¿VERSOS ROBÓTICOS? POEBOTS I
Por Eliana Cabrera
Desde los comienzos de la ciencia ficción en el cine y la literatura, los robots han sido de especial interés. La fantasía de que en un futuro no tan lejano sería posible delegar tareas, disminuir esfuerzos y simplificar la vida en general, gracias a dispositivos de inteligencia artificial hoy es una realidad palpable y en desarrollo.
Pero, ¿es posible, y deseable, que el avance tecnológico llegue al punto de poder crear arte de cualquier tipo? ¿Se puede pensar en expresiones artísticas cuyos creadores no sean específicamente humanos? ¿Puede un bot crear un poema?
Antes que nada, los bots son softwares o programas personificados de modo tal que dan la impresión de poseer inteligencia artificial. Se diferencian de los robots al no tener cuerpo físico y comunicarse en espacios virtuales. ¿Cómo funcionan? Los bots se componen de algoritmos (conjunto ordenado de instrucciones sistematizadas que permiten hacer un cálculo y hallar la solución de un tipo de problema) que les permiten realizar sus funciones.
Existen bots conversacionales, sociales, de compras, rastreadores, recolectores de información, etc. Cada tipo de bot está diseñado de un modo diferente, adaptado a alguna de las tareas que pueden realizar. Por ejemplo, existen bots conversacionales que funcionan por reglas e interactúan con las personas a través de opciones que el interlocutor debe seleccionar; otros tienen independencia intelectual y usan el aprendizaje automático para aprender de lo que dicen los humanos y responden a palabras clave predefinidas; los bots con inteligencia artificial son una combinación de los primeros y los segundos y usan métodos más complejos.
Claudia Kozak[1] sostiene que la literatura generada automáticamente, conocida también como generadores de textos, es el primer género que aparece en la historia de la literatura digital, en la década de los años cincuenta del siglo XX en Europa.
Los generadores automáticos digitales “producen textos a partir de la combinatoria algorítmica de unidades mínimas verbales predeterminadas que constituyen el input en el proceso de generación; la computadora los procesa aplicando el algoritmo construido a tal efecto por el artista y/o programador con lo que como output se obtiene una serie aleatoria de textos, no completamente azarosa en realidad sino basada en un cálculo de probabilidades”
La luz solar se perdió en la ventana de cristal fue el primer libro de poemas escrito totalmente por un programa de inteligencia artificial, el software Microsoft Little Ice. Su algoritmo memorizó más de 500 sonetos de distintos autores y a partir de ellos generó 10.000 poemas nuevos, a partir de una serie de imágenes, en 2.760 horas, de los cuales la editorial china Cheers Publishing seleccionó menos de 200 para publicar.
¿El resultado como obra literaria es tan valioso como la novedad? Probablemente no, los poemas autogenerados, en el mejor de los casos, pueden tener buena estructura y algo de lógica solo por azar, pero no llegan a reemplazar ni ser estéticamente mejores que aquellos poemas escritos por personas reales.
Quizás la controversia más grande, además de los debates en torno a la “calidad literaria” y la deshumanización de la poesía, sea la pregunta por quién es el autor de un poema autogenerado. ¿Es el bot? ¿El programador? ¿El propio algoritmo que intercede? ¿O todos ellos?
En la Antología de poemas del robot AI Halim X9009, Belén Gache, escritora pionera de literatura digital, compiló poemas realizados por el generador automático de poemas que programó. En ¿Qué es la poesía (para un robot)?, Gache sostiene que “los poemas de Al Halim se presentan como una escritura sin sujeto. En tanto escritura automática, constituyen una técnica de desaparición del sujeto enunciativo y del autor. El origen de sus sentidos reside en las propias palabras, en el lenguaje en sí mismo y en las posibles lecturas más o menos «paranoicas» de sus lectores”.
¿Podrán los bots resignificar las formas en que concebimos la poesía y sus creadores? ¿Dejará de importar el componente humano de una obra artística? No hay dudas de que el trabajo de programación de bots logra llevar el interés hacia la palabra y sus potenciales e infinitas posibilidades de creación de sentido literario, pero ¿hasta dónde seguirá avanzando la inteligencia artificial en relación al arte? Será cuestión de esperar y explorar.
[1] Doctora en Letras (UBA), docente e Investigadora Principal del CONICET