EL TOP SEXY Y LAS TRAMPAS DEL PATRIARCADO
Por María José Corvalán
En medio de la pandemia, el aislamiento social y la crisis económica, un enorme revuelo surgió desde las redes sociales cuando una conductora del canal 26 usó un top que dejaba ver parte de sus pechos.
Otros medios de comunicación comentaron y publicaron sus propias consideraciones calificando a la conductora y a la ropa: “usó un vestuario muy osado”, “se llevó miles de elogios y piropos”, “recibió críticas e incluso los twitteros consideraron que se trata de una cosificación de la mujer”. La audiencia también hizo lo propio: “esa ropa era innecesaria”, “es poco serio vestirse así para dar noticias”.
Surgen tantas preguntas que hasta esta nota podría resultar corta para poder desmenuzar la cantidad de planteos, mandatos e imposiciones que saltan de cada opinión.
Repreguntar los planteos
Hablemos de periodismo: ¿en qué manual de estilo está estipulado que las noticias son serias y las personas que la dan deben ser “serias”? o mejor dicho, ¿cuándo una o un periodista es “serio” al dar una noticia?, ¿cuando se viste de traje?, ¿cuando no sonríe en cámara?, ¿cuando dice la verdad?, ¿cuando se capacita?, ¿cuando no juzga ni condena? ¿Y cómo hacemos para conocer el grado de seriedad de las y los periodistas que informan desde la radio o medios escritos, sin la cámara?, ¿cómo sabemos qué llevan puesto al escribir la nota? ¿Qué pasaría si se sabe que hay periodistas que hoy están escribiendo un informe sobre la pobreza en Argentina, por dar un ejemplo, de pantuflas peludas con orejas de conejo?, ¿sería menos serio el informe?, ¿o sería menos serio quien informa? ¿No fue poco serio, o un escándalo, ver a la reina de los almuerzos defender la dictadura? Sobre eso, ¿también se polemizó?
Entonces esto no se trata de periodismo. Se trata una vez más, de género.
Huellas del patriarcado
Analizando la situación con perspectiva de género, podemos descubrir huellas del patriarcado.
Las mujeres solo ocupan el 30% del plantel de los medios de comunicación y solo un cuarto de ellas llega a la dirección. Muchas estudian, pocas trabajan en justas condiciones y menos llegan a espacios de decisión. Según #EconomíaFeminista sólo el 18% de las notas publicadas en 2018 fueron firmadas por mujeres, y según datos publicados por ONU Mujeres: “Las mujeres dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas), y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado”.
Y además de las discriminaciones que enfrentan por la razón de género hay mujeres que enfrentan múltiples discriminaciones como por ejemplo por su origen, religión, ser madre de muchos hijos, por la edad, discapacidad, posición política, atravesar situaciones de violencia, tener cuerpos no hegemónicos, estar empobrecidas, etc.
Las mujeres deben lidiar con “techos de cristal”, “suelos pegajosos”, “escaleras rotas” y con los estereotipos de género.
Florencia Freijo es periodista y escribió en su sitio de Facebook al respecto de este tema: “escuché a muchas paradas desde el lugar del feminismo, que las conductoras sexys al poner todo su esfuerzo, (tiempo, dinero, emociones), en moldear su cuerpo en ese status reproducían ‘lo que nos oprime a tantas’. Acá hay varios errores conceptuales. Primero, ‘la belleza’ es una búsqueda que se origina desde la antigüedad, y que representa el poder. En muchas culturas, hombres y mujeres torneaban sus cuerpos, resaltaban rasgos, usaban joyas, de hecho, los hombres estaban más pendientes de esto en principio. La historia de lo que es bello y lo que no, pertenece al ámbito de la Historia de la Cultura. El problema es que el acceso a la misma tiene hoy un carácter restrictivo en cuanto a la demencia de lo que se exige a las mujeres (cinturas ínfimas, pechos divinos) imposible sin cirugías, sin dinero, sin dolor, sin tiempo”.
