ARGENTINA NO ES BLANCA
El racismo y la discriminación por el color de la piel y el respeto por la identidad marrón requieren de políticas con perspectiva étnico-racial
Por Eliana Cabrera
El politólogo y activista afroargentino Federico Pinta brindó en el 2020 una conferencia realizada para el INAP (Instituto Nacional de la Administración Pública) que tiene a su cargo la elaboración de políticas públicas de formación profesional y capacitación de funcionarios y empleados. Allí introduce un elemento fundamental que debería ser crucial en la gestión pública: la perspectiva étnico-racial.
El autor sostiene que sólo adoptando un enfoque de este tipo pueden desarrollarse políticas públicas que combatan el racismo y la discriminación. En “¿De qué hablamos cuando hablamos de racismo? La necesidad de una perspectiva étnico-racial en el desarrollo, implementación y evaluación de las políticas públicas”, Pinta habla de racismo estructural, institucional, interpersonal y, por último, un racismo criollo, argentino.
Hablar de racismo estructural implica hablar de procesos y prácticas que reproducen la inequidad racial. La base de esto se encuentra en la idea de supremacía de lo blanco (asociado a “lo bueno”) sobre lo negro (asociado a “lo malo”), que se traduce como superioridad blanca/inferioridad negra, “ideología conocida originalmente como racismo científico o biologicista que dividía a la raza humana en subrazas y, a su vez, las jerarquizaba”.
La idea de raza fue una forma de legitimar las colonizaciones y conquistas. La imposición del pensamiento con perspectiva eurocéntrica logró que se impusiera y naturalizaran esas relaciones de dominación, “los pueblos conquistados y dominados fueron situados en una posición natural de inferioridad y, en consecuencia, también sus rasgos fenotípicos, así como sus descubrimientos mentales y culturales”.
El racismo institucional, por otro lado, es el modo en el que estos conceptos son instrumentados por las instituciones, es decir, cómo se crean (o no) políticas públicas con perspectiva étnico-racial que garanticen el bienestar e igualdad de todos y todas.
No hacerlo “puede hacer imaginar que la oscuridad de piel de los habitantes de las villas argentinas y la piel clara de los barrios de clase media son cuestiones arbitrarias, o que simplemente el sol es más fuerte en un barrio que en otro. Este tipo de análisis de problemáticas sociales nos permitirá construir políticas públicas que comiencen a desandar el racismo”.
Uno de los últimos casos de violencia institucional de los que el Estado debiera ocuparse es el de Lucas González, un joven de 17 años que fue víctima de gatillo fácil cuando viajaba en auto volviendo a su casa con amigos. Desde el INADI sostuvieron “este es un caso de violencia institucional, ejercido contra un grupo de adolescentes solo por el hecho de ser jóvenes de barrios populares”, porque la balacera se justificó simplemente porque la policía asoció apariencia y color de piel con delito, sin más fundamentos.
Pinta menciona también un racismo interpersonal, que se hace evidente en el uso de ciertas metáforas como “trabajo en negro”, “mano negra”, “denigrar” o en insultos como “negro de mierda”, “negro planero”, “negro choripanero”. Es el racismo más detectable ya que se evidencia en las interacciones diarias entre personas, pero el autor hace referencia a que, si bien es necesario percibir el racismo en este nivel, los verdaderos cambios implicarían atender primero la deconstrucción del racismo institucional y estructural, “ir a las bases”.
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Ahora bien, ¿a qué se refiere con “racismo criollo”?
Existe una falsa idea acerca de que Argentina es el país más blanco de Latinoamérica, e implícitamente esto se percibe como un signo de orgullo, de alarde. Se sugiere que “no hay negros” en el territorio y que, por lo tanto, tampoco hay racismo porque se asocia la palabra directamente con el color de piel más oscuro, que sí abunda en Estados Unidos, por ejemplo. Sin embargo “los indígenas y los afrodescendientes son sujetos políticos concretos. Si se los despoja de su relato político, social, cultural e histórico, su especificidad termina siendo simplemente una cuestión cromática y entonces parece que es una casualidad que la pobreza estructural siempre afecta mayoritariamente a los que tienen la piel más oscura”.
