La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

MUJER, PERIODISTA Y FEMINISTA

Por María José Corvalán

Hace poco descubrí que no existen las buenas o malas periodistas y que también hay mandatos opresores, machistas y patriarcales dentro del periodismo que solo nos vienen a condicionar.

Fue hace unos quince años que inicié mi carrera periodística perseguida por esos estereotipos que me desvivía por cumplir: siempre hay que escuchar (y publicar) las dos campanas, la objetividad es lo único que nos hace creíbles, no hay que comprometerse personalmente en las historias y siempre hay que entrevistar a una fuente legitimada en la materia (hombre). ¡Ah, y me olvidaba!, nunca ser autorreferencial.

Además de ser mujer y periodista, soy feminista. Lo que hizo mi paso por los medios más polémico, conflictivo y en muchas ocasiones, tortuoso.

Tuve que lidiar con directores de radios que eran acosadores, colegas machistas que siempre querían enseñarme “cómo se debe hacer” y colegas ‘odiantes’ que me trataban de loca, extremista o exagerada cuando hablaba de la desigualdad estructural por razón de género. Como periodista, el hecho de ser feminista me hacía “poco seria”, pero, aún así, me escuchaban o leían.

Mi línea editorial fue el periodismo social con perspectiva de género, y muchas veces hice uso del aire del programa para llegar a instituciones, a la justicia o al mismo Estado con la intención de traccionar y conseguir respuestas. Pronto, la entrada de la emisora se convirtió en una sala de espera llena de personas que no conseguían respuesta a las situaciones de violencia, a la cobertura de una prótesis, al trámite de documentación de menores, a la búsqueda de niñas y adolescentes, a la denuncia de redes de trata de personas con fines de explotación sexual, y mucho más.

Como activista feminista algunas veces también recibí críticas: “te cortás sola” en la radio, me decían. Como periodista me señalaban: “militante”, “abortera”,  “loca”.

Sentí que iba a ser imposible ser una buena periodista o feminista, lo que me frustraba muchísimo porque ya había renunciado a esperar ser “una buena madre” y “una buena hija”.

Reflexiones en torno a roles que conviven, resisten y construyen en contextos comunicacionales muchas veces adversos por mandatos patriarcales

Los tentáculos del patriarcado pueden apretar fuerte, pero no para siempre. Así que descubrí hace poco, insisto, que no necesito tener la aprobación de nadie para hacer un trabajo del que me sienta orgullosa, y haber logrado despejar un poco el camino para quienes hoy también se ocupan de formar e informar con perspectiva de género.

Cuando me sentía sola ejerciendo periodismo feminista en San Luis hubiese dado cualquier cosa por escribir una nota como esta, en este mismo diario. Pero quizás esta nota hubiese sido más tajante, menos amorosa y más denunciativa. Quizás ahora ya no me detengo en lo que me enoja sino en la construcción colectiva que me abrazó afuera de San Luis y que hoy por fin veo crecer de a poco en mi provincia.

OCUPAR LOS ESPACIOS

Laura Vizcarra es periodista feminista, vive en Catamarca y asegura que “la lucha de las mujeres ha ido ganando espacios y territorios como en el periodismo. Sin embargo, aún nos queda mucho que conquistar.” Laura cree que “son muy pocas las compañeras que llegan a ocupar espacios de decisión, jefas editoras o columnistas de políticas o económicas. “En Catamarca hay muy pocas compañeras trabajando en condiciones relativamente dignas”, dice. Ante la pregunta de cómo se conjuga el periodismo y el feminismo, responde: “no creo que haya que equilibrar la militancia y la profesión, el ser parte de esta lucha y ejercer periodismo es lo que nos da una característica permeable a la vulneración de los derechos humanos, y la posibilidad de decir desde ese lugar”.

Petrona Rosende de Sierra se convirtió en la primera mujer de esta región en crear un diario para difundir las cuestiones que les tocaban a la comunidad femenina. Desde el 12 de noviembre de 1830 hasta el 14 de enero de 1831.

Así que, no solo que hay que analizar si las mujeres o disidencias sexuales podemos ser feministas y hacer periodismo, sino también en qué condiciones lo hacemos y cuánto nos afecta la falta de oportunidades, la escasa posibilidad de capacitación, los roles de cuidado o las tareas del hogar que se nos atribuyen a diario, al igual que el techo de cristal y el suelo pegajoso.

