Expresiones de la Aldea, Notas Centrales, Tertulias de la Aldea

Los “civilizados”

Por José Villegas

A fines de 1861, luego del “misterio” de Pavón, Sarmiento escribe a Mitre advirtiéndole que “en todo caso siempre quedará fuera de la ley el bandido Saá, sobre el cual obraremos por medio de Córdoba y Santiago si logramos establecer nuestra influencia en el interior, procurando primero aislarlo de San Luis, para destruirlo después sin trabajo mayor”

Inmediatamente viene el saqueo “legitimado por la ley”. Así, en los primeros días de enero de 1862, el Juez del Crimen José Veloz Rúa ordena incautar una estancia perteneciente al ex gobernador Juan Saá en los límites con Córdoba, y apoderarse de 500 cabezas de ganado de su propiedad. En el mismo acto se apropian de 4000 cabezas pertenecientes al ciudadano Gregorio Novillo,por ser amigo del “bandido prófugo”.

El 22 de enero el mismo juez ordena el embargo e inventario de los intereses que existiesen en el Departamento bajo su mando, pertenecientes a los individuos Don Juan Saá, Don Carlos Juan Rodríguez, Don Raymundo Barroso, Don Agustín Lucero, Don Benicio Orellano, Don Carmen Garro, Don Marcos Calderón, Don Felipe Saá, Don Feliciano Ayala, Don Francisco Lucero, Don Evaristo Lucero, Don Nemecio Parada y Don Zenón Lucero. Luego, vendrá el pedido de captura y la cárcel para la mayoría de ellos.

Unos meses después de la acción citada, el Teniente Coronel Agustín Lucero, guerrero insigne, ya prisionero, es fusilado por Iseas, por haber gritado desafiante “¡Viva el General Saá, viva Urquiza! Notemos cómo, por esas paradojas de la Historia, este héroe puntano muere por dos motivos bien diferenciados: por un lado por el tremendo afecto y lealtad a su amigo exiliado; pero por otro lado por enaltecer ingenuamente la figura del máximo responsable de lo que estaba sucediendo por esos tiempos, el General Urquiza.

Un hecho similar ocurrió el 8 de diciembre de 1862 cuando Ambrosio Sandes fusila al criollo federal Nazario Tissera, por haber gritado ante su presencia: ¡Viva Juan Saá!

El 18 de julio de 1865, son fusilados “por orden de la justicia”, otros entrañables amigos de “Lanza Seca”: Juan Francisco Lagos, Cornelio Quiroga y Clemente Bustos. Y, años después, en venganza por “San Ignacio”, serán fusilados los combatientes Ruperto Godoy e Ignacio Garro.

Cuando Sarmiento pasa por San Luis, a gobernar San Juan, en un acto compulsivo, producto de la obsesión que sentía por Juan Saá, ordena todavía más humillación para con aquellos de los más incondicionales del caudillo. Así, le pide a Daract que le entregue a los reos Carlos Juan y Elías Rodríguez, ordena engrillarlos y, como ya lo hemos señalado anteriormente,  los traslada a Mendoza para encarcelarlos con mayor seguridad. La obsesión que Sarmiento tenía por Juan Saá, nos hace pensar y hacer una comparación con su “Facundo”. Así, con esa vehemencia que lo caracterizaba, el “educador” advertía a Mitre que “si no se destruye a Saá y todo lo que éste representa, será un nuevo Calfucurá”.

Por décadas, Juan Calfucurá fue el “terror de las pampas”, por sus malones y por su habilidad para combatir a las tropas regulares.