“CHICHILO”, EL CICLISTA IMAGINARIO
Por Sebastián Reynoso
Elegiste una noche fría de invierno para volar tan alto y en las fuertes alas de un cuervo, bajo una brillante luz de luna del mes julio…
Con tu adiós se nos fue un personaje muy querido y entrañable para todos. Mis recuerdos de la infancia me llevan a esos viejos tiempos en donde solías recorrer el barrio de punta a punta, o cuando te detenías en la esquina del viejo almacén para tomarte ese vinito tan sagrado, solo comparable, a tus ojos, con el del cura en la Iglesia.
Hacía tanto frío esa noche que los charcos se hicieron escarchillas, y tal vez por eso tu bicicleta imaginaria plantó los frenos y se desinfló.
La misma bicicleta con la que solías recorrer las calles del barrio. Algunos no te entendieron, ya que tan solo en tu mente “esa” era, realmente, la mejor bicicleta del mundo.
Muchos se reían de vos y de tu loca imaginación, otros en cambio se prestaban a tu juego, y en ocasiones te incentivaban con fervor y aliento para que no dejaras de pedalear nunca.
Es una pena, pero esos momentos nunca quedaron plasmados en una imagen fotográfica… y es que en aquellos tiempos no muchos tenían una cámara de fotos, mientras hoy todo el mundo registra un momento o un instante con un celular…
Cómo han cambiado los tiempos, Chichilo.
Esos viejos que te conocieron de chico nos cuentan que cuando eras tan solo un niño te gustaba mucho andar en bicicleta, pero solo podías hacerlo en ciertas ocasiones, cuando algún amiguito te prestaba la suya, ya que tus padres nunca pudieron comprarte una. Por eso comenzaste a trabajar para poder ahorrar y comprártela. Fuiste canillita, mandadero, lo ayudabas a don Carlos en el taller mecánico…
Sin embargo, nunca se te dio. La miseria que seguía azotando a tu familia estaba primero, y eso estaba para vos antes que nada.
Después cuentan que te tocó hacer el servicio militar obligatorio, y que luego de cumplir con esa obligación casi todos coinciden que es allí donde cambió tu modo de ser, tu forma de pensar. Fue entonces el tiempo en que tu mente comenzó a volar e imaginar, como si nada te importara lo que pensaran o dijeran los demás.
Simplemente comenzaste a salir y recorrer las calles de a pie, con los brazos a media altura. Algunos hasta se asustaban creyendo que querías comenzar una riña, pero después de observarte unos segundos se daban cuenta de tu loca imaginación.
Esa bicicleta, tu bicicleta, quedó marcada en la infancia de muchos de mi edad, y hoy se recuerda como si fuera ayer.
“Chichilo, el ciclista imaginario”.