Por Leandro Javier Baigorria (*)

El purgatorio de las jornadas,
un confesionario con cama.
La nave nodriza
donde regreso
tras absurdos itinerarios.
 
El caldo primigenio
donde se cuecen los miedos.
La sala de auxilios
donde amenizan las fiebres.
 
Una playa nudista
donde exhibo mi cara,
donde la maquillo
(también)
para la vida civilizada.
 
Una silenciosa voyerista,
un burdel de antifaces.
El zaguán de mi sonrisa
y la antesala de una lágrima.
 
Un laberinto de espejos
y un simposio de personalidades.
Un mausoleo adornado
            (bien perfumado).
 
Una sala de torturas
donde el occiso entra
            (y casi nunca sale).

(*) Mi nombre es Leandro Baigorria, tengo 28 años y vivo en la ciudad de Juana Koslay junto a mi fiel compañera y nuestro maravilloso hijo. Me encuentro finalizando mi primer año en el taller literario Silenciosos Incurables; aquí encontré el espacio propicio para desplegar libremente esta sanadora experiencia que es la escritura.