Analizar el conjunto es una buena estrategia para desentrañar la cuestión. Este canal y otros incorporan conductoras, periodistas, locutoras y panelistas mujeres que responden en su mayoría a los parámetros de bellezas patriarcales. ¿No? La reina del teléfono no es joven. Bueno, pero vende. Los boliches solían promocionar sus noches difundiendo el valor de la entrada para los varones y destacando “chicas gratis”, porque unos son los consumidores que tienen poder adquisitivo para ingresar y las otras son el producto de consumo. ¿No pasa lo mismo en la TV?
Y qué pasa con quienes tienen o pueden acceder a construir esos estereotipos de belleza y llegar al lugar que desean: ¿son enemigas del género? ¿deben cargar con la culpa y la condena de quienes no pueden conseguirlo? ¿son funcionales al patriarcado y al capitalismo quienes se empoderan en función de los mandatos, o lo son quienes critican a la que se empodera?
Marcela Lagarde acuñó el término sororidad y lo definió como “un pacto político entre mujeres”. No significa que todas serán amigas y deberán tener acuerdo en todos los debates, sino que podrán crearse redes para apoyarse, ayudarse y problematizar lo que afecta a todas a fin de encontrar libertad donde hay opresión.
Analizar la realidad de cada sector, las aspiraciones de quienes pertenecen a ese sector y trazar estrategias colectivas para cerrar las brechas de desigualdad, parece ser la opción menos dañina cada vez que suceden estas situaciones.
La noticia revela
“El movimiento de mujeres es el actor social más profundo y dinámico de los últimos tiempos. Dentro de este movimiento, el feminismo como reflexión teórica política y también con propuestas y acciones para producir cambios, es el que más dinamismo aportó, sumó reflexiones sobre cómo vivimos en sociedad y ofreció alternativas a esa vida social.” dice Diana Maffía. Este feminismo, este movimiento que está en permanente construcción y evolución no tiene todas las respuestas, pero insiste en la búsqueda.
Quizás se podría pensar que la clave de la cuestión podría ser además del machismo, los mandatos y el sistema; la noticia.
En las noticias de prensa escrita, radio y televisión, sólo un 9% refleja la desigualdad de género y apenas el 4% cuenta historias que desafía los estereotipos de género. Una de cada cuatro personas de la que se habla en los medios es mujer. Así como a principios de siglo era una excepción leer a una mujer periodista, hoy hay restricciones para acceder a columnas de política o finanzas escritas por mujeres y cuando se buscan “personas expertas” para abordar distintos temas, los programas eligen invitar a varones, profesionales o no, pero muy pocas veces a mujeres. Aunque sean expertas y aunque el tema a debatir sea la violencia por razón de género o el femicidio como problemática social.
El lenguaje que se utiliza en los medios aún contiene expresiones sexistas que discriminan, revictimizan y vulneran a las mujeres. A las mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans o personas no binarias, a quienes directamente no se las menciona.
Aún en las redacciones se trata la desigualdad de género sólo ante casos de violencias y el abordaje se deriva a la sección de policiales o en el mejor de los casos al segmento de salud.
Y un tema central que desvela a muchas: ¿cuándo un hecho registrado se convierte en noticia y cómo se aborda? Los hechos obstétricos de las mujeres no son noticia: ni los partos, ni los abortos.
Los medios de comunicación hegemónicos que se esmeran en lograr mayor audiencia apelando a conductoras sexys, podrían incorporar en sus teorías y prácticas, perspectiva de género y otras visiones de construir la comunicación. Algunas que modifiquen las restricciones, las desigualdades y que busquen representar las problemáticas sociales que afectan a la comunidad en su conjunto, con ellas las mujeres, las disidencias sexuales, los pueblos originarios, las villas, las niñeces, las adolescencias, y las comunidades excluidas.
Comprender cuánto afecta las violencias a estos sectores, y abandonar antiguas conceptualizaciones de rigor que no aportan al mundo en que vivimos, puede aportar al avance añorado. No comprometerse con la noticia, escuchar con obligación las dos campañas, mantener la objetividad y evitar compenetrarse con la nota, es parte del periodismo del pasado.
Cosificar y exponer, también lo será muy pronto.