Reportajes

Yamile Brenda Molina, 16-10-2022

Mi nombre es Yamile Brenda Molina, nací el 9 de julio de 1986 en San Luis. Mi papá es Mario Daniel Molina, excombatiente de Malvinas, hasta hace poco fue presidente de la Asociación Todos Juntos por Malvinas. Sufrió mucho psicológicamente lo sucedido, al igual que todos los que participaron en este enfrentamiento, tanto que hace poco tiempo pudimos hablar con él de la guerra. Mi madre es María del Carmen Guiñazú, ella nos ha dado todos los valores humanos, es artesana en lo que sea, también pasó momentos duros. Mi hija se llama Alma y mi esposo es Fernando Lucero, futbolista reconocido en San Luis. Viví hasta los trece años en el Barrio Sucre, luego nos mudamos a la zona sur. Tengo una hermana gemela.

Jugué al vóley hasta los dieciocho años en el club El Lince. A los siete años comencé danza artística por un corto tiempo, a los dieciocho años emprendí mi sueño, a través de una Beca BAS XXI, en un taller con la profesora Laura Capiello, hoy directora del estudio de Danza Balleto. Trabajé mucho, Laura me becaba por los altos costos, después me ayudó también Mabel, una señora que me becó, pagó mis estudios y capacitaciones e indumentaria con maestros que venían del teatro Colón.

En 2016 me retiré porque entendía que había algo más detrás de la danza clásica, y era la danza contemporánea, que es por donde seguí. Comencé en “La Casita Azul”, que está por calle Chacabuco, posteriormente comencé en el tango y quedé seleccionada para un congreso internacional en Buenos Aires, que se realizó en “El Abasto”. Después me dediqué también a la salsa, dando capacitaciones para bailarines, lo que me permitió conocer a fondo el trabajo del cuerpo en la técnica, los recursos nos permiten lograr el resultado que esperamos. Los recursos técnicos de un bailarín son los giros, los golpes de cabeza, la línea de los brazos, de las piernas, brindando todo ello a través de seminarios cortos. Estudié folclore en la academia de Jorge Garraza, “Estampas Argentinas”, y terminé en la academia “Tarpuy”. Luego realicé una obra como coronación de año, porque me gusta escribir y llevarlas a cabo, con personas que no sabían todo lo que era la técnica clásica, fue un desafío y también un éxito, una puesta en el Berta Vidal de Battinni. Luego de la pandemia me casé y tuve a mi hija, y estoy retomando de a poco. Junto a la academia “Agitando Pañuelos” de la ciudad de La Punta hice mi primer seminario sobre folclore, paralelamente también dando clases particulares para bailarines de salsa y tango.

Soy docente de matemáticas, formándome primero en la Universidad Nacional y luego en el Instituto de Formación Docente. Creo que la danza es un punto de partida para sacar lo que uno no puede decir, la danza no puede ser competitiva, estoy convencida que la danza se comparte. En el año 2016 fui seleccionada para una gira internacional de folk tango en Corea, lo que me permitió pensar en que todo se puede, una gran puesta en escena con más de doscientos bailarines de diferentes nacionalidades y culturas realizando la misma coreografía, una puesta increíble. Vengo de una familia que no tiene un alto nivel adquisitivo, pero creo que todo lo que Dios permite en la vida que uno tenga, es para darlo al otro, y ese viaje me cambió la perspectiva. Me gusta escribir mis obras, formar bailarines en la parte técnica, aportando todo lo que pueda en su producción. He comenzado en la Universidad de Idiomas el tercer nivel de la Lengua de Señas y la Diplomatura en Inclusión Educativa para chicos con T.E.A., cuyo objetivo es dar oportunidades a personas que se quedan fuera del sistema. Junto a mi esposo manejamos un grupo de jóvenes a través de una escuela deportiva cristiana, con valores y principios.

Mi sueño es tener mi propia academia de danzas inclusivas, así se llamaría y a través de la escuela deportiva me gustaría llevar adelante una institución, para gente que tenga problemas de alfabetización. Cuando comencé, como no tenía recursos me comparaba con los demás, cuando me di cuenta que la competencia era conmigo, cambió todo.

Siempre trabajo para ayudar al otro pero sin mirarlo, si lo miro es para aprender, no para compararme. Cuando hice un proyecto en la escuela digital del barrio 1° de mayo había chicos sin sueños y con muy baja autoestima, mi proyecto fue de danza teatro y hubo un antes y después, eso me incentivó a seguir creciendo y apostar a llevar mi mensaje: que se puede si uno cree en lo que busca. Tuve la oportunidad de participar en la obra Don Quijote, con Herman y Érica Cornejo como bailarines principales, yo era una chica más del cuerpo de baile y trabajé tanto en mí, que cuando salí para hacer un protagónico, vi al público de pie, me di cuenta de todo lo que uno puede transmitir a través de la danza, que es realmente un lenguaje, por ello creo que las personas con capacidades diferentes pueden expresarse también, tal vez de otra manera, pero pueden hacerlo, fue emocionante para mí.