Anorexia y opresión
Cada espacio en el que nos disciplinan con imposiciones, mandatos y violencia es un territorio de lucha para nuestros feminismo
Para y por U.B
Por Majo Corvalán
Hace un año me enteré que una niña, ahora adolescente, a la que quiero mucho y conozco desde muy pequeña estaba luchando contra la anorexia.
Sentí el impulso de decirle que no cayera en las trampas del patriarcado, que ella sabía sobre la opresión y que no olvide que es una jóvena de esta generación, una bisnieta del feminismo. Por suerte decidí escuchar en vez de bajar línea y me di cuenta que no le faltaba teoría, sino fuerza para sobrevivir en este mundo hostil y violento con nosotras, con nuestros cuerpos, pero también nuestros sueños y anhelos.
¿Qué significa en el día a día tener un cuerpo normado? Gustar, ser definida como linda, poder ser amada, conseguir el trabajo ideal, y poder entrar en cualquier lado con cualquier ropa sin preocuparse por miradas inquisidoras.
Pero para combatir lo demás, o sea a las demás, Instagram se ocupa de tener miles de cuentas que enseñan a preparar jugos detox, a ejercitar los glúteos para que sean del gusto de los varones, a dejar de comer para ser flaca, y a someterse a cirugías tortuosas para tener tetas y narices idénticas.
Según un informe desarrollado por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y la consultora Voices, el 27 por ciento de las personas en Argentina siguen las dietas y los tips que les recomiendan sus instagramers sobre alimentación y aumenta a un 35 por ciento cuando el rango etario es de 16 a 29 años.
Hace unos meses “Mujeres que no fueron tapa” impulsó en Instagram la frase “hermana, soltá la panza”, para que en las vacaciones ninguna más se dejara el short o la remera puesta para tomar sol o meterse al agua solo por vergüenza. Muchas mandaron fotos de cuerpos no hegemónicos en bikini disfrutando a pleno, pero otras tantas no pudieron. Porque no es lo mismo para todas, porque no todas pasamos por lo mismo, ni nos recuperamos de la misma forma.
Entonces, se espera que seamos de una forma y si no lo somos se espera que lo afrontemos de la misma forma.
La opresión quizás es fácil verla en la imposición permanente. De las mujeres se espera que seamos buenas, que amemos los niños de todo el mundo, y se nos exploten los ovarios de las ganas de maternar. Que seamos educadas, calladas, cumplidoras, honestas y fieles. Aunque también, debemos ser una santa en la casa de los suegros y una puta en la cama.
Piolas (no con otros), agradables (no tanto) y lindas.
Peluquería, uñas, ropita sexy y buen lomo. ¿No? ¿Así se dice? Cómo si se tratara del corte de carne que se van a comer. Mientras buscamos ser aceptadas se nos va la vida y tratando de que no nos importe también.
Hace unos días vi en la playa a una mujer de unos 30 años con un nene chiquito a quien cuidaba sola. Llegó cargando el andador, un bolso lleno de cosas infantiles, una lona y una botella de agua que se veía helada. Venía con un vestido corto y suelto. Cuando al fin acomodó al nene y todo lo demás se sacó el vestido. Tenía una bikini roja pero justo debajo del corpiño salía una tela negra que le cubría de un lado al otro y hasta donde empezaba la bombacha.
Es un tapa panza, pensé. Los venden así en algunos talles porque presuponen que son para cuerpos que deben esconder algunas partes. De mujeres, obvio.
Sí, hay “moda para gorditas”, pero no para gorditos. “Blusas para ocultar la panza” y trajes de baño para “ocultar cuerpos imperfectos”, y si no nos parece todo una estupidez entonces estamos mal. Porque la vida y la salud mental, física y emocional está en juego. Porque las pibas están en peligro cada vez que creen que deben ser iguales a la influencia así como las generaciones anteriores buscaban ser iguales a la de la novela o la que salían en la revistas.
Según Olga Ricciardi, directora de CEDA, “Argentina tiene una historia de represión y silencio, sobre todo femenino. La palabra fue y sigue siendo sacrificada acallando conflictos y traumas, por lo que en la anorexia se cierra la boca para no comer, al mismo tiempo que se la cierra para no hablar, y en la bulimia se tragan palabras en forma de comida, y se las vomita para no pronunciarlas. Son patologías del acto. Donde hay acto no hay palabra y donde hay palabra no hay acto”.
Esto es tan urgente, que en Argentina entre el 12% y el 15% de adolescentes padecen de anorexia o bulimia nerviosa, siendo el 90% mujeres y el 10% varones. Argentina está en el segundo puesto de todo el mundo según cantidad de casos de trastornos de la alimentación. Por el momento no existe ninguna política pública destinada a prevenir y enfrentar los trastornos consecuencia de los mandatos machistas.
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