EL INSPECTOR
Por Roberto Tessi
Una forma de controlar y mirar más allá de las fronteras de los países centrales a lo largo de todo el siglo XIX fueron los relatos, apuntes de dibujos, cartografía e ilustración que realizaron, a lo largo y ancho del mundo, conspicuos personajes que la mayoría de las veces venían escudados y respaldados por las casas reinantes en Europa, universidades, e incluso por la propia Iglesia católica de Roma (que por entonces se disputaba la supremacía con calvinistas y luteranos y que luego se llamaron Iglesias Protestantes en territorios remotos, que empezaban a dejar de ser colonias para convertirse en estados autónomos).
El explosivo desarrollo de lo que pasó a denominarse por la historiografía como «la Revolución Industrial», centrada en un grupo de países de la Europa Central y que habían logrado convertir al capitalismo aliado a la ciencia y la técnica en una fórmula mágica, predecía un futuro de progreso permanente.
Esto se alentaba en inventos y descubrimientos que asombraban y convencían a millones de habitantes, deseosos de una vida con mejor nivel y confort (téngase en cuenta que los automóviles, los aviones y la telefonía sin hilos no se habían inventado). Los viajeros eran personajes sabios y de gran nobleza intelectual, su afán de conocimiento buscaba la fama y el renombre en los cenáculos del poder, y de paso financiaban sus viajes, que duraban años en muchos casos, con información de las potenciales riquezas que existían en lugares inaccesibles de la tierra.
De cada lugar levantaban datos y estimaciones de su potencial de explotación, estimando el valor de acuerdo a lo que se le podía extraer.
El continente africano y nuestra América fueron los que más sufrieron antes y hasta la actualidad estas políticas de apropiación.
Muchos testimonios escritos dejaron estos testigos privilegiados desde la época colonial, y son valiosas sus vivencias en nuestra provincia. Pero ya a comienzos del siglo pasado hubo dos viajeros notables que harían historia: uno de ellos pasó y se alojó en San José del Morro como cardenal de la iglesia, para después convertirse en el Papa Pio IX, constituyéndose en el que más tiempo gobernó el Vaticano desde todos los tiempos.
Otro caso fue la llegada de la misionera Francisca Javiera Cabrini, que por pedido papal cruzó toda América para saber el estado espiritual de las hijas mujeres de los inmigrantes italianos que en multitud habían arribado a estas tierras.
La monja llegó vía Rosario a Villa Mercedes, donde fundó el Colegio del Sagrado Corazón después de una estadía de varios días, para seguir visitando Chile, Perú, Panamá y recalar en la comunidad itálica de Chicago, y acometer allí la construcción de un hospital que hoy sigue siendo modelo en Estados Unidos.
De ese periplo, la hoy consagrada Santa Francisca Javiera Cabrini, ha dejado una nutrida correspondencia para su feligresía de origen, detallando las bondades de esta tierra mercedina. A muchos políticos de aquellos tiempos no les causó mucha gracia este tipo de visitas y las tildaron de «inspecciones», pensaban que se hacían para saber qué estaban haciendo. (Continuará)