La Opinión-San Luis, 7 de junio de 1922

La estadística de los divorcios demuestra que en el 79 por ciento de los casos la separación se produce por culpa del marido.

La mujer es optimista de la vida: aun en el caso en que el matrimonio comience a ponerse insoportable, una hora alegre le hace entrever un nuevo período de paz y la aleja del pensamiento que puede tener de la separación.

En cambio, el hombre que quiere abandonar el hogar hay que notar que es una mujer la que así escribe en el “Vossiche Zeitung” es irremovible y sin compasión.

La actividad profesional de la mujer es peligrosa para la tranquilidad del hogar.

La mujer que trabaja es una desilusión en la mayoría de los casos, y la ganancia que ella saca no compensa la pérdida de las idealidades de la vida familiar.

La paz doméstica exige que la mujer pertenezca al hombre y no a una profesión.

En el 21 por ciento de responsabilidades que las estadísticas de los divorcios asignan a la mujer las razones del corazón entran en razón de cuatro quintos.

-¿Su marido la descuida?-preguntó el juez a una señora de treinta y cinco años.

-No, señor, yo tengo todo lo que pueda desear…

-¿Y entonces?

Un ligero titubeo y luego dio el siguiente motivo:

-Mi marido nunca me estrecha la mano con pasión cuando nos encontramos en alguna reunión, nunca me ha dirigido una palabra de elogio; nunca una palabra de ternura… Yo prefiero las buenas palabras al dinero y a las joyas.

Y el juez no halló nada que objetar y pronunció sentencia de divorcio. La palabra tiene, en la psiquis femenina, una importancia capital.

La mujer olvida un maltratamiento, una infidelidad, pero jamás olvida una buena o mala palabra: y esta última es siempre falta para el contrato conyugal.