Por Stella Maris Nicotra (*)

El auto era minúsculo para llevar tanta ansiedad junta. No cabía un alfiler más. Y sentir que éramos felices con tan poco. Éramos los protagonistas de esa ruta que se detenía por el estado del vehículo y el equipaje. Entonces empujábamos y buscábamos una sombra, las luces eran bajitas y solo nos acompañaba el atardecer naranja, las ilusiones rojas y los sueños, todo en un mismo asiento.

No importaba nada. Ya nos habíamos ido.

Al llegar nos hacíamos un rollito de tantos besos, aprovechando cada espejo de agua para amarnos. La crecida del río nos ocultaba y el ruido inmenso nos cubría como una cortina cómplice de pasiones.

No eran tantos kilómetros pero aparecíamos en el fin del mundo al lado de una balada y el fuego. Brillaba el silencio y entonces bailaban los ecos de las risas ¿Adónde irían, con qué destino?

Todo quedo embalsamado ahí y en mi retina.

No importaba nada porque ya nos habíamos ido.

(*) Soy Stella Maris Nicotra. Nací en San Luis el 26 de octubre de 1974, hija de padres militantes y trabajadores. Cursé mis estudios en la escuela Normal Mixta Juan Pascual Pringles, inspirada a la lectura y escritura por la profesora Barón y la profesora Miriam Lacreu. Estudiante de derecho en curso y amante de las letras y del canto dirigido por la profesora Alicia Rotondó de Aman, quien nos encaminó a amar el arte desde pequeña, participé de obras en homenaje a mi provincia. En la obra: “Los ojos del viajero”. Participo actualmente, y desde el 2019, del taller literario dirigido por la profesora Viviana Bonfiglioli en el Centro Cultural José la Vía.