Expresiones de la Aldea, Tertulias de la Aldea

LA SERENATA

Por Roberto Tessi

De genuina raigambre hispana, con orígenes en la “Tuna” de Salamanca (protagonizadas por los estudiantes de aquella Universidad), los cantos y música de cuerdas nocturnos a modo de ofrenda amorosa u homenaje eran una costumbre tradicional que se trasladó sin mayores cambios a nuestros lares y a Villa Mercedes que, tan prolífica en guitarreros y cantores, no fue ajena.

Sirvió a más de uno, envalentonado por algunas copas de más, para hacer públicos sus amoríos con la dama de sus sueños.

Por eso fue común por mucho tiempo alquilar un par de coches de Plaza en los que se trasladaban alegremente músicos, cantantes y acompañantes amigos de la juerga nocturna.

Frente al domicilio indicado, que no siempre tenía un balcón a la calle, alguien golpeaba las manos y con voz muy fuerte gritaba: “¡Serenata!“.

A veces alguna luz se encendía en la casa y los músicos se afanaban en un punteo que era el prólogo al cantor, que no siempre era el enamorado, sino que en el cogollo dedicaba en nombre de su patrocinador la dedicación: “con todo amor y respeto para la Niña… (y ahí se decía el nombre de la Dulcinea mercedina), que generalmente con voz en falsete agradecía muerta de vergüenza.

Aunque no siempre este trámite resultaba tan simple y feliz, ya que en voz baja se comentaba por varios días la sorpresa que se llevaron los serenateros frente a una casita del barrio Las Mirandas, cuando sin decir “agua va” les llovió por arriba de la tapia un baldazo de agua sucia que los empapó y puso en fuga, pues era famoso ese polaco de hijas rubias por lo celoso y violento.

Otros, como una gracia, mientras toda la familia se deleitaba con los musiqueros, se ganaban por los fondos al gallinero y se llevaban un par de gallinas ponedoras que en un rato pasaban a ser cazuela en un rancho de las afueras y para festejo de todos.

Quedó para la historia el relato escrito del maestro Arnulfo Soria sobre lo que sucedió una noche de serenata allá por la calle 1º de Mayo:

Toc – toc, golpean la puerta del Chantecler (está todo cerrado y oscuro)

Ladran los perros a lo lejos…aplauden con las manos…

-¡¡¡Abra doña Juana…!!!, soy Tello y vengo con unos amigos

Voz femenina enérgica desde una ventana que se enciende: ¿Quién es? ¡¡A estas horas ya está cerrado!!

Tello: doña Juana, déjenos pasar, vengo con unos amigos y José María Gatica, el mono, ¡¡¡el gran campeón argentino de box!!!

Qué Gatica ni Gatica, váyanse a joder a otro lado, las chicas ya están durmiendo.

-Pero doña Juana, soy el diputado Tello.

-Ma qué diputado ni una mierda, a dormir, ya está cerrado.

(Se golpea una ventana y se apaga la luz)

Dice el mono, mientras se van retirando: “Che, Tello, ¿qué clase de diputado sos que no te da bola nadie?”, mientras los demás festejan a carcajadas.

Ladran los perros y se escuchan unas guitarras en serenata a lo lejos para el lado del bajo del Río.

La camioneta “Ford” soporta a un grupo numeroso de jóvenes muy entretenidos.
Varios de ellos entonan una serenata. San Luis, hacia 1938. Foto: José La Vía.