Diego Ezequiel Gatto-27/06/2021
Mi nombre es Diego Ezequiel Gatto, nací en Caballito, Buenos Aires, el 3 de octubre de 1980. Tuve una niñez muy sana y alegre, con una familia muy presente y casi sin muertes ni enfermedades en mi entorno. Mi padre comerciante y mi madre diseñadora de ropa. Soy actor, director, dramaturgo y docente de actuación.
Comencé a formarme a los doce años. Mis primeros trabajos en teatro comenzaron a los dieciséis y en medios audiovisuales a los dieciocho años. Dentro de los últimos trabajos están Moishe (serie audiovisual que escribí, dirijo y actúo), Terapia, y Justo Daract (obras en las que actúo).
Actualmente vivo de los talleres de actuación que doy en el Teatro Amigos de Merlo y gracias a los ingresos de mi compañera, Bárbara, artista audiovisual. Una vez en un viaje familiar con un contingente, me pasee por todo el hotel con una larga cola de papel higiénico colgando de mi pantalón en el momento del desayuno, previo a volver a Merlo, por supuesto todos lo supieron antes que yo.
En mis tiempos libres escribo, leo, veo videos, teatro, tareas con mis hijes, mates con mi compa. Me gusta leer, ver videos y escribir. Estoy releyendo “La Chaco”, de Juan Solá y escuchando mucho The Doors y los discos viejos de la Bersuit. Trabajo en cultura, básica y humildemente intentando transmitir la importancia del teatro como medio de expresión.
Siempre recuerdo un momento clave en mi relación con la actuación, y fue en un taller que tomaba con Javier Daulte y Alejandro Maci (allí me desafié sin resguardos, golpee y levanté muchas veces) un día que asimilé desde una improvisación, que en la vida todo podía suceder y todo valía.
Yo siempre tuve que luchar por romper mis estructuras, y ese fue un momento liberador, donde dejé de desear que las cosas no sucedan y me dije: “¡vamos!, que venga lo que tenga que venir, que estoy listo para improvisar y hacerme cargo”.
Los obstáculos más difíciles siempre fueron los que ponían en riesgo a mis hijes y también fueron mis tres hijes les que me regalaron la mayor felicidad con sus nacimientos. Ojalá tuviera una filosofía de vida definida, hago lo que puedo, y busco incansablemente la manera de ser feliz y que mi familia y seres querides lo sean.
No suelo analizar ni la provincia ni el mundo, suelo estar más atento a mis emociones y la de mis seres más próximos, me enrosco, vivo tan intensamente lo que me pasa a mí conmigo y con mis relaciones que no me queda resto para ir más allá. Bueno ahí encontré algo de mi filosofía, (se ríe), los cambios desde dentro, desde la propia acción, desde lo pequeño.
Sí creo en un cambio masivo desde la conciencia y acción de cada une. Mi familia está compuesta por mi compa Bárbara y mis hijes Santino, Mateo y Nina. A fines del año 2012 me fui de Buenos Aires, ya tenía mi segundo hijo con un año y medio, el mayor de tres años y medio y por primera vez me pregunté dónde estaba viviendo, había comenzado a compartir mi vida con Bárbara, que por cierto es de un pueblo de Córdoba, así que comencé a ver Buenos Aires de otro modo.
Allí vivíamos bastante encerrados por el tema de la inseguridad. En lo artístico de los 365 días del año tenía seis de laburos artísticos. Se suponía que estábamos en capital porque era donde más trabajo había, pero en nombre del actor decía a todo que si, ya tenía mi lugar: cine, tele, publicidad. En épocas bajas de laburo incursioné en la gastronomía y como mi primo estaba en un restaurante en Merlo me dije vamos, de paso puse en jaque mi profesión, si acaso lo estaba haciendo por demostrarle algo a alguien.
Así fue que llegué a la provincia pensando en trabajar un poco y después arrancar con lo mío. Fueron cinco años en un restaurant y dos en una estación de servicio. También estaba en desacuerdo con las posibilidades que había en lo artístico, pero todo fue cambiando, también mi rechazo.
Aguantando comencé a realizar algunas cosas como filmar algo en La Carolina y cuando me volví a meter en lo mío fue de lleno: dando clases, con muchos proyectos, y hace cuatro o cinco años siento que me hice un lugar en lo que es la cultura de Merlo, coronando con “Moishe”, un proyecto muy significativo, con la participación de mucha gente del colectivo cultural, mucho vecino, como un pueblo detrás de un objetivo, algo que me llenó de orgullo y felicidad. Una semilla, porque después hay mucha gente que lo hace posible con amor, esfuerzo y sin dinero.