Reportajes

Carmen Ochoa- 20-11-2022

Soy Carmen Rosa Ochoa Bordón, sintetizando: Perla. Así me llaman los que me conocen. Nací un 10 de febrero de 1947 en la ciudad de San Luis, como Camucha, una mamá sin críticas ni reproches, solo consejos para evitar pesares, y como Juan Carlos, mi papá, y mis tres hermanos Coca, Pancho y Carlos, todos fallecidos excepto el último.

Mis hijos Fabio, David y Verónica crecieron entre libros, carpetas, evaluaciones y láminas. Ayudaron con ideas, tijeras y pegamento a armar telones para actos, siempre presentes en mi labor docente. Los varones, hombres con vida propia. A mi niña, prendida en una ramita de rosas, la veo cada día.

Mi niñez fue hermosa, con muchas amigas compartiendo en siestas robadas juegos que se elegían de acuerdo al clima; en días soleados, al aire libre estaba presente el tejo, la prisionera, las escondidas y la mancha; en días sombríos y muy fríos, el chinchón, canasta, rummy, escoba y payana. También íbamos al matiné del cine y a la plaza, siempre en grupo. Individualmente, cosía y tejía vestidos para las muñecas.

Hice la primaria y secundaria en la escuela “Paula Domínguez de Bazán”, donde me recibí de Maestra Normal Nacional. En mis estudios más avanzados concurría a la biblioteca para suplir la escasez de libros para estudiar. No viví en la abundancia, más bien en la exigüidad, pero entre mis prioridades, el dinero y lo que aparejaba poco importaba. En el secundario, al completar tercer año, debíamos definir entre obtener un bachillerato o ser maestra. Mi madre me convenció de la docencia, que tenía una salida laboral, o quizás fue porque era difícil que yo pudiera acceder a una carrera universitaria. Así empecé a ejercer la docencia.

Era difícil encontrar suplencias en la ciudad, debíamos ir a la zona rural. Allí encontré niños con muchas carencias, pero también pude ver la inocencia y la candidez, donde nuestra semilla era un brote seguro de germinar. Normalmente me trasladaba a las escuelas haciendo dedo con alguna compañera. Otras, coordinaba con una maestra que tenía vehículo. Después de varios años, y gracias al puntaje, pude ejercer en la ciudad y lograr la titularidad.

Di clases en todos los grados. El trabajo docente trae aparejado, además de estar frente a alumnos, correcciones, carpetas de ejercicios, registros, notas, evaluaciones; un mar de obligaciones que a veces le resta a la tarea principal: estar con el educando y ayudar. Tuve muchas satisfacciones a lo largo de mi carrera, mis exalumnos me reconocen y me demuestran su cariño. En los últimos años fui secretaria para realizar tareas administrativas y guiar a maestras más jóvenes. Me jubilé con sesenta años y treinta y siete años de servicio.

Dos momentos importantes que considero bisagras explotaron mi transcurrir: mi primer embarazo, que dejó atrás mis inconsciencias, apareciendo las preocupaciones y responsabilidades, y la pandemia y muerte de mi hija; dejé mi vida en soledad y me ubiqué en Juana Koslay. Allí vivo ahora con mi nieto Joaquín, que me socorre con la informática y como crítico vestuarista, y Luis, mi compañero de ruta. Las amigas, después de la familia, me rescatan de la melancolía, me dan alegría, me centran, me ubican. Las necesito.

Es difícil definirse, tendemos a buscar el lado positivo. Soy sencilla, responsable, sensible, malhumorada cuando estoy cansada. Me adapto a diferentes situaciones, soy tímida, miedosa, despistada, distraída, generosa, imaginativa. A veces con cierta melancolía, que pienso que dan los años. Sé escuchar y guardar un secreto, miro con nostalgia los desplazamientos que me hacen dependiente y aquello que ya no puedo hacer, y aparece la envidia.

Muchos momentos me emocionaron: visitar en Liverpool la casa de The Beatles, ver en el estadio Mario Kempes a Paul McCartney, y también actuaciones en San Luis de Maximiliano Guerra, Pedro Aznar, y otros grupos musicales y obras de teatro; no deja de llenarme de nostalgia una canción o una película que me transporta a un pasado feliz.

Me enoja la pobreza, la injusticia. El maltrato animal me duele, me entristece. Leo un montón y muy variado pero me puede la novela romántica. En cuanto a música: The Beatles, Serrat, Aznar, Sting, Coldplay, Elvis, Sandro, Simon & Garfunkel, Los Plateros y tantos más.

A mi tiempo libre lo dedico al taller de literatura Silenciosos Incurables, a cargo de la profe Viviana Bonfiglioli, un espacio de deleite y a veces de inquietud cuando la memoria queda en blanco ante una consigna. También a la lectura, a las películas, a contemplar las flores y los pájaros, a la charla con amigos y a tenderme en la cama para reflexionar y hacer fiaca.

Un último pensamiento que extraigo de mi extenso vivir: pasé por todos los estados civiles y me quedo con la soltería, donde soy dueña de mis decisiones, ateniéndome a las consecuencias.