EL ARTE DE PASAR LA GORRA
En el intercambio entre artistas y público esta modalidad es mucho más que dinero. Significa conciencia, libertad y una decisión política de mutua entrega
Eliana Cabrera
El payaso Chacovachi escribió en 2015 Manual y guía del payaso callejero, donde, entre otras cosas, sugiere que al momento de «pasar la gorra» hay que armarse de valor y humor: «bancar» esa pausa, encontrarse cara a cara con el público que momentos antes disfrutó del espectáculo, nada más y nada menos que para cobrar por lo que vio. Pero ese público, ¿acompaña la cultura de la gorra? ¿Qué representa ese momento para los y las artistas que interrumpen su show para pedir que su trabajo sea valorado?
El equipo de Casa Azul – Periferia de Arte, (@casa_azul_arte), Casa de Arte Independiente que fomenta la actividad artística en San Luis, sostiene que hace un tiempo que están tratando de cambiar la palabra “gorra” por “sombrero” o “sobre”, agregando también la palabra “consciente”. Trabajan con esta modalidad desde que comenzaron con su propuesta cultural y creen que es una metodología que permite el acceso a diferentes eventos artísticos a personas que no cuentan con el dinero para abonar una entrada estándar, tratando de equilibrar esto con los aportes de la gente que sí puede costear ese valor, o más.
Santiago Lucero, actor e integrante de Improchow, @improchow_, grupo de improvisación teatral, hace ocho años que pasa la gorra para cobrar su trabajo, “y elijo hacerlo porque representa una forma de trueque a medida: yo te ofrezco mi show y vos le ponés el valor que crees que tiene. A veces el valor que le da el público coincide con el valor que le doy yo (hablando en términos estrictamente económicos), otras veces no”, comenta.
Romina Baeza, “Ronda”, es artista y profesora de circo, madre de un bebé de 9 meses, que recientemente retomó sus funciones en La Bandina Circo Teatro y en Eco-Clown con el show Pachatómicas. Empezó a pasar la gorra en el semáforo en el 2007, cuando estaba estudiando y decidió dejar los trabajos eventuales como moza y otras opciones de temporada, trabajos que no le gustaban, con horarios, jefes y, encima, mal pagos, para dedicarse al arte.
“El semáforo fue mi primer salvoconducto a eso y la primera sensación de que podía sobrevivir con el arte, de que si hacía lo que me gustaba y pasaba la gorra, donde fuera que estuviera, iba a sobrevivir.”, asegura. Simultáneamente, empezó a trabajar con artistas de circo en San Luis y se fueron de temporada a Uruguay pasando la gorra. Estuvieron en Montevideo, hacían función donde podían e intercambiaban espectáculo por hospedaje en un camping. “¿Qué representa para mí? Libertad. Saber que podía ir donde quisiera y a donde fuera podía hacerlo y sobrevivir.”
Representante del gremio de la magia en esta nota, Leonardo Funes, “Leo Funes Magia”, (@leofunesmagia), cuenta que sus primeros shows en 2015 fueron a la gorra porque en parte su acercamiento al arte como espectador fue a través de espectáculos en la plaza y al sombrero. Para él “representa una accesibilidad, una democratización, una revalorización del espectáculo. En este sentido, se podría proponer una entrada muy barata pero no es lo mismo; con esta alternativa de la gorra, quien tiene más puede valorarlo de una forma y quien tiene menos puede apreciarlo igual pero no aportar porque no tiene, entonces existe en este sentido una gestión que tiene que ver con decisiones políticas”.
Los y las artistas callejeras que deciden utilizar esta forma de retribución económica por su trabajo se entregan a la decisión de un público que primero observa el show y luego debería abrir sus billeteras, ¿cómo reaccionan las personas en general a esta propuesta?
“La dinámica del sombrero requiere de trabajo e insistencia para lograr concientizar y acostumbrar al público a su lógica. Dependiendo del evento, el público reacciona de maneras diferentes con su aporte. Son muchas las variables; la calidad del espectáculo, el contenido, la cantidad de personas que intervienen (por ejemplo, los unipersonales suelen generar recaudaciones más abultadas), la forma en que lxs artistas ‘pasan el sombrero’, etc.”, describen desde Casa Azul, donde abren sus puertas a diversas propuestas culturales que suelen elegir cobrar “al sobre consciente”.
Para Santiago, existen personas que tienen naturalizado e incluso esperan el momento de la gorra, y otras a las que le molesta.
“La dinámica es entendida en general, pero sufre de un prejuicio que no estoy seguro de dónde viene.Sin embargo, creo súper importante lo que llamamos el ‘discurso’ de la gorra, en donde explicamos el significado de pasar la gorra, que está íntimamente ligado a lo popular, algo que es para todes porque se hace en espacios públicos comúnmente, y podés disfrutar del show tengas dinero o no.
De todas formas, considero que hay algo más importante que la ganancia (y esto lo digo desde un lugar de privilegio, obviamente), y es que cuando se pasa la gorra, se le está dando la libertad a la persona de poner lo que quiera y pueda”. Para él, en ese momento se abre un debate interno en las espectadoras y los espectadores, donde se preguntan qué valor tiene el arte, “¿Cuánto creo que vale económicamente esto que acabo de ver? ¿Puedo poner un poco más de lo primero que se me ocurrió? ¿O menos? A veces es parte de una estrategia exteriorizar este debate interno y hacerlo explícito comparando el valor monetario del show con otros bienes o servicios ¿Cuánto cuesta una coca? ¿Y un kilo de helado? ¿El show tiene el valor de un kilo de helado o de una coca? ¿O más todavía? De esta forma, se pone en comparación y se apela a la imagen del trueque, que evidencia que en la gorra siempre se nivela para abajo a la hora de poner dinero”, concluye.
