Reportajes

Gerardo Emmanuel Castro,29/08/2021

Soy Gerardo Emmanuel Castro, nací el 29 de mayo de 1993 en Mendoza. Como mi papá era militar tuvimos varios traslados, estuvimos un tiempo en La Rioja, después volvimos a Mendoza, luego a Malargüe y de ahí a San Luis. Tuve una infancia de mucho aprendizaje, de adaptarnos a diferentes lugares, muchos suponen que tuvo un trasfondo negativo, pero para nosotros fue como un juego, mis padres se las supieron arreglar muy bien, el hogar eran ellos, donde ellos estuvieran, era la casa, no importaba dónde. Tenemos como un cierto fanatismo por nuestra patria, por lo tanto teníamos el deseo de conocer distintos lugares, micro culturas dentro de nuestra cultura tan diversa. A los diecisiete me separé de mi familia porque me vine a estudiar.

Siempre tuve como la certeza de querer dedicarme a algo que tuviera que ver con las personas, me gustaban las ciencias sociales, también medicina, economía, siempre he sido muy curioso. Cuando empecé a interesarme por estudiar medicina, en realidad estaba más relacionado con el estar cerca de la gente, el poder comprender distintas realidades que por ahí están más sumergidas, me fui encantando con la psicología que era algo que no conocía mucho.

Quise probar y la verdad que fue la mejor elección que he tomado hasta hoy, pienso que el periodo madurativo en el que uno está cuando tiene que tomar ese tipo de decisiones es un poco prematuro, porque con esa edad imaginarse el futuro, es como mucho. Me parece una profesión fantástica, sumamente interesante, llena de todo, está presente en muchas ramas, áreas, campos en los que se puede intervenir, en los que se puede trabajar.

Al final trata sobre nosotros mismos, trata de las personas, entonces creo que a todos nos interesa en algún punto la psicología. Laboralmente comencé con un acercamiento al campo educativo, dando clases, en escuelas privadas de la provincia y también nivel superior y nivel terciario, en un Instituto de Formación en Educación Física.

En las escuelas privadas tuve mi primer acercamiento al mundo de la discapacidad, así fui descubriendo otro mundo. Me dedico a la clínica psicoterapeuta, lo que la gente conoce como consultorio o psicoterapia, nosotros los psicólogos lo llamamos clínica, que hago de manera privada, y además trabajo en una institución de la provincia, en la Escuela de Equinoterapia de Terrazas del Portezuelo.

En lo personal ha sido encontrar la mejor combinación posible, en esta cuestión de poder llevar la clínica que yo le digo a puertas cerradas, a la clínica al aire libre: a la tranquera, al fardo, al pasto, a los caballos, yeguas.

Equilibra muy bien poder ampliar el campo de lo clínico, de lo que es psicológico y terapéutico, en un ámbito totalmente distinto. La gran mayoría son menores de edad y también la mayoría con diagnóstico de discapacidad, aunque no es una condición excluyente, la institución es pública, gratuita, se puede acercar cualquier persona que tenga algún tipo de problemática psicoafectiva o psicosocial o que esté en algún estado de vulnerabilidad, como tratamiento es fantástico.

El hecho de estar en contacto con el caballo o yegua, realizar un movimiento de apertura, un impacto sobre la dimensión corporal de la persona que recibe este tratamiento, es muy recomendado para quienes tienen una discapacidad motriz, el movimiento que tiene al marchar en su marcha natural, imita la marcha humana. El movimiento estimula la musculatura, combina en una sola práctica varios componentes.

Está la posibilidad de volver a jugar, en contacto con los animales, el aire libre, las plantas, otros animales que no son caballos, como los perros de la institución que tienen un rol importante en el tratamiento.

Hace poco estaba con uno de mis jinetes (7 años) que tiene diagnóstico de autismo, es un chico con mucha funcionalidad, y es una criatura muy dulce, siempre  trae un disfraz. Habíamos acordado pintar en una de las tranqueras, cuando llegó note que me traía un sombrero a mi también, interpreté que había pensando en su casa que si él iba a estar disfrazado, yo también tenía que estarlo.

Muchas veces nosotros no nos damos cuenta que los niños también están pensando en nosotros, y nos están involucrando en su experiencia, eso para mí fue llenador y significativo. Si tuviera que resumir, mi filosofía de vida es intentar volver a los vínculos, a las raíces, la importancia de tener al otro al lado, de poder apoyarnos en los demás, y también en intentar cada vez más ser personas emocionalmente disponibles cuando otros nos necesiten. Nos hemos desconectado de lo más elemental que tienen los seres humanos que son los otros, las personas que queremos. Me parece importante como mensaje volver a eso, volver a darle sentido, valor, entidad a los que nos tienen en el día a día.