cuando ya no esté.

Todos duermen. Su hija y su hijo están en el cuarto, de puntillas entra, los arropa y se inclina para darles un último beso. Despacio, una vez más seca sus lágrimas. El teléfono vibra. Ya es la hora. Toma la pequeña maleta que escondió hace semanas, y sale. Afuera un auto la espera. Akiko se evapora.

Ichiro se ha quedado hasta el final limpiando los trastos sucios en la cocina de su restaurante. El agua corre mezclada con el detergente y la espuma gana espacio. Las manos del hombre lavan de manera automática, pero, pese a eso, las siente sucias. Como puede, termina.

Ordena metódicamente el lugar. Sobre el muro derecho del negocio, iluminado a medias, hay colgado un retrato familiar con su padre y su madre en el centro, los rodean cuatro hijos, integrantes de la tradicional familia. El teléfono vibra. Ya es la hora. Cuelga la mochila en su espalda. Afuera un auto lo espera. Ichiro se evapora.

Akiko significa “mujer que brilla con luz propia”. Sin embargo, en los 17 años de matrimonio, esa luz ni alcanzaba para chispa.

Su marido se volvió violento y el infierno fue en aumento, pero en la cultura japonesa no está bien visto hablar de eso, y mucho menos denunciar. Soportar se vuelve un deber.

Pese a ello, algunas veces tomó coraje e inició denuncias que terminaron con alguna autoridad pidiéndole al marido que “por favor pida disculpas”, como si eso fuese suficiente.

Así que, con el último impulso, y los dolores aun presentes en cuerpo y espíritu, decidió lo que millones de personas eligen en Japón, a veces con ayuda de empresas de mudanzas nocturna: desaparecer, empezar de nuevo.

Aun con la culpa y la vergüenza persiguiéndola no arrastró a sus hijos en la decisión. El suburbio al que fue a parar, que no existe ni en los mapas urbanos, pese a todas las ausencias, le permite sentir “que brilla con luz propia”.

Ichiro significa “primer hijo”. Y eso es lo que él es. Con todo lo que eso representa en la cultura japonesa. Simboliza que ese hijo no tendrá sueños propios si sus padres deciden, por ejemplo, que debe hacerse cargo del negocio familiar. Ichiro lo supo y con los años esa mochila se hizo gigante.

“Desaparecer silenciosamente”, por Michael Vincent Manalo.

Todo empeoró cuando comprobó que, aunque estuviera signado a seguir con el negocio, sus habilidades “no eran honorables”.

Sentía en los gestos y palabras la decepción con la que lo miraban y el apellido mancillado porque el restaurante no era el de otros tiempos.

Prefirió esfumarse antes que suicidarse. Su nueva vida en un cuarto reducido, precario y con lo indispensable, tenía un sabor que nunca logró ni en sus platos: se sentía propio.

Johatsu es el nombre de un fenómeno que empezó en Japón en los años 60. Desde los 90 cien mil personas por año eligen desaparecer de su vida actual y empezar de nuevo sin ser encontrados. El término significa “evaporación”.

Las presiones socioculturales relacionadas al trabajo, lo económico, la vergüenza, la culpa y el honor, están entre los principales factores que arrojan a tantas personas a esa decisión.

El barrio de Sanya, en Tokio, y el de Kamagaski, en Osaka, son destinos populares de los ‘evaporados’, el nombre ni se refleja en mapas.

Salir del sistema no es tan complejo porque hay leyes que lo avalan. Esto no los pone a salvo de nuevos peligros, porque hay organizaciones criminales que aprovechan esas venias legales.

Esta necesidad fue captada por empresas, más o menos cuestionables en sus métodos, que se denominan “empresas de mudanza nocturna” dedicadas a ejecutar las desapariciones.

Una de ellas, Night Time Movers (“mudanzas por la noche”), se especializó en cargar los muebles y las pertenencias de una persona en la noche y ayudarla a reiniciar su vida desde el punto de vista logístico. En otras partes del mundo se han activado sistemas similares ante la necesidad de evaporarse, pero en Japón es más fácil.

Las leyes de privacidad japonesa blindan a los johatsu y les dan la posibilidad de cambiar de nombre, dirección y vínculos profesionales sin revelar la nueva identidad a terceros.

Sólo la policía podría tener acceso a estos datos sellados si demuestra que son pertinentes en una investigación criminal. Si la persona informa los motivos de la decisión a las autoridades ya es suficiente. Los legisladores respetan por encima de cualquier otra consideración el derecho de una persona a desvanecerse.

La desaparición voluntaria en Japón es un tema tabú y en muchos casos los allegados rehúsan denunciar y sobrellevan en silencio el peso que les dejó el que se fue.

Akiko e Ichiro no se conocen, pero eligieron lo mismo, una vida invisible. Desaparecer, evaporarse. Por allí, tantos más deseando lo mismo, un lugar donde nadie te encuentre.