Ronda comparte que la gente suele ser reacia, “siempre tiene la sensación de que le vas a pedir algo, de que le vas a pedir plata y no. En Argentina, y por la experiencia que tuve en Chile y Uruguay, no creo que la gente le dé un valor razonable. Tenes que ir mejorando tu speech y encontrar la manera de hacer razonar a las personas con respecto a lo que están recibiendo y el valor que tiene” . Pasar el sombrero, entonces, requiere de mucho más que simplemente dejar un recipiente simbólico para que la gente deposite su colaboración.
“Acá en San Luis no hay mucha cultura de gorra, en muchos shows volvía con muchísimos billetes pero eran todos de 10, 20 pesos. Cuando estaban por dejar de circular los billetes de 5 era increíble la cantidad de billetes con los que volvía”, cuenta Leo Funes. “Lo ven como una propina, como un cambio, un gesto ‘amable’, y no realmente como pagar el espectáculo que acaban de consumir”. Sugiere que hay que interpelar a las personas, que por más que es cierto que no es un show que fueron a buscar, en el caso de shows callejeros en espacios públicos, si lo consumen y disfrutan, tiene que ser valorado como tal, como un trabajo. También comenta, al igual que Santiago, que existe un prejuicio y una forma despectiva de referirse al artista que hace show a la gorra “lo ven como a uno que trabaja por poco o por vueltos cuando claramente es una decisión política. Para las contrataciones suele pasar; preguntan cuánto sale el show, les decís y repreguntan ‘¿cómo, si ayer lo hiciste a la gorra?’, y sí, pero es una decisión política en el ambiente callejero”.
“Pasar la gorra es un arte, con el pasar de los años he ido probado muchas cosas y he visto muchas pasadas de gorra y es definitorio cómo se pasa la gorra con respecto al rédito. He visto funciones muy buenas que han pasado la gorra muy mal y han tenido gorras malísimas y funciones muy malas que han hecho unas gorras buenísimas. Hace la diferencia aprender a hacerlo, levantarle el perfil y darle el valor de lo que vos estás dando en escena”, asegura Ronda.
Sostiene que es importante aprovechar ese momento para transmitir la importancia de la gorra pero “sin caer en ponerse demandante, sin ponerse pesado, sin caer en extremos… he visto gorras que han sido violentas, donde el artista está enojado porque ya siente que no lo van a valorar, entonces arranca desde ahí y tiene una reacción adversa. Y no es fácil en realidad, es un momento fuerte porque sabés que es lo que va a definir que hayas tenido una función espectacular o no.”.
El mago Leo comparte algunas de sus estrategias: “primero que nada, dar un buen show, que sea entretenido, que por más que no tengan plata puedan decir que está bueno; lo segundo es comparar, yo hago un discurso para que comparen en show con el cine o el teatro, y tiro un chistecito ‘si les gustó mucho, pongan mucho; si les gustó más o menos, pongan mucho, inviertan en mí, y si les gustó poco pero se quedaron hasta el final, castíguense y pongan mucho”. Otro truco es el de presentar un último show misterioso, para el que antes hay que pasar la gorra, entonces la gente se tiene que quedar, porque también “es impresionante la cantidad de shows donde, al presentar la gorra la gente se va, piensan que el show terminó y es su pie para irse”.
¿Qué pasa con la gente que asocia “show a la gorra” con “gratuito” o “barato”?
“Les diría que es un error conceptual, tenemos que educar nuestro público. Se trata de nuestro trabajo, si bien nos gusta compartirlo también esperamos que sea valorado como tal. A mí me pone muy contento cuando en la gorra me ponen mil pesos (me ha pasado pocas veces, pero pasa), y también me lo rompe cuando me ponen un billete de diez pesos roto.”, cuenta el mago Leo.
“Ante esto no queda más que contar, desde la empatía, el significado de la gorra y la elección de esta forma de ‘cobro’. Es una forma de abrir el debate sobre el valor del arte, y no solo beneficia al artista que lo dice, si no que a todxs lxs artistas que eligen esta forma”, sugiere Santiago. Como sociedad nos debemos ese cuestionamiento sobre cuánto vale económicamente un producto artístico.
Desde Casa Azul afirman que pasar el sombrero debería entenderse como la posibilidad de elegir y valorar el trabajo de la o las personas que intervienen en un evento. La concientización sobre esto se logra en el cotidiano, en el acostumbramiento y con un discurso que valore el trabajo puesto en el evento. “Es una tarea difícil, pues no depende de lo que artistas o espacios hagan sino, sobre todo, de la forma de transitar la cultura que tiene nuestra sociedad, que en general asigna un valor efímero o un no valor al trabajo artístico”.
Para sobrevivir, para trabajar, para debatir, para liberar(se) y democratizar el arte. La gorra, el sombrero o el sobre consciente atraviesa y cuestiona nuestra forma de consumir el arte. No escapemos al momento de la recogida de dinero y valoremos a los y las artistas que, además de compartir su arte, piensan en formas de hacer que más allá de nuestros ingresos podamos disfrutarlo. Pero si tenés unos billetes que te sobran, ponelos en la gorra.