Reportajes

PABLO DARÍO FISCHBEIN

«Me gusta visitar afectos, que por fortuna son numerosos. Asado con amigos y mateadas con amigas son mis planes favoritos. También manejar por la sierra. Salir a caminar (solo o con mi perra).

De mi viejo aprendí la cultura del trabajo, de valorar los logros desde el esfuerzo y la dedicación personal. El amor por el jazz y la música clásica. El respeto por el otro.

De mi vieja aprendí la generosidad, la solidaridad. Que hacer algo por alguien, conocido o no, es una de las mejores oportunidades que nos da la vida. Que el amor, en cualquiera de sus manifestaciones, es simplemente necesario mientras estamos vivos.

La amistad ocupa uno de los primeros lugares en mi escala personal de valores. Porque me alimento y me alimentan. Porque si no tengo sus orejas, sus palabras, sus sonrisas, no sé ni cómo vestirme antes de salir al mundo. Porque si no puedo brindar mis orejas, mis palabras, mis sonrisas, me marchito como un libro que nadie lee.

Pasé por San Luis en mi viaje de mochilero, en abril de 1998. Fueron diez días esa vez, y me enamoré de sus callecitas, de su ritmo tranquilo, de las sierras acá nomás, y sobre todo de la vida universitaria.

En marzo de 1999 me instalé en esta ciudad, con el objetivo de continuar la carrera y después ningún plan. La vida. Me sentí local recién en 2002, un mediodía cruzando la Illia a la altura de Mitre. Ese día me di cuenta que “las callecitas de mi barrio” ya no estaban en Ituzaingó, sino acá.

No sé si viviré en algún otro lugar, pero tengo intenciones de pasar mis últimos años en San Luis. Tal vez en Piedra Blanca, quién sabe».