BITÁCORA DE PANDEMIA
Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia
Luis Pedraza es trabajador del Estado en Melilla, España y desde allí reflexiona en su cuaderno: El espíritu de la DELACIÓN anda suelto. Orwell se quedó corto, a su Gran Hermano le faltó hipocresía.
¿Qué le pasa a esa gente que grita desde su ventana a los que van por la calle? ¿Complejo policial? Pepitos Grillo balconeros que llaman la atención con malas formas, lo mismo a un padre que, por necesidad, pasea a su hija autista, que a un A.T.S que vuelve del hospital, que a cualquiera sin saber sus circunstancias…
No ha hecho falta que el Gobierno pida colaboración para que algunos saquen el chivato que llevan dentro. Serán los mismos que censuran en las redes a base de comentarios zafios, solo que ahora, en lugar de tras el ordenador, permanecen agazapados en el balcón.
La verdad es que es tentador, el otro día salí a comprar y cuando me descubrí en la calle me dio la paranoia y subí corriendo las escaleras para insultarme a mí mismo desde casa. Pero es un 5° piso y cuando llegué a la ventana yo ya no estaba abajo.
Como no me vi en la calle, aproveché y le grité a un colega: ¡VAYA PERRO FEO! Debían ser como las ocho de la tarde y todos los vecinos salieron a aplaudirme. Fue mi momento de gloria pandémica.
De todas formas, si tenéis hijos no es aconsejable hacerlo, algo tan abyecto debería prohibirse a los menores. En la novela “1984” eran los niños los denunciantes más implacables, capaces incluso de incriminar a sus propios padres.
Paola Ponce es abogada y hoy habita en Mendoza, sus miradas hacia lo que se vive relatan: principalmente esta pandemia ha llevado a la gente a encontrarse con la familia que reside. He reflexionado sobre el paso del tiempo y la vida. Principalmente en la forma de vida que tiene uno y la mirada sobre el día a día.
Este tiempo ha sido inimaginable ni en las mejores películas de Spielberg.
La capacidad que uno tiene para olvidar que la vida es cada pequeño momento y que esta pandemia tan larga inesperada, nos lleva a entender que un día todo puede cambiar.
Variados gestos y acciones me llamaron la atención: las mezquindades de la gente que por no contagiarse acusa y hostiga al que lamentablemente se contagió, y luego lo persigue gracias a la ayuda del celular comunicándoselo a todos cuantos tiene cargados en su agenda de contactos.
Y por otra parte me emociona la gente que colabora y sale ayudar al otro poniendo en riesgo su vida, sus hijos, su familia, gente que se involucra silenciosamente con todo el personal de salud, a quienes les debemos un abrazo.
No seremos mejores. Noto con gran decepción que no nos hemos llenado de añoranzas y deseos de vernos. Nos hemos llenado de miedos y angustia.
Y para muchos esta situación ha servido para agrandar su egoísmo. En conclusión, considero que todos que somos las mismas personas y que según la mirada que tenemos de la vida es como hemos reaccionado a esta pandemia.
Desde Villa La Angostura Ariel Domínguez se define como periodista independiente por vocación y comerciante “para satisfacer esa maldita costumbre de comer todos los días”: “como comerciante miro la actualidad pandémica con una mirada particular, me propuse una economía de subsistencia, es decir flotar hasta que haya nuevos vientos, si pude flotar significa que no me hundí, que sobreviví, el objetivo es llegar vivo a diciembre y luego ver qué objetivo nos planteamos. No son tiempos de buscar la ganancia en el comercio.
Sobre si seremos mejores creo que lo único que va a cambiar es que vamos a ser menos. Los que teníamos una vinculación con el bien nos vamos a vincular de manera especial hacia ese lado y los que estaban del otro lado, van a vincularse más con ese lado.
Los buenos van a ser más buenos y los “garcas” van a ser más “garcas”.
Vi el síndrome de la gallina en el gallinero, las que más cacarearon no eran las que más hambre tenían. Es decir, la gente de mayor poder adquisitivo fue la que se vio con el tupé de salir a exigir cuestiones con marchas, cuando para ellos la protesta callejera siempre fue una molestia, no los critico, es el derecho a manifestar, pero espero que no se vuelva exclusivista.
Las organizaciones sociales y su solidaridad fueron las que salieron, por lo menos aquí a prestar ayuda y dar una mano.
Què bueno saber que cada persona piense desde su lugar o su parecer lo que puede dejar la pandemia. Aparte que cada uno puede ser el Gran Hermano de Orwell , pero es bueno que aflore también la generosidad y empatía. Será el bueno más bueno y el malo más malo , al final?
Dios quiera que todo sea para mejor!