BITÁCORA DE PANDEMIA
Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia
La Opinión/ La Voz del Sud
Nos asomamos al cuaderno de viaje en pandemia de Agustín Lautaro Sánchez, ciudadano de San Luis:
-Lo siento, dijo Alicia toda abochornada por la emoción, nunca pensé que…
-¡Ése es el punto, bramó la Liebre enfadada, si no piensas no hables!
San Luis, 15 de julio, segundo año bajo el Covid…
Querido cuaderno, qué gustoso dibujo cada letra en tus hojas esta tarde.
De todas las ideas que se me han venido a la cabeza en estos meses de pandemia, te quiero contar esta. Es una pregunta, una duda que me surge de inmediato cuando me paro a pensar en mi vida dentro del caos COVIDiano o cotidiano, ya es lo mismo.
¿En qué carajo pensamos? O sea, ¿en dónde ubicamos la inteligencia en nuestros juicios, sean de valor, de proyección, sobre las más insignificantes realidades o las profundísimas causas que dan sentido a nuestro obrar?
Desde aquel lejano 19 de marzo del año pasado cuando esta cortina de hierro cayó en el mundo, realmente he vivido con la dicotomía de estar ansioso por querer hacer todo bien sin perder tiempo, y la pereza de dejarlo, pues no le encuentro sentido.
La sensación del tiempo en la espalda y los párpados, un exceso que sucede a otro, en escala de vaciedad y nocividad. Una risa que brota de la más obscura tristeza y lágrimas que destellan regocijo. Mis meses han pasado, sin saber en qué.
De allí que me pregunte: ¿por qué hago esto o lo otro? ¿Qué me mueve a llevarlo a cabo? He escuchado tantos monólogos de superación personal, que me apabullan, con frases grandiosas, como, “He bajado 30 kg”, “me voy a Europa, para huir de acá y ser feliz”, “dejé mi trabajo por una oferta mayor”. Yo respeto y admiro, me emociona, y de corazón lo digo. Pero hurgando más en mis interlocutores, tengo la sensación de que hacen eso porque es lo que resulta más llamativo, y nada más.
Encuentro desatinado el discurso de un progreso superficial, de una carrera sin meta.
Aún así, detrás de mi mostrador también experimento una fascinante explicación de la conexión entre La Metamorfosis de Kafka y The Saturday Night Live, hecha por un pibe que vende agua, o una exhortación a la fortaleza hecha por quien todo lo ha perdido y su cuerpo se debilita por el cáncer.
Mi querido cuaderno, mi punto es, que si hay algo que he madurado en estos meses, es que la peor crisis que puede enfrentar el ser humano, es no buscar lo esencial en su vida.
La vida y la muerte, la gloria y el dolor, el amor y el odio. Son sólo etapas, vemos prevalecer ancianos contra el COVID, a niños morir de hambre, a Messi levantar la Copa y vemos ser enterrado “al Diego”, observamos a un hombre llevar en silla de ruedas a su mujer para ser vacunadas y vacunaciones VIP. Lo importante es buscar lo que hace a nuestras vidas plenas. Se decía que el Gran Alejandro, prometió a Diógenes, el Perro, darle lo que quisiera, y éste le dijo que se corriera que le tapaba el sol.
Los griegos, pensaban que la vida era buscar el conocimiento perfecto y debían alejarse de todo aquello que estuviese cargado de la frivolidad que hacía débiles y tontos a los ciudadanos.
Por suerte, hay muchas personas que avanzan en ese camino de la perfección, lo triste tal vez, es que puedan ser las personas que menos influencia tendrán en la sociedad.
La Pandemia pasará y con ella, la vida misma. Lo crucial es qué hicimos con la vida. ¿Qué hicimos con el tiempo que se nos otorgó?
Decía Pemán, “La virtud más eminente, es hacer sencillamente, lo que hay que hacer”.
Descubramos qué hay que hacer, hurguemos en el abismo insondable de la sabiduría, y allí hallaremos paz. Si perdemos ese camino es un desastre, ancho es el camino que lleva a ningún lado.
Para que de esto salgamos mejores, como dicen, y no sólo siendo buenos compartidores de memes, tenemos que mirar en nuestro interior. Darle cuerda a nuestra alma para que se eleve cual barrilete. Sino, sólo seremos fibrosos tiktokers, a merced de cualquier crisis nerviosa.
Te dejo asentada aquí la frase del gran Kirkegaard: “La puerta de la felicidad se abre hacia adentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más”.
Quiera el Cielo, que yo, la sociedad y el mundo nos retiremos para poder abrir esa puerta.