Reportajes

Luis Benjamín Roure-18/04/2021

Mi nombre es Luis Benjamín Roure, nací en Río Cuarto, el 10 de febrero de 1982. Crecí en un barrio de antiguas quintas, acequias, cañas de pesca, frutales, entre bizcochuelos y bicicleta. En mi familia somos cinco: Jorge, mi papá, Liliana, mi mamá, Andrés, mi hermano, y Nelly, mi abuela. Mis viejos, hoy jubilados, se dedican a vender motores.

Mis abuelos, inmigrantes españoles e italianos, dejaron una herencia muy grande en mi familia. Desde pequeños viajábamos en un Ford 350 modificado como casilla rodante por mi padre y un amigo. Recorrimos de Ushuaia a Bolivia. Terminé el secundario con una guitarra en la mano y gracias al apoyo de mi familia pude estudiar música en La Colmena, una escuela de Córdoba, donde viví siete años. Hoy instalado en Merlo San Luis, con mi familia, Nayla y Sara.

Mi primer trabajo fue cursando la universidad, dando clases de guitarra y dirigiendo un ensamble en la escuela de música «Pentagrama». En 2004 dejamos el país y comenzamos  una búsqueda que nos llevó a un gran cambio a cada uno. Aprendí muchos oficios: trabajé de lavacopas, atención al cliente, camarero, barman, ayudante de cocina, cocinero, músico callejero, profesor de guitarra, pintor, compositor, productor musical, en un vivero, dando talleres de panadería, armonía, y los últimos tres años dirigiendo cocinas en Córcega. Tuve la posibilidad de estudiar en una Institución y de aprender diferentes oficios. Descubrí que al tener necesidades, entender un idioma o juntar el mango para sobrevivir fuera del ambiente de confort, desarrollamos habilidades y  capacidades que solo allí despiertan, aparecen y es algo hermoso.  Después tomé la decisión de relacionar mis tiempos y mi vida con la música. En la actualidad trabajo en «Casa Atelier», escuela de Música, en «La Casa del Poeta Esteban Agüero», y en mi pequeño estudio «El Refugio».

Una anécdota que marcó mi vida fue estar trabajando en la barra de una taparía en Almería, y en las siguientes 48 horas estar navegando el estrecho de Gibraltar en un velero como parte de un trueque donde aprendí a navegar a cambio de enseñar guitarra, con dos franceses que querían llegar a Senegal, fueron cinco meses para llegar a Dakar, pasando por Marruecos, Canarias, Cabo Verde, parábamos en las islas y con la guitarra en mano mochila y arpón, salir a caminar días, semanas, antes de volver a mar abierto. Al comienzo lo difícil fue la descompostura, y después la paranoia de estar en el medio del mar con dos desconocidos, que además no les entendía, iba todo el tiempo con un diccionario de bolsillo, intentando comprender. De a poco fundimos una amistad que se mantiene hasta hoy. En ese tiempo he tocado con diferentes músicos, de distintos países, a veces sin poder hablar una sola palabra, allí sentí que la música era el pasaporte más bello, el lenguaje que trasciende las palabras. Conocí músicos de reggae y terminamos realizando una gira por Cassamance, un lugar en donde se vive de una manera muy diferente.

La vida me ha hecho el regalo más bello que pude imaginar, junto a Nayla fuimos padres el año pasado. Compartir con mi familia es una vivencia de tiempo completo, desde que llegó Sara mis tiempos y prioridades cambiaron completamente.

Me gustan mucho las plantas, son un cable a tierra para mí, hacer esquejes, preparar la tierra, realizar quinta, sembrar. Disfruto el contacto con la naturaleza, el caminar, ir a la montaña a acampar, de vez en cuando una pesca, en la familia nos gusta mucho la pesca con mosca, el folclore de ver los insectos en el aire, en el agua y luego con  plumas e hilos se intenta imitar lo más fiel posible lo que se observa. 

Soy bastante inquieto, me gusta escribir, me gusta reparar cosas, fabricar, soy feliz con herramientas y tareas manuales.  Suelo tener libros a los que voy tomando de manera aleatoria, está dando vueltas “El don del Águila”, de Castañeda.

Sigo estudiando sobre armonía, composición, música, plantas, hierbas medicinales, todos allí dando vueltas en la mesita de luz. Me gusta conocer nuevos artistas, el año pasado conocí una banda que me gustó mucho la frescura y fusión que tiene, se llama Snarki Puppy, y siempre sonando esta Miles David, John Coltraine, Jobin, Piazzolla.

Comencé a generar una escuela de música, “Casa Atelier”, que continúa creciendo. En la Casa del Poeta Agüero estamos generando un espacio para aprender música, un Ensamble Musical. Creo que al Valle necesita una escuela de música pública, conservatorio, universidad, para poder brindar herramientas a futuros artistas, y a través del conocimiento enriquecer esa identidad cultural.

Más allá de los conceptos teóricos, la música nos atraviesa constantemente sea con el canto de un pájaro, con el viento, con el sonido de un tren. Creo que más allá de la capacidad de transmitir emociones, ideas, situaciones, anécdotas, historias, la música tiene la capacidad de sanar, por ello confío completamente en ella, creo que tiene un rol fundamental entre las personas y cada ser.