Berta Kiara Frisa-22/08/2021
Mi nombre es Berta Kiara Frisa, nací el 4 de julio de 1972, me crie en Lanús. Mi niñez fue un poco loca, no conozco a mi padre biológico. Era un niño raro porque me gustaban las muñecas que en casa no había, por suerte llegó mi hermana y comencé a disfrutar. Siempre cuento que me regalaban unos autitos Duravit y que más allá de jugar como un nene, los usaba de patines. Era mi forma rebelde de pedir que no me regalen más autos.
Cuando nací me llamaron Roberto Miguel, era mi nombre anterior del que no queda ni rastro. A los ocho años me dediqué a trabajar en una panadería donde Don Francisco me enseñó a trabajar, aprendí lo que era la vida fuera de la casa.
A los catorce años me fui de casa, por una decisión de ambas partes, mi madre me dijo que si no me gustaban las cosas, que me fuera. Mi padrastro hacía bolsas de arranque de polietileno.
Hace veinte años vivo en la provincia y no tengo mucha relación con ellos. Soy peluquera, masajista y depiladora. Mis inicios al transitar mi sexualidad fueron terribles, me han bajado de muchos colectivos y después una paliza venía seguro, fueron momentos muy fuertes por ser un gay que se mostraba tal cual.
Siempre digo que las mujeres trans de mi edad les hemos allanado tanto el camino a las chicas de hoy, porque sufrimos mucho, ellas no tienen ni idea de lo que pasamos, igual todavía hay mucha discriminación. Entre otras cosas, nos pegaban por ponernos jean ajustados, somos sobrevivientes sin duda.
Hay personas que me han ayudado, como mi abuela, una vecina, y mi primera maestra, yo tenía cinco años y para la señorita Cristina yo era su alumno “especial”. En quinto grado la tuve de nuevo y ella se daba cuenta, y me decía que me sería difícil, que trate de ser feliz, que viva a pleno.
Aspiro a ser concejal de Merlo, estoy quinta en la lista de un equipo hermoso y del que estoy orgullosa. Creo que puedo hacer mucho por el colectivo, tengo una asociación civil que se llama “Puertas Abiertas”, que trabaja por el colectivo LGTBIQ+, e intenta hacer algo por los más vulnerables.
Trabajo en un hotel de moza, tengo un plan social y un merendero. Fui elegido el mejor camarero de Merlo hasta que me hice las lolas, no podía trabajar de moza porque tenía pechos, fue muy loco el antes y el después de ese momento.
Hoy tengo DNI, llevo una vida totalmente de señora y amo esa palabra, pero costó mucho. Sufrí mucho la discriminación del porteño que viene a Merlo, no del merlino. Muchos vienen y se olvidan de donde vienen y quieren que acá no pasen cosas que pasan allá. Yo vine a vivir mi vida tranquila.
Es muy difícil formar una familia, una historia de a dos, siempre nos pasa que somos historias a escondidas. Estuvimos enamorados con Gastón, mi pareja, que ya falleció, me encantaría encontrar otro Gastón, pero las personas no se repiten.
Él siempre me decía que yo tenía que luchar por ser feliz y hoy soy feliz y orgullosa de ser quien soy. Puedo hacer muchas cosas, de hecho el frente de casa lo levanté yo con pircas, ahora quiero hacer una parrilla.
De repente me pongo a tejer, me gusta dedicarme a la casa, donde vivo cuido y me gusta mantener el orden en el gran parque que tengo, me gustan las plantas. Me gustan las películas, las series desde la compu, amo andar en moto, me gusta viajar. En su momento leí todo de Coelho, y me gusta la música vieja.
Creo que podría aportar en lo turístico, el turismo gay está muy virgen todavía, siempre tuve esa idea. En gastronomía tengo veintiséis años de experiencia, fui a España a estudiar Gastronomía con orientación psicológica.
Mi abuelo me regaló una tijera de cortar el pelo con punta redonda, fue algo que marcó mi elección de ser peluquera. Mi abuela siempre me dijo que dudara de todo, la mejor manera de aprender, mis abuelos marcaron mucho mi vida, mi madre y mis padrastros no, porque nunca compartí su forma de vida, y con mis hermanos tampoco tengo vínculo. Hubo dirigentes políticos por quienes hoy quiero hacer política social, que es la que más me gusta.
Soy albertista porque me gusta mucho su mirada futurista, ve mucho más allá y muchos lo entienden después.
Hice el servicio militar, obligada pero lo hice, me pegaron mucho y logré que me respetaran, estuve en la calle, comí de tachos de basura, todo lo he superado y construí esta persona que soy.
Un momento feliz fue cuando me dieron mi DNI, otro cuando me dijeron que iba a ser candidata, cuando peleé por el cupo laboral trans que se aceptó y estuvo bueno. Intento ayudar sin tener un teléfono para sacarme una foto, tener las puertas de casa abiertas para quien lo necesite.
En 1982 tenía diez años, fue muy fuerte ser una mariquita. La vida misma ha sido una superación permanente, llegar viva hasta acá, sin deberle nada a nadie, segura de mí misma, sin hacerle mal a nadie, ser una mujer y que me llamen señora, el obstáculo más grande ya lo superé.