Expresiones de la Aldea

Don Benito

Por Valeria Franco

No creo en Dios 

Y él lo sabe. 

Se lo digo en cada charla nuestra donde solo yo hablo con los ojos. 

Menos creo en los santos

Pobres diablos terrenales, a los que se les atribuye el peso de todos los milagros esperados por una humanidad entera que necesita seguir sin ver. 

Y como los muertos no hablan, ninguno ha conseguido evadir semejante tarea encomendada. 

Pero hay un santo que nombro, don Benito, el “don” se lo agrego yo, como para humanizarlo un poco, como él se merecería. 

Alguien me dijo que es un santo guardián. Aunque algunos le confieren el poder de cuidar ante las tentaciones, la fiebre y vaya a saber qué más. No me conviene adentrarme en su historia de cristiano si quiero conservar su amistad, yo sé que no. 

Porque yo me inventé un San Benito, que protege las casas, y en mi puerta cuelga su imagen. Mirando hacia afuera, casi por la mirilla si pudiese ponerse de puntas de pie. 

Da la espalda a esta casa atea. Y su espalda no tiene alas. Los santos no vuelan, pero suelen tener espadas.

En esta casa los demás santos vienen por añadidura en alguna bolsita de sahumerios comprados en la calle, o en los abecedarios mudos de manitos que hablan. 

Pero él se ganó su lugar de protector de un umbral que arde. 

Y adentro el aroma es a tierra mojada, en las cuatro estaciones y a jazmines invasores solo en cada primavera.

San Benito de Nursia y San Marcos, tríptico de Giovanni Bellini. Frari (Venecia).