La Aldea Antigua, Tertulias de la Aldea

Los principios de la educación del niño

La Opinión, junio de 1923

Es un gran error ser “demasiado bueno” con los chicos. Se entiende como ser demasiado bueno la exagerada tolerancia hacia sus errores, que al fin ya la postre solo viene a redundar en perjuicio del mismo niño, y por ello puede calificarse de demasiado malo. Por ejemplo: la madre enseña a su hija a guardar sus juguetes antes de marcharse a pasear. Al principio la criatura lo hace encantada y poco a poco se va apoderando de ella un hábito de orden beneficioso.

Pero un día se encuentra demasiado cansada (o apurada por irse a jugar) y deja los juguetes desparramados por la habitación. La madre creyendo ser bondadosa dirá seguramente: “Es tan buena siempre que la perdonaré por esta vez”. Ese es un gran error. La criatura se da cuenta enseguida que el hábito que se le ha tratado de inculcar sobre el orden puede lo mismo hacerse que no hacerse, sin que importe gran cosa. Y todo el beneficio de la semana anterior se pierde en un momento. Si la costumbre fuera ya arraigada en la niña por una constante enseñanza de muchos meses, se corregirá seguramente, al hacérsele la observación con cierta firmeza, pero si dicha enseñanza data de poco tiempo, habrá que empezar de nuevo a inculcarle las ideas de orden y cuidado.

No debe gritarse al responder. Nunca debe decirse a un chico que haga esto o lo otro, o reñirle por alguna travesura empleando para ello un tono de voz irritable. Se ha comprobado que es mucho más eficiente hacer las observaciones en un tono de voz tranquilo y algo más bajo que el de la conversación normal, pues éste da al chico o la chica la sensación de calma y justicia de la observación que es precisamente lo que se desea hacerle comprender. También es recomendable que la madre no consuma sus reservas de argumentos en una sola cosa. Es muy vulgar oír muchas veces a padres amenazar a sus criaturas con el cuento del infierno, etc., repitiendo a cada paso idénticos argumentos. 

Los niños se dan cuenta enseguida, aun cuando no sea más que inconscientemente, que todo eso son “cosas de mamá”, y la amenaza no surge efecto.

Guardería infantil de Ferreyra (Córdoba). Archivo General de la Nación. 1964