Sylvina Tapie-04/07/2021
Mi nombre es Sylvina Tapie, nací el 18 de febrero de 1976 en la provincia de Buenos Aires, mi mamá y mi papá, abuelos y tíos vivían en el barrio de la fábrica de Mercedes Benz, toda mi familia giraba en torno a esa empresa laboralmente hablando. Después nos fuimos a capital, sufrí mucho ese cambio, a los 6 salía sola en bicicleta, disfrutaba de la naturaleza, los amigos. La sensación con siete años de vivir en la ciudad fue de encierro.
A los 9 años formé parte de un grupo, como de scouts, que hoy me doy cuenta que era un grupo feminista, de mujeres completamente empoderadas en los que también pude explorar mi rol de líder que es parte de mi personalidad.
En mi casa éramos 3 hermanas. A los 11 años un profesor de teatro se me acercó para ofrecerme clases, me anoté en ese taller y la primera vez que actué fue con un texto mío, empezó un interés por el teatro que nunca se cortó, comencé en el Celcit, una escuela importante paralelo al secundario. Cuando terminé decidí anotarme en el Conservatorio de Arte Dramático, era muy complejo entrar, me acuerdo que me inscribí en abogacía por las dudas no entraba al Conservatorio.
Me recibí con el mejor promedio, lo que me habilitaba trabajar en el teatro San Martín, fue una época política muy compleja a fines de los 90, los proyectos estatales se cayeron, nunca se concretó mi beca, seguí estudiando con maestros en Buenos Aires hasta que a fines del año 2000 me contaron de Merlo, y decidí armar un bolso y venirme para dejar atrás esa sensación de no realización.
La idea era irme de Buenos Aires, creía en ese momento que si el precio era abandonar el teatro, estaba dispuesta a hacerlo. A los tres días de estar en Merlo me convocaron de la escuela de arte de Santiago Besso donde había tres días para reformular un trabajo que había quedado sin coordinación, replanteamos toda la obra y fue el grupo que ganó la bienal de arte de ese año. Me convocaron de Juvennat para armar un programa de televisión de Ecología para niños, una obra de teatro de prevención al alcoholismo, un proyecto de murga en el barrio San Agustín, proyectos que perduran.
Con estos proyectos hubo que ponerle nombre a lo que estaba pasando, le pusimos un nombre provisorio que era “EsceNativa” porque nos parecía que la escena era nacida en todas las tierras. Inmediatamente después de esos proyectos participé de las convocatorias de las BAS XXI, donde llevábamos a cabo el proyecto para brindarlo de manera gratuita, para treinta personas inscriptas un cupo alto pensando que luego bajaría pero llegué a fin de año con las 30 personas que cumplieron con todas las consignas.
Con la formación de estos grupos se conformó la compañía, hace veinte años que soy la directora artística de este grupo de teatro con quienes compramos un terreno para construir un espacio cultural, ya que habíamos trabajado durante diez años en el Cine Teatro Amigos de Merlo, que por suerte volvió a ser recuperado.
Antes de irnos hicimos un festival nacional de teatro donde participaron seis países, con 250 espectadores por noche, fue una experiencia enorme para la sociedad. La compañía terminó formando un espacio escuela, formamos actores y esa es mi actividad principal, tengo grupos de entrenamiento de diferentes niveles y edades, también soy docente de teatro en Los Molles, tengo grupos hermosos.
En el rol de directora tengo elencos con los que ensayo obras que van teniendo diferentes proyecciones, unas son para hacer temporada de turismo, otras son de pura investigación para presentar en festivales.
En mis tiempos libres hago más teatro, escucho Sting, Spinetta, Ceratti, Banda los chinos, Marilina Bertoldi, trato de conectar con la naturaleza, con mi casa, mis plantas, ir al arroyo, compartir con amigos, con las personas que quiero, principalmente con mi hija Hannah y con Hernán, mi compañero con quien comparto la vida muy felices, desde hace veinte años.
En este momento de la pandemia la estamos remando más que siempre, el teatro independiente es algo que cuesta sudor y lágrimas. Estrenamos una obra de teatro por streaming tratando de adaptarnos, la compañía siguió dando clases virtuales, se siguió ensayando de manera virtual, se estrenó de manera virtual y en cuanto se pudo volver a la presencialidad con protocolo, pudimos estrenar una obra de teatro en la que podíamos meter muy poquitos espectadores.
Como dato importante ganamos la fiesta provincial del teatro con la obra “Rodajas de mí”, con la actuación de Rocío Spinelli y donde obtuve la mención a mejor directora y representaremos a la provincia a nivel nacional.
El teatro no tiene comparación, el espectador y los actores se juntan en una ceremonia a compartir una experiencia única e irrepetible, ninguna función es igual a la otra y se trabaja con la energía que existe en ese momento. Es un arte único y eterno, no creo que corra riesgo de extinción porque es necesario, es el lugar donde también se refleja la civilización.