ESTADOS PENDIENTES
Agustina Bordigoni
Desde 1993 Cisjordania está divida en tres áreas: una zona A, administrada por la Autoridad Nacional Palestina; una B, bajo control administrativo palestino y dominio militar israelí; y una C, controlada completamente por Israel.
Es esa última zona la que está hoy * amenazada por la anexión. Y, si bien el territorio está ocupado desde 1967 por asentamientos que la comunidad internacional considera ilegales, las consecuencias de formalizar la ocupación van mucho más allá de los papeles.
La historia árabe-israelí
La formación de un Estado judío tuvo su base teórica en el sionismo, un movimiento nacionalista que surgió en la Europa de fines del siglo XIX. En teoría, la formación de un estado libraría al pueblo judío de años de persecución y sufrimiento que, efectivamente, se ejercía sobre su pueblo, y que se hizo más evidente durante el Holocausto.
Sin embargo, “el sionismo tuvo dos problemas desde sus inicios. El primero fue que no intentó crear un Estado judío en regiones de Rusia y Polonia, donde sí había una mayoría de judíos y donde hubiera podido reclamar un territorio apelando al derecho a la autodeterminación de los pueblos. El segundo, que se propuso crear un Estado en un lugar en el que prácticamente no había judíos, y que no estaba deshabitado como muchos pensaban” (Pedro Brieger, El conflicto palestino israelí. 100 preguntas y respuestas, 2014). En efecto, había otras opciones que incluso fueron evaluadas por el movimiento sionista: Uganda, Argentina y una región de Siberia en la frontera de Rusia y China (llamada Birobidzhan) podrían haber sido sede de un futuro Estado judío. Sin embargo, según la tradición religiosa, la región geográfica conocida como palestina (o Tierra Santa) era la tierra destinada a los judíos.
Las intenciones del gobierno israelí de anexar territorios ocupados de Cisjordania chocaron con la condena internacional. El proyecto no está cerrado, pero la creación de un Estado palestino parece cada vez más difícil
El problema era que en esta región, también considerada sagrada por musulmanes y cristianos, la población era mayoritariamente árabe y pertenecía al Imperio Otomano, una organización política y territorial que sería disuelta tras la Primera Guerra Mundial.
El papel de las grandes potencias que se repartieron la región sentó importantes precedentes. La conocida declaración de Balfour, una carta enviada por el ministro de Relaciones Exteriores británico a Lionel Walter Rothschild (un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña) que es considerada como la piedra fundacional de Israel, decía lo siguiente: “El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina”.
Luego de esa carta el Reino Unido se haría cargo de la región palestina y comenzarían a llegar israelíes a ocupar la zona en la que los árabes eran mayoría y lo siguieron siendo, ya que tras la Segunda Guerra Mundial y tras la masiva llegada de judíos durante los años del Holocausto, la población era la mitad de la árabe.
La tensión entonces comenzó a crecer y en 1947 Naciones Unidas aprobó un plan de partición en dos estados, que no fue aceptado por los palestinos y nunca entró en vigencia. Un año después y de manera unilateral, el líder judío David Ben-Gurión proclamó el establecimiento del Estado de Israel, lo que derivó en la primera guerra árabe-israelí.
Tras el final del conflicto, Israel amplió su territorio y conquistó otra región que hoy sigue en disputa: la parte occidental de Jerusalén. Miles de palestinos debieron entonces huir de la región, un éxodo que continúa hoy, ya que actualmente y según el último informe de ACNUR, en el mundo hay 5.600.000 refugiados palestinos.
Otro hecho importante en la historia palestino-israelí fue la guerra de los 6 días. Después del conflicto, ocurrido en 1967, Israel ocupó Cisjordania, Gaza, los Altos del Golán y la Península de Sinaí. Fue entonces también que se establecieron los asentamientos judíos en Cisjordania, y que hoy están en el centro de la discusión.
Los colonos de Israel
Actualmente en Cisjordania habitan alrededor de 600.000 judíos repartidos en 140 asentamientos que gran parte de la comunidad internacional considera ilegales bajo las leyes internacionales, como la Convención de Ginebra.
Los asentamientos, que son comunidades construidas a lo largo de los territorios palestinos de Cisjordania, Jerusalén Oriental y los Altos de Golán, son zonas altamente militarizadas. En esas regiones no solamente existe una importante presencia de las fuerzas de seguridad israelíes sino que están divididas por muros que desde hace unas décadas separan las comunidades del territorio habitado por palestinos.
