Takyer, 11-06-2023
Soy Carlos Reynaldo Villegas, nací el 5 de abril de 1983. Me dicen Takyer, que es mi nombre indígena Huarpe. El significado se relaciona con la misión comprometida a reforzar la identidad aborigen, yo lo hago a través del arte. Crecí en las comunidades del Encón, a cincuenta kilómetros del límite con San Luis, en San Juan. Es como una zona tripartita, cruzando el río está Mendoza. Fue bastante particular vivir allí, estuve hasta los once años, fui a una escuelita rural de donde tengo muchos recuerdos, donde siempre bailaba y participaba de los actos, en mi memoria está el paisaje, una zona bastante desértica, con médanos y el viento zonda que empujaba una nube de tierra al aproximarse, de fondo la cordillera de los Andes, y el Aconcagua.
Primero me vine con mi papá, después llegaron mi madre y mis hermanas. Aquí continué los estudios secundarios, en Bellas Artes. Me gustaba el dibujo y la caricatura, también el teatro. Al finalizar el secundario viajé por otras provincias y compartí con otros artistas de teatro y danza. Al volver a San Luis me reuní nuevamente con compañeros de la escuela secundaria, con quienes fuimos armando proyectos artísticos.
Estuve en diferentes elencos del Teatro Estudio de Arte, que me cobijó cuando era joven, allí tuve mucho trabajo actoral muy importante en los comienzos, esas experiencias las viví y las practiqué allí. Pasé por otros teatros, con otros amigos, comencé a viajar y poner en juego lo que uno sabe con lo que sabe otra persona y de ahí empezar a generar producciones, lo que me llevó a trabajar en el teatro popular y callejero. Anduvimos con un dúo de danza por Catamarca, Tucumán y Jujuy, era un dúo de bombo y guitarra, donde bailaba folclore tradicional, hacíamos espectáculos en bares y lugares públicos.
Mi formación en danza es folclórica tradicional, luego fui encontrando otras expresiones, como folclore estilizado, contemporáneo. Luego con el profesor Javier Bautista empezamos a trabajar un tipo de folclore que ya no era ni siquiera estilizado contemporáneo, sino que era el folclore imaginario. El trabajo partía de imaginar cómo podría ser el folclore, esa apertura de la percepción de la danza folclórica o de las expresiones también libres. Javier Bautista me ayudó muchísimo a entender y a encontrar lo que quería hacer con mi arte. Fue bastante nutritivo y me ayudó a renovarme porque a veces el folclore da la idea de estar estancado, esas experiencias me ayudaron un montón a renovar y a darme impulsos, como para que no se estancara la creatividad o la expresividad en la danza.
En paralelo hice vínculos con otros artistas populares, artistas callejeros que trabajaban en el circo, entonces armamos un grupo de circo teatro, allí hacía malabares y acrobacias de piso, agregándole danzas. Fue una experiencia muy linda, incluso todavía sigue, si bien ya no hago malabares ahora es un espacio que terminó siendo una sala de teatro itinerante del Instituto Nacional del Teatro. Se llama “La Contenta Circo”, donde me desempeño más como productor y gestor del espacio, que actuando.
Estoy dirigiendo una obra de teatro, y co-dirigiendo otras. Co-dirijo la obra “Cristales” de un director de Mendoza con un elenco de San Luis. Después estoy dirigiendo una obra que se llama “Darío”, que quedó seleccionada en una convocatoria denominada “Malvinas y Soberanía”, del Ministerio de Cultura de la Nación, adaptado para infancias y adolescencias. Estoy actuando e interpretando otra obra llamada Hualtarán, que la armamos en la Sierra de las Quijadas, un trabajo inmersivo y en relación directa con la naturaleza, que armamos antes de la pandemia, tuvimos que hacer una versión para sala, que tiene dos fechas previstas.
Es un trabajo lineal, no hay protagónicos, tiene textos y cantos en lengua Huarpe, que es parte de un trabajo de investigación propio, con una simbología propia del lugar.
Primeramente no era muy consciente de la importancia que tenía esa herencia cultural en mi desarrollo artístico, porque era normal para mí ser descendiente de aborígenes y más de un pueblo como el Huarpe, que en San Luis se le da otra importancia, muy diferente a otras provincias en donde la realidad es mucho más cruda. Hace un tiempo tuve un encuentro con mis tíos, lo que terminó afianzando ese lazo con mi identidad, a través de la lengua Huarpe que sólo se pasa entre parientes y se transmite de generación en generación. Viajar y conocer otras comunidades indígenas como las de Brasil me permitió entender la importancia que tiene sostener, registrar y tratar de reforzar ese legado de espiritualidad única, entonces empecé a atravesar todas mis producciones artísticas desde esa mirada.
En mi trabajo sobre Malvinas, por ejemplo, se ve el aporte de los pueblos indígenas en la gesta, una gran parte de los combatientes eran de la zona de Chaco, Corrientes y Formosa, y fueron wichis, mocovíes, sanavirones, guaraníes. Es un aporte visibilizando la participación de esos pueblos en la construcción del país.