Las palabras y los mapas
Por Viviana Bonfiglioli (*)
Reconozco en Martín, mi primer hijo, un interés precoz por aprender a leer y a escribir. A los dos años ya sostiene un lápiz entre sus dedos e intenta una “E”, le sale en espejo. Siempre me pide que dibuje letra por letra su nombre o el nombre de las cosas, luego las copia. En la escuela aprenderá rápido y rápido se rodeará de libros.
En él veo el mismo interés de Valeriana, mi abuela; pastora y cuidadora precoz de sus nueve hermanos menores.
También me veo; para mí fue mágico arribar a la decodificación y diseño gráfico de cada sonido.
Yo hacía los deberes en la mesa de la abuela y un día noté que ella se sentaba muy junto a mí. Mientras yo dibujaba con esfuerzo las letras, ella, que siempre se había lamentado de no saber leer, las copiaba y leía en un susurro.
Tardes de prueba y error por las rutas inciertas de las palabras.
Me parece recordar que ella aprendió a leer más rápido que yo. En la escritura no, le gané yo, su mano temblaba al dibujar las letras.
Las dos terminamos nuestro primer cuaderno juntas, ella tenía sesenta años, yo seis.
A veces repaso esa tarde o esa noche.
Dejó su cuaderno y caminó hacia la biblioteca, tomó una enciclopedia, buscó un mapamundi. Se sentó y leyó el nombre de cada parcela de tierra y de agua del planeta; cada tanto se iluminaba su cara reconociendo países, provincias; un río que amaba. Con un dedo vacilante recorrió un mar de papel y de tinta y se quedó callada. Como si acabara de apoyar sus pies en este continente.
Valeriana había cruzado el Atlántico con dieciocho años, tan analfabeta como Mariano, mi abuelo; huyendo de la guerra y el hambre. Y habían venido a parar por error, o no, a San Luis, una ciudad pueblo en el ombligo de Argentina. Y habían criado siete hijos, construido un hogar.
Veo a Martín hacer la mímica de la lectura de un libro rojo, grande para sus fuerzas, pero que será uno de sus preferidos: un libro de historia.
Mientras, yo sueño con arribar a la orilla del Duero para colocar ahí, como un tributo, todas las lágrimas que nunca, nunca, le vi derramar a mi abuela.
(*) Viviana Bonfiglioli, nació en San Luis, es madre de Martín, Florencia, Rocío y Paula; es profesora de arte, pintora, ilustradora, escritora. Desde hace diecinueve años coordina el Taller Literario Silenciosos Incurables.
Viviana es una brillante critoria pero sobre todo una maestra sensacional dedicada y cuidadosa de cada detalle en la enseñanza como pocas he visto.
Docente la admiro profundamente
Viviana es una brillante escritora pero sobre todo una maestra sensacional dedicada y cuidadosa de cada detalle en la enseñanza como pocas he visto.
Docente la admiro profundamente
Viviana es un cielo!!.
La devoción por su abuela, traspasa!
Privilegio y placer haberla conocido!
Maravilloso texto Vivi, es un viaje también hacia las emociones. Seguramente tu abuela estaría orgullosa de tu talento y el de Tincho que nos hace viajar con su música. Felicitaciones!
Hermoso texto Viví! Trasmite admiración y cariño. Bello reconocimiento para la abuela. Y que facilidad para describir cada detalle. Felicitaciones! Precioso.
muy Hermoso!!! Viviana, lograste llevarnos a esos momentos vividos con nuestros propios abuelos, me emociona!
Vivi me encanto!!
Llore por tu abuela!!