Actualmente en Cisjordania habitan alrededor de 600.000 judíos repartidos en 140 asentamientos que gran parte de la comunidad internacional considera ilegales bajo las leyes internacionales, como la Convención de Ginebra.
El tema es particularmente controvertido ya que el establecimiento de estos asentamientos que dividen los territorios palestinos en partes inconexas hace cada vez más difícil la concreción de un Estado palestino. Pero, además, para llegar al punto de hoy, y durante décadas, hubo que demoler casas, expropiar terrenos y restringir la libertad de movimiento de quienes vivían allí.
Con incentivos económicos por parte del gobierno, muchas personas decidieron instalarse en esos lugares que consideran, además, su tierra prometida. Y la promesa palestina se ve cada vez más difícil de lograr, sobre todo si se concretan las pretensiones de anexión.
La cuestión de la anexión y la disputa de los territorios han llevado a una situación de no retorno: al parecer y bajo las actuales condiciones, la existencia de un Estado judío no puede coexistir con uno palestino, y viceversa.
La autodeterminación partida en dos
Si bien la formación de un Estado palestino estuvo en boca de la comunidad internacional al menos desde 1947, nunca se concretó. Con territorios divididos y fragmentos de tierra inconexos, el ideal parece cada vez más difícil.
Pasaron décadas de guerras, conflictos y atentados en los que grupos terroristas y paramilitares atemorizaron tanto a israelíes como a palestinos, pero estos últimos siempre se encontraron en desventaja. No solamente porque no tienen un Estado, sino porque el número de víctimas mortales y de refugiados superan con creces a las víctimas de Israel.
La concreción de las intenciones del gobierno de Benjamín Netanyahu de anexar los territorios ocupados no solamente va en contra del derecho internacional, sino también de los intereses de las sociedades que padecen estas disputas. En este punto, la cuestión de la creación de un Estado palestino pasa a segundo plano, básicamente porque es imposible dadas las actuales condiciones.
“Las opciones actuales son (a) dos Estados o (b) una continuación de lo que Israel está haciendo ahora con apoyo de Estados Unidos: mantener Gaza bajo un sitio aplastante, separada de Cisjordania; adueñarse sistemáticamente de lo que encuentra de valor en esta última región, al tiempo que integra más a Israel, haciéndose con las zonas en donde los palestinos son más escasos; y expulsar silenciosamente a los que allí viven (…). Dada la opción (b), no hay motivo para que Israel o Estados Unidos tuvieran que mostrar su acuerdo a la propuesta de un Estado, que por otra parte no tiene ningún apoyo internacional” (Noam Chomsky, Optimismo contra el desaliento, 2017).
La concreción de las intenciones del gobierno de Benjamín Netanyahu de anexar los territorios ocupados no solamente va en contra del derecho internacional, sino también de los intereses de las sociedades que padecen estas disputas. En este punto, la cuestión de la creación de un Estado palestino pasa a segundo plano, básicamente porque es imposible dadas las actuales condiciones.
Una comunidad responsable
La comunidad internacional tuvo un importante papel en todo el desarrollo del conflicto palestino-israelí. El reparto de los territorios del Imperio Otomano, las declaraciones a favor de la creación de uno o dos Estados y el apoyo (abierto u oculto) a algunas de las partes en disputa, jugaron su papel determinante en la situación actual. Y la situación actual claramente sería distinta si el conflicto se remitiese solamente a una cuestión territorial y regional.
Durante todo este período, muchos países e instituciones del mundo declararon ilegales los asentamientos, los muros y, ahora, la anexión. Sin embargo, en ningún momento de la historia la condena fue contundente: los asentamientos crecen y los muros se siguen construyendo de manera ininterrumpida desde 2002. ¿Qué haría pensar que con la cuestión de la anexión será distinto?
Sí hay factores que podrían acelerar el proceso: el gobierno de Netanyahu, en alianza con la oposición sionista, prometió la anexión de los territorios ocupados. Por otro lado, si decide concretar ese plan, la oportunidad es ahora: el gobierno de los Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump le ha dado un apoyo incondicional a las iniciativas israelíes. Si Trump pierde las elecciones no hay garantías de que esto continúe, no al menos con un apoyo tan concreto.
En enero de este año el presidente Trump presentó su propuesta de un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes. La presentación fue un tanto particular, ya que una de las partes no participó ni de la elaboración ni del anuncio del proyecto.
El documento dejó afuera además la creación de un Estado independiente para los palestinos.
*Esta nota se escribió ante la posible anexión de Cisjordania por parte de Israel en 2020, tres años años antes de la escalada del conflicto que comenzó esta semana tras el ataque de Hamás al territorio de Israel.