Las pieles marrones se invisibilizan desde el momento en el que se presenta como argentino/a hegemónico/a como alguien blanco, y se le resta lugar y representatividad al resto de la población. Negar su existencia o reducir a todos en “pueblos originarios” es también una forma de quitarles presencia, al igual que el afán de extranjerizar los colores oscuros; es decir, pensar que si alguien no tiene tez blanca y en cambio tiene rasgos indígenas o africanos “no es de Argentina”.
Identidad Marrón es un colectivo que surgió en busca de reafirmar la existencia de pieles marrones. Alejandro Mamani, abogado e integrante de Identidad Marrón, sostuvo en una entrevista que «muchos de nosotros no hicimos el camino hacia la identidad indígena, que es un proceso personal y no obligatorio; pero aún sin hacerlo somos excluidos de algunos lugares por nuestro color: entonces lo que nos unifica es el racismo».
Desde este colectivo buscan interpelar a la sociedad, visibilizar la discriminación y romper los estereotipos y concepciones blancas acerca de quiénes son los argentinos legitimados y quienes son dejados en una periferia de incertidumbre.
David Gudiño es otro integrante de Identidad Marrón que llegó a viralizarse en las redes sociales, sobre todo en TikTok. Allí publicó un corto titulado “Argentina no es blanca”, en el que visibiliza la estigmatización y cómo el racismo se hace presente en su cotidianeidad. A raíz de la alianza entre TikTok y el Festival de Cannes, es probable que el corto llegue a participar del mismo en la categoría TikTok Short Film.
En una entrevista para el podcast “La cruda”, de Migue Granados, David cuenta situaciones diarias como el hecho de que le pidan que muestre el bolso al salir de un lugar, que lo persigue el oficial de seguridad en un local comercial y los taxis no quieren frenar: asocian su imagen con la delincuencia.
Ante esto se pregunta, “¿Qué colores habitan en las cárceles? ¿De qué color es la pobreza?”. El prejuicio se explica pero no se justifica. Sostiene que “todo el tiempo es sentir que no pertenezco a un lugar, es mirar y ver que son todos blancos, y ¿qué hago acá?”.
En las redes sociales se encuentra frecuentemente con que los seguidores lo asocian con lo extranjero, “no es argentino”, o peor aun, muestras de racismo como “ah, un productor peruano, ni yo me la creo”. Identidad Marrón es un motor para sentirse creador de cultura y dueño de una “perspectiva marrón” que es importante reivindicar y visibilizar, no solo para la comunidad de color sino también para concientizar a toda una Argentina abrazada a la blanquitud.
¿Cómo se resarcen tantos años de discriminación racial?
El año pasado ocurrió que el influencer Santi Maratea intentó acercar donaciones al pueblo Wichí, pero no fue bien recibido y tuvo que retirarse. Pese al enojo de la gente, él sostuvo que era una situación entendible, ya que se había dado cuenta de que toda la planificación de las donaciones, el monto, la identificación de las necesidades y demás había sido pensado por personas blancas ajenas al pueblo, un pueblo marginado y ajeno al Estado. ¿Cómo acercarse respetuosamente desde ese lugar de “superhéroes” blancos que vienen a solucionar los problemas que ellos mismos causaron?
Retomando las palabras de Federico Pinta, la respuesta y solución al racismo es todo un proceso de cambios estructurales e institucionales, que luego se traducirían en una menor discriminación en todas las relaciones interpersonales, y en las representaciones sociales que se tienen acerca de quienes somos los y las argentinas, en búsqueda de igualdad de derechos y una vida digna, asimilando que Argentina más que blanca es marrón.
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tiene orígenes afro, según algunos historiadores.