Tu propia aventura
«Imagine Van Gogh» es una muestra que recorre 200 obras del artista holandés con un método denominado «imagen total». Visita por primera vez Argentina
Agustina Bordigoni
Cuando se ingresa a la muestra «Imagine Van Gogh» no solamente impactan los cuadros del famoso pintor, que van moviéndose, tomando vida y forma en las pantallas y en el suelo que uno pisa. También llama la atención la forma en que los espectadores cumplen su rol: algunos de ellos sentados en el piso, contemplando la inmensidad de cada imagen proyectada, otros recorriendo una y otra vez el lugar y, casi todos, registrando ese momento en sus cámaras y teléfonos para la posteridad (o, en su defecto, para las redes sociales). Lo cierto es que conviene pasar por todos esos estadios, incluso el de inmortalizar la experiencia en la retina y en el teléfono.
«Gracias a un elaborado proceso de multiproyección, cada visitante deambula por un país de las maravillas de las imágenes, completamente libre de cualquier restricción. En este espacio donde no hay centro ni periferia, el visitante se deja guiar por su inteligencia emocional, lo que le permite imaginar a su propio Vincent van Gogh«, dice uno de los primeros cuadros que introducen a la muestra y que recorren la vida del artista.
Es una introducción que resulta acertada, porque la inteligencia emocional es la única capaz de comprender el arte, de vivirlo. Y esta muestra inmersiva propone una nueva perspectiva de la obra de Vincent van Gogh sin restricciones, lo que deja un lugar privilegiado a la imaginación de quienes la visitan. Sin dudas cada persona lo experimenta de manera diferente, aunque se trate de las mismas obras y de un mismo artista.
Poco valorado en vida
«La muerte de Vincent van Gogh, a los 37 años, y las difíciles condiciones económicas en las que vivió, contrastan con su posteridad y sus precios astronómicos por los que se valoran hoy sus obras. La imagen del artista sumido en la locura, incomprendido en su época y celebrado después de su muerte, ha creado el incomparable mito de Van Gogh.
Según la leyenda, cuando Van Gogh no pudo pagar una deuda, llamó a la puerta del acreedor y le ofreció una carretilla llena de sus pinturas. El acreedor no se dejó impresionar y lo despidió con sus lienzos. La mujer del acreedor le dijo entonces a su marido: ‘¡Al menos podrías haberte quedado con la carretilla!'», continúa la descripción de la muestra.
Probablemente algunas de las obras que llevaba esa carretilla están representadas en la muestra de un artista tan prolífico (se calcula que pintó más de 900 cuadros en sus 37 años de vida). Con una agradable y tranquilizadora música de fondo (pueden escucharse obras de Mozart, Bach, Delibes, Saint-Saëns y Erik Satie sincronizadas con las imágenes), e incluso el sonido de la lluvia, uno puede recorrer y sentirse dentro de un jardín de girasoles, contemplar una noche completamente estrellada o descansar en «El dormitorio en Arlés»; y, a pesar de todo eso, como bien anticipa el recorrido, hacerlo «en un estado pasivo, tanto física como intelectualmente». Lo paradójico es que la mente descansa, pero sigue viajando, lo vive, se siente parte.
La topoproyección
En 1960, Albert Plécy, cineasta y fotógrafo, orientó sus investigaciones hacia la creación de un proceso de proyección revolucionario. Examinando diversas técnicas de filmación y proyección, Plécy pretendía conseguir un método de «visión total» que sumergiera completamente al espectador. «No sería el espectador el que mirara la imagen, sino que sería la imagen la que mirara y atrajera al espectador, obligándole a renunciar a los modos tradicionales de visión en su experiencia de la Image Totale«.
En ese contexto surge la «topoproyección», que tiene en cuenta la importancia de la superficie, una técnica antecesora de la cartografía que se utiliza en las exposiciones inmersivas. Fue en 1977 cuando Plécy creó la primera de este tipo de exposiciones en Les Baux-de-Provence, en el sur de Francia. “Allí transformó una antigua cantera subterránea en un espacio inmersivo al que llamó Cathédrale d’Images (Catedral de las Imágenes). Los visitantes se sumergían totalmente en las proyecciones de los cuadros mediante su nueva técnica de Image Totale”, cuenta la página web de la exposición.
En 2017, Annabelle Mauger y Julien Baron, que se habían unido al trabajo iniciado por Albert Plécy, presentaron en la Halle de La Villette de París una nueva versión actualizada en Image Totale: Imagine Van Gogh.
La muestra tuvo un gran éxito en París, Montreal, Québec, Vancouver, Edmonton, Saskatoon y Boston. Este año visitó otros países como Canadá y Estados Unidos, y llegó por primera vez a Argentina, Buenos Aires, en donde estará hasta el 31 de julio. Los cupos son limitados y las entradas se venden por horarios con intervalos de media hora, aunque no hay límite de tiempo para permanecer en el lugar.
«El espectador deambula por un país de las maravillas de las imágenes, como si se perdiera en una ensoñación. Liberado de todos los hábitos y limitaciones, se encuentra en un espacio en el que no hay centro ni periferia, en el que es completamente libre de moverse como quiera, vagar a su ritmo y centrarse en lo que quiera, guiado únicamente por la inspiración y la emoción que se ven reforzadas por la banda sonora que las acompaña«.
En esta muestra, que emplea esta metodología, se exhiben 200 cuadros de Vincent van Gogh, y que forman parte de los museos más importantes del mundo, como el Museo de Orsay (París), la Galería Nacional del Arte (Londres), el Museo van Gogh (Ámsterdam), el Museo de Arte Moderno y el Museo Metropolitano de Arte (Nueva York).
Sus pinturas y sus cartas
Las cartas de Van Gogh también son parte de la muestra y de las proyecciones. Las etapas de su vida en fotos, sus escritos y sus experiencias se comparten en la pantalla, pero se viven aquí y ahora. Se trata de otra dimensión, muy importante, del artista.
Son famosas las cartas con su hermano Theo, a quien le confiaba los pormenores de su vida personal y artística, pero también con otros artistas como Emile Bernard y Paul Gaugin. «Estoy trabajando furiosamente, ya que los árboles están en flor y quería pintar un huerto provenzal rebosante de alegría», dice en una de ellas. En Imagine Van Gogh los huertos florecen frente a los ojos de quienes, muchos años después, disfrutan de esa obra en la que el autor trabajó de manera tan furiosa.
Sin embargo, la grandeza que se le reconoce hoy, no se le reconocía aquellos días. Así fue y así lo veía él:
«Vivimos ahora en un mundo de la pintura indeciblemente paralizado y miserable. Las exposiciones, las tiendas de cuadros, todo, todo está ocupado por gente que intercepta dinero. Y no debes pensar que es imaginación de mi parte. La gente paga mucho por la obra cuando el propio pintor está muerto. Y la gente siempre desprecia a los pintores vivos utilizando el argumento de la obra de los que ya no están con nosotros«.
La carretilla de Van Gogh llega a las puertas argentinas por primera vez, y no es para pagar ninguna deuda, sino para que esta vez los lienzos sean valorados más que su transporte. Lienzos en los que podemos transportarnos a otro mundo, otra dimensión, la dimensión que cada uno decida otorgarle.
Imaginando a Van Gogh, imaginando nuestra propia aventura.