Unas grandes reflexiones nada profundas
La Columna de Iris
Nena, pasó el Día de la Bandera. A mí me emociona mucho. Pienso muchas cosas, entre tanta turbulencia y tanta cosa, me parece valioso que algo nos una un poco. Que, por lo menos, sin tantas vueltas aceptemos algo en común.
Esto ya te lo conté, pero yo me la imagino al viento en una escuela de frontera, o en una base antártica, o en el Instituto Malbrán, y en una embajada en el mundo. Eso somos. Esos colores hablan de nosotros. Me parece bien que, por lo menos una vez al año, nos dediquemos a honrarla.
Yo de chiquita esperaba el día que me tocaba “ir a la bandera”, me lustraba mejor los zapatos y me ajustaba un poco más la vincha. Me parecía tan importante y volvía y lo contaba en mi casa. Y a mi mamá que era maestra le importaba, lo celebraba, me daba un poco de bolilla. Cosas de la infancia.
Antes la infancia era otra cosa. No digo ni mejor ni peor, digo otra. Con otras ideas, y otros hábitos. Eso fuimos, esto somos. Supongo que, en aquellos momentos, si hubiera podido, me hubiera sacado una foto y la hubiera subido a las redes. Pero en ese entonces para sacar una foto había que hacer un despliegue…un fotógrafo y todo eso. Después había que revelar el rollo, que ojalá saliera bien. Y la mostrabas en vivo y en directo, no la mandabas así al momento a todos lados.
Hoy viste que le sacan fotos al perro, al gato, a la pollera nueva, al guiso, al asado, al vino que están tomando, al suero del abuelito, al boletín del nene, y a tantas otras cosas. Y al instante, las mandan al mundo entero. Y del otro lado lo comentan, o se ríen, o lo ignoran. Así funciona. Yo he guardado tantas fotos tan viejas. Las quiero tanto. Y eso que nunca fui de las que se desvelaba por una instantánea.
Tengo amigas que lo primero que preparaban para cualquier viaje era la cámara de fotos. Y con el tiempo se sofisticaron con el color, distintos lentes, el flash, el zoom y no sé cuántas cosas más. Había que vivir posando. Igual, ahora hay como una fiebre. Viste que en un recital sale el cantante y están todas las lucecitas en la platea. Y en un partido de fútbol hay un penal, y todos con el celular inmortalizando el momento.
A veces me parece que, en lugar de vivir intensamente una situación, prefieren inmortalizarla. Yo siempre fui más de disfrutar un paisaje o un momento, que de sacar la fotito. Cada una es cada una.
Siempre me cargaron porque era la primera en criticar las fotos, y rezongar por llevar las cámaras y eso, pero era la primera en querer mirar todo lo que habíamos retratado. Ahora repaso algunos álbumes y la verdad que me lleno de recuerdos y vivencias de otros tiempos. De lugares, de momentos, de seres tan entrañablemente queridos, y que, en muchos casos, obviamente ya no están.
El otro domingo, el Día del Padre, me puse a revolver cajones y me encontré con algunas imágenes de mi viejo. No sé por qué hoy escribo “viejo”, si nunca se me ocurrió decirle “viejo”. Una copia algunas cosas. Será por Piero: “viejo, mi querido viejo, ahora ya camina lerdo, como perdonando el viento…”. Qué sé yo…cosas, recuerdos, la vida que se apura a pasar.
A propósito…a este andar presuroso, la pandemia le pegó una buena acelerada. Fue el 20, es el 21, Dios mío, que pase pronto. Tengo muchas ganas de tomar el té con las chicas una tarde lluviosa y fría de otoño. Jugar a las cartas hasta la medianoche. Y que puedan venir todas, y ni mirar la hora, y hablar de otra cosa. Irse cada una cuando se le antoja. Nada de hablar de barbijos, de vacunas, de oxígeno, de distancia, de alcohol y tantas otras cosas desagradables. Ya sé que para eso falta y que por el momento hay que seguir con los cuidados y todo eso. Tranquilos que en mi grupo somos muy cumplidoras.
Sabés que creo que debería imperar en muchos momentos: el silencio. Hay demasiada gente hablando de gusto. No es cercenar libertades, ni prohibir que opinen, ni censurar expresiones. Pero a nivel público hay que obrar con mucha responsabilidad. Por favor basta de decir cualquier cosa. Confunden, incomodan, cansan. Después tienen que aclarar y pedir disculpas, mejor pensar antes de hablar. Mejor reflexionar. Y en tal caso, mejor callar y meditar. “Dos oídos y una boca, para escuchar el doble de lo que hablamos”.