EL FUEGO DE LA VERDAD
Por Alejandra Etcheverry
Cuentan que en Benarés, había un pequeño pueblo agricultor, recorrido por un riacho fresco y con una modesta plazoleta central.
Un pueblo como muchos pueblos, donde los hombres trabajan de sol a sol y las mujeres atienden la casa y crían a sus niños.
Será por eso que apreciaban tanto a su Bhagan ciego, que todas las tardes, los rescataba del hastío, de la rutina, para contarles junto al fuego de una hoguera mansa, sus historias.
Historias muy bellas, que llenaban el corazón de esas buenas gentes y los transportaba al Sutí de las Maravillas, donde todo es posible.
De todas esas historias, solo una repetía el Santón y esta pequeña historia, ni la más rica, ni la más pobre, era la preferida de aquellos que con cotidiana sorpresa lo escuchaban. No tanto por el relato ya conocido, sino por los matices ocultos que el maestro sabía cincelar en la mente de cada uno de sus oyentes.
Y así fue que el ciego repitió esta historia para aquellos que a su vera lo miraban con el corazón.
“Cuentan que un peregrino, desde épocas remotas, recorría los áridos desiertos y los fértiles valles, las profundas quebradas y los imponentes picos, en busca de la esencia de la vida, aquello que es inmutable y permanente, conocido por muy pocos y al que dieron en llamar El Fuego de la Verdad.
Muchas penurias y sacrificios había afrontado durante su incesante caminar, y, a pesar de nunca haber logrado su objetivo, no se apagaba en él el calor de la esperanza, esa otra llama que mueve lo perecedero.
Es así que sus pasos lo llevaron hasta la rivera de un fresco torrente, donde con la aparición de las primeras sombras, pudo calmar su sed y encontrar sereno refugio bajo un cielo sin luna hechizado de estrellas.
Estaba ya pronto a conciliar el sueño, cuando vio arder suspendidas sobre las aguas, las llamas imponentes que con sus colores variables parecían envolverlo todo sin consumirlo.
Maravillado ante tal espectáculo quedó absorto ante el éxtasis de esos jirones de tonalidades que danzaban en torno suyo.
Pero una duda lo sacudió en su arrobo, para enfrentarlo ante aquella extraña maravilla.
– El Fuego de la Verdad es la esencia de lo inmutable -se dijo – Entonces ¿Cómo podía danzar y cambiar sus colores de aquella manera?
Se convenció de que esto no sería más que una ilusión y decidió terminar con ella cuanto antes.
Tomó el agua que corría por debajo de la flama y quiso, sin éxito, extinguirla.
Una voz desde el corazón de la misma le replicó:
-‘ El Fuego de la Verdad no se extingue’.
Se irguió sobre sus plantas y con la firmeza de los pasos recorridos dijo:
-¿Cómo puedes ser tú El Fuego de la Verdad si tus colores danzan en torno a mí? ¿Cómo puedes ser la esencia de lo inmutable si tus llamas no cesan de cambiar sus formas?
Una luz intensa pareció propagarse sobre el paraje y la flama contestó:
-‘ Hijo mío, no es mi esencia la que cambia, sino tus ojos que la están mirando’”.
Y con estas palabras, el viejo Bhagan ciego acercaba sus manos al fuego que parecía responderle desde sus entrañas.
Muchas gracias!
Que linda maestra Alejandra muy Bello su narración aunque tengo que estar con un diccionario porque hay palabras muy elegantes y de gran valor que hacen que su escrito sea más elegante bello
Es el fuego de tu verbo
y la verdad de tu paleta,
eres…, sos la flama que alimenta
tu pluma de la a a la Zeta.
El Fuego de la Verdad da color a todo lo que nos rodea y luz al entendimiento para apreciarlo. Pintura de gran sentido espiritual.
Ale que buen cuento, qué profundo! Tu pintura sin palabras… Abrazo ♥️
La profundidad del relato y la belleza de la obra exceden la llama y encuentra La Verdsd en la mirada del alma que la mira. Esa verdad es SU verdsd no la de la llama Es la subjetividad de cada quien que entre alma y corazón hacen cristal con la mente y ve lo que puede ver…. quizas solo aquello que está preparado para comprender y aprehender de la llama que es la vida misma