La Columna de Iris

Nena, hace rato que te quería contar esta historia.

“…Un teatro en llamas, una de las imágenes más contundentes a la hora de explicar lo que significó el arte y la cultura para la dictadura militar iniciada en 1976. Hace cuarenta años, durante la madrugada del 6 de agosto de 1981 un comando militar incendió las instalaciones del Teatro del Picadero (el lugar repleto de patrulleros, camiones de bomberos que no tiraban agua y gente amontonada, se vio el derrumbe del techo y las llamaradas de varios metros de altura) tan sólo una semana después de la inauguración de Teatro Abierto, aquel ciclo mítico impulsado por un colectivo de dramaturgos. Estaban Osvaldo Dragún, Roberto “Tito” Cossa, Gallípoli, Somigliana, Carlos Gorostiza. pero tenían la idea de formar un grupo de siete para escribir sobre los pecados capitales y hacer una programación semanal al mediodía. Y todos eran artistas prohibidos”, dice Mónaco. El proyecto creció tanto que la cantidad de autores previstos se triplicó y la fórmula consensuada fue: 21 obras breves (de media hora) distribuidas en 7 días. 

El Teatro del Picadero era originariamente una fábrica de bobinados y bujías, ubicada en lo que era el pasaje Rauch (hoy Enrique Santos Discépolo), muy cerca de Callao y Corrientes.

El nombre y la arquitectura de la sala evocaban los orígenes del teatro argentino –el circo criollo de los Podestá– y la programación inaugural era en sí misma una declaración de principios: una charla a cargo de Pepe Soriano (quien estaba prohibido por la dictadura); otra de los actores Inda Ledesma y Luis Brandoni; un unipersonal de Walter Santa Ana; un show de Marilina Ross (recién llegada de su exilio en España) y un recital del Cuarteto Zupay (también prohibido) …”.

Esta historia podría seguir y es francamente conmovedora. Ya te dije que hace rato que te quería contar esta historia importante. ¿Por qué ahora? Resulta que la Clotilde se tuvo que ir a hacer unos estudios a Buenos Aires. Y la prima la acompañó a todos lados. Un día que tuvieron libre la llevó a ver a la Susana Rinaldi, justamente al Teatro del Picadero. Me contó todo veinte veces. Le encantó, le pareció formidable. Al piano estaba Juan Carlos Cuacci.

Te aclaro por las dudas, la Señora Susana Rinaldi tiene la módica suma de 85 años. Qué tal. Las versiones de Ventarrón y de Melodía de arrabal (Gardel y Lepera), son de otro planeta. Y María, y Malena. Y Uno. Y muchos más. Cierra Yuyo Verde y la gente se rompe en aplausos. Espectacular. 

Bueno, parece que la pandemia afloja un poquito y se están abriendo y facilitando todas las cosas. Salvo los bancos, que siguen con los turnos y con la gente en la calle y con unos líos de novela. Paciencia chicas. Sigamos con el barbijo, con el alcohol en gel, y con las manos limpias. Esperemos que todo siga bien, y la normalidad sea total, o casi. Dicen que, para la jubilación, no hay que hacer lo de la fe de vida hasta fin de año, pero…por las dudas, cada una consulte a su banco. No sea cosa que las haga meter la pata. Con lo complicado que es hacer un trámite.

Te dije nena, que el chico Diego Barassi, de “Cien argentinos dicen” iba a ser un éxito total. Muy divertido. Y parece que se le metió un carpincho en la casa y se pegaron un susto de novela, él y la hija. Se encerraron en un cuarto muertos de miedo. Finalmente, no pasó nada. Menos mal. Cosas raras, parece que en algunos lugares los carpinchos andan por todas partes. La televisión no me gusta nada. Todo griterío, todo chimento. Un desastre. Se interrumpen. Dios mío. Qué bodrios. Se casó el chico Abel Pintos, muy tierno todo. Ahora vuelven los recitales y eso. Parece que tiene un montón de fechas comprometidas y el lugar va a estar repleto. Qué lindo que vuelvan esas cosas y la gente pueda encontrarse y divertirse. Igual hay que cuidarse, pero… en fin. Parece que también retornan los viajes de egresados y las excursiones de jubilados. Yo volví a los baños termales, acá en San Luis. Me hacía falta, tengo la columna cada vez más dura.

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