MARIELA PANIAGUA, 19/07/2020
Soy Mariela Fernanda Paniagua, una apasionada por el trabajo creativo. Si no hay lo invento. Nací en Buenos Aires el 6 de septiembre de 1978. Viví en Lugano en la casa de mi abuela materna, mientras mis padres Mirta Ingrissia y Ángel Modesto esperaban que se construyera nuestra casa, después nos mudamos a La Tablada. Toda mi infancia fui la hermana menor de, con solo un año de diferencia con mi hermano varón seguía paso a paso su camino: si él estudiaba inglés, yo también, al cabo de poco tiempo yo abandonaba y él seguía, se le ocurrió jugar al fútbol y a mí también, pero no era época de fútbol femenino. ¿Abandoné o me desplazaron los parámetros sociales? Un día se le ocurrió a mi hermano concurrir a clases de arte, especialmente de dibujo, que continuamos hasta hoy. Sentía placer, como pez en el agua, placer por el sombreado más que la luz, pero una no puede vivir sin la otra. Aunque siempre mis maestros me decían que empezara por los claros y luego venía lo oscuro, nunca lo pude hacer de esa forma.
No tuve una infancia fácil, nunca encajaba en los parámetros sociales de esa época, más teniendo un hermano varón, ya que cada uno de nosotros dos debíamos encajar en los parámetros femeninos y masculinos, pero nunca sucedieron. Odiaba los vestidos, la puntilla, que me peinaran para salir, el color rosa… la que más lo sufrió fue mi mamá que con todo el amor del mundo me cosía los vestidos rosados de botones de animales para convencerme de ponérmelos. Era muy curiosa, vivía en la cornisa o en andamios con albañiles, me llamaban la atención las herramientas y las maquinas, jugaba con autitos, me escapaba a la hora de la siesta.
No fui una hija fácil, nunca pude seguir las órdenes de mi padre. Gracias a todas esas experiencias de la infancia me reconocí y entendí por dónde iba mi camino, hacia lo constructivo, lo creativo, más allá de lo que me dicen. Soy docente de artes Plásticas y Visuales, trabajo en las dos escuelas de arte de la ciudad de San Luis, secundaria N°2 Nicolás Antonio de San Luis y secundaria N°51 Maestra Faustino Segundo Mendoza, en la especialidad artística. Paralelamente y sumamente relacionado, trabajo con mis obras, estoy en un constante aprender y enseñar.
Todo lo que investigo para mis nuevas creaciones luego lo pongo en acción con mis alumnxs en la clase o viceversa, ellos despiertan ideas para replantear o aportar a mi obra. Muchas veces siento que veo con las manos, cómo se dejan llevar por lo maleable que se manifiesta ante las manos. Mis obras van mutando en relación a la temática, desde la muerte, pasando por autorretratos sanadores, hasta sobre la vida que el ojo humano no puede ver. Uso desde los materiales más nobles como la arcilla y el mimbre, hasta el más tóxico y artificial como resina poliéster.
Hoy transito con esa polaridad que nos da la naturaleza y la tecnología, trabajo con obras a pedido y con las propias, en un taller de la ciudad de La Punta, realizo esculturas de pequeño formato y de tamaños monumentales, también instalaciones artísticas, cerámicas, ilustraciones y libros objeto. Venir a San Luis fue una decisión que llevó un año de pensar si era lo mejor o no para toda la familia, nos enteramos de las Becas BAS XXI y decidimos apostar por el arte aquí. Tenemos una provincia virgen a nivel cultural, el potencial de trabajadores de la cultura es alto, las ideas generadas son de un nivel internacional pero suelen abandonarlo luego de algunos años de excepcional funcionamiento, hasta dejarlo en una mera escenografía, dejando a la deriva los sueños de los trabajadores del arte y su respectiva economía. Si tan solo siguieran funcionando tendríamos un capital humano de excelencia.
Cuando iba a la primaria me sentía tan mal como estudiante, no me gustaba estudiar, odiaba ir a la escuela. Entrar al Bellas Artes, Rogelio Yrurtia fue lo mejor que me pasó, era totalmente diferente de lo que sabía hasta ese momento. Cuando me enteré que me recibiría de Maestra Nacional de dibujo juré nunca ejercer la docencia. La gran contradicción de la vida es que hoy no solo soy docente, sino también una docente que estudia antes de dar las clases, que prepara una didáctica diferente a la que me enseñaron y lo más importante es que lo hago con pasión, con compromiso social de enseñar a los adolescentes, que son el presente y el futuro.
En la secundaria de arte tenía un profesor de escultura llamado Ángel Marzoratti, gran escultor argentino, de familia ebanista, fue el primero que destacó y resaltó mis capacidades en el modelado, que ni yo sabía que las tenía. Me decía que sabía tallar la figura humana, pero que yo le tallara las manos, era para que tomara seguridad en mis propias capacidades, me demostró que podía trabajar de ello.