BITÁCORA DE PANDEMIA
Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia
La Opinión/ La Voz del Sud
Paula es docente y artista plástica de San Luis, en su cuaderno de bitácora escribe: en la experiencia con la pandemia y con la situación de estar en cuarentena, muchas cosas fueron pasando y me fueron pasando. Mucho aprendizaje y descubrimiento. Entre lo más importante, rescato el entender la importancia que tiene el estar con otros, conectarse con otros, el peso que la socialización tiene, para la felicidad y para sentirse más plenos. Porque pensemos que sin relacionarnos con otros esto se trataría sólo de sobrevivir. Comer, estar en la casa, (si se la tiene), con ese resguardo, dormir. Si bien se pueden hacer muchísimas cosas como leer, enriquecerse, ocuparse de uno, pero igual lo veo como supervivencia, porque la sensación de plenitud y del disfrute de la vida tiene mucho que ver con el compartir con otros, con los amigos, con los afectos, con los compañeros de trabajo, lo gregario es muy fuerte. La virtualidad ayuda, es un mientras tanto, pero no reemplaza a lo presencial. No es lo mismo una reunión por Zoom o una mateada por Zoom, que una mateada en la casa de alguien, o compartir en el campo. El encuentro físico y lo social que viene con eso, no se reemplaza. Eso es algo que en todo este proceso que vivimos se hizo muy presente, y muchos tomamos conciencia de esa importancia y de lo que se siente cuando nos quedamos sin eso.
Otra cuestión sobre la que he reflexionado es como casi inmediatamente todo este contexto pandémico puso de relieve y acentuó las desigualdades sociales y las materiales. No es lo mismo sobrellevar todo esto en una casa donde cada uno tiene su habitación o espacio que en lugares comunes que no se negocian, que no hay opción porque es lo que hay, eso con el paso de los días traen roces, agotamiento. Lo mismo que tener un lugar a donde salir, llámese patio con algo de verde o al menos un balcón que sentir el encierro como total. Y ni hablar de las personas en absoluta vulnerabilidad que no tienen ni el mínimo o básico resguardo.
En la bitácora de viaje en pandemia del poeta Darío Oliva el 26/VIII/’20 se hace presente su catarsis en poema, un texto dedicado a su abuela, también poeta, Silvina Avalle.
Viento ceniza, cielo de baldosas rotas. Pedaleo contra el tiempo para volver atrás, a los comienzos. Vos estarías en casa preparando el mate o el almuerzo o la cena, o los poemas que escribiste cuando Dios sonreía. La calle es larga, como dibujada con tiza. Presto atención a los semáforos pero el barbijo empaña los vidrios de mis anteojos. La oscuridad no tapa el humo. Hoy pienso menos en leer que en corregir lo hecho como si el techo de la voz fuera un surco caótico que reescribí furioso o anémico o entre botellas de vino. Llego al departamento. Los muebles mal apiñados crujen su encierro. Cierro los ojos y fumo. Ya no dialogo ni con relojes ni espejos. Pero sí con vos a través de los recuerdos. Viento ceniza y cielo de baldosas rotas. Es lo que puedo apresar ahora. Y lo que me encierra.