Paola Duhalde es periodista, e integrante de la mesa de género de El Diario de la República y presiento que también feminista: “A los 15 años elegí ser periodista, encontré mi espacio en la gráfica y he llegado al punto máximo”, dice en referencia a que se convirtió en la primera mujer en ocupar la dirección periodística de El Diario. Recuerda el esfuerzo de su mamá que la crió sola y se alegra al saber que su hija también quiere ser comunicadora. “La visión de género es algo que hemos ido aprendiendo. Para mí la democracia, el ser mujer y el periodismo fue todo un descubrimiento. Cuando entré a la redacción todas las jerarquías eran ocupadas por varones”. Paola siente que tiene una enorme responsabilidad que no sería posible sin sus compañeras, que son las que empujan, y sin la directora. “Hoy, aún se escuchan voces por lo bajo y todavía nos sorprendemos en una reunión de tapa cuando somos solo dos o tres mujeres en la mesa de discusión”.

Ser periodista, mujer y feminista no es fácil en ninguna latitud así que, aproveché las redes feministas para contactarme con mujeres periodistas y preguntarles cómo es en sus territorios. Me contestaron todas. Abrieron sus corazones, dejaron lo que estaban haciendo y sin pensarlo mucho, compartieron sus sentires. Definitivamente, me enseñan a diario.

Gabriela Ayala es de Posadas, Misiones, y lo primero que me responde ante esa pregunta es: “nada fácil”. “No es nada fácil, porque muchas veces se te juntan los tres roles (mujer, periodista y feminista), más en una sociedad como Misiones que es conservadora, en donde nos cuesta romper cada mandato del patriarcado”. La escucho y me escucho: “siempre me di cuenta que no encajaba y pensaba que algo estaba mal conmigo, pero cuando encontré el feminismo descubrí que no estaba loca, que hacemos lo mejor que podemos y que aportamos a esta sociedad para dejar un mundo con igualdad para generaciones venideras”. En esta pandemia, quienes activamos debemos redoblar esfuerzos para acompañar y así lo cuenta Gabriela: “acá todas hacemos todo, no hay tareas delimitadas, acompañamos todas las situaciones que surgen, y en lo periodístico no nos valoran, ni nos pagan lo que corresponde por nuestro trabajo”.

Extracto de “La Aljaba”, diario fundado por Petrona Rosende de Sierra.

Para Leticia Beltrán, periodista de la TV pública del Chaco “ser mujer, periodista y feminista es un desafío permanente. En mi trabajo hay un área de género y diversidad pero no es una política real con inversión, ya que no están dispuestos a pagar por capacitaciones al personal. En el territorio desarrollamos multitrabajo y multitareas, por eso la militancia y la profesión van de la mano, porque está incorporado en nuestras acciones. Acompañamos, difundimos y visibilizamos las problemáticas, que son muchas y muy graves”.

Qué necesario resulta analizar los relatos, las características y los territorios. Se torna indispensable y me lo confirma el diálogo con Marcelita “Conti” Ojeda (sí, es la periodista que tuiteó por primera vez #NiUnaMenos). Ella hace 17 años que trabaja en radios privadas y cinco en la radio pública con un programa de género: “hay lugares de trabajo para las mujeres, pero los de mayor exposición como la primera mañana de la radio, están ocupados por varones. En la radio las mujeres están abocadas a los roles de columnistas, aunque no hay tantas en política, economía y finanzas. El 90% de las locutoras que acompañan a varones son mujeres y en las radios en 2019 hubo solo 3 gerentas”. Marcela cree que hay espacios para las mujeres pero son autogestivos, no obstante reivindica el activismo feminista desde el periodismo como forma de vida y de concebir el periodismo desde la perspectiva de derechos humanos y de género. Sin embargo, cuenta que “hacer periodismo en la calle, en Buenos Aires, es bastante igualitario y equitativo. La mayoría de los que trabajan son varones, técnicos, camarógrafos, choferes, periodistas, etc., así que en la calle somos todos iguales y estamos ahí haciendo la misma nota. Pero para las mujeres es difícil, cuesta mucho, y más para las que están casadas, con pareja o tienen pibes”.

Hoy, no me imagino siendo otra cosa. Uso un caldero de bruja del que sale humo verde, me pongo zapatos de punta y combino las fórmulas. Tejo con colegas, compañeras y compañeres con quienes articulamos y llamamos a personas aliadas, e incidimos en quienes están en lugares estratégicos. Aún hay dolor, injusticia, y desigualdad. Aún llama una mujer desesperada porque no tiene techo, otra que está sin comer desde ayer con su familia, la hermana de una amiga que quedó embarazada a los 16, la que tiene a salir a la calle, y la que se indigna por que el caradura del ex no deposita un peso y “nadie hace nada”. Aún nos violenta la falta de respuesta, la falta de justicia y la falta de empatía.

Pero nos tenemos.