Expresiones de la Aldea, San Luis

Memoria del mar

Por Verónica Fourcade (*)

Movimiento de aguas saladas, azul tu color y blancas tus olas. Me habían hablado de vos en la infancia.

Llegó el día para conocerte después de un largo viaje. La voz de papá me alerta: “miren, allá se ve el mar, allá, ¿lo ven?”; “sí, sí” le respondemos con mis hermanos. Procuro levantar mi cuerpo dentro del auto, abrir la ventanilla para mirarlo mejor. La sorpresa es inmensa y el alboroto familiar abrevia la llegada a Mar del Plata.

Finalmente arribamos. Nos acomodamos. Mamá se ocupa, abnegada como siempre, de preparar la comida para pasar todo el día en la playa. La urgencia es ir a encontrarnos con el mar.

Ahí está, ¡es inmenso! Con inocencia de niña corro junto a mis hermanos mayores, colocamos nuestros pies en el agua, se siente fría; juego en la orilla sin atreverme a más, llegan las olas y golpean mi cuerpo. Corro entre mis hermanos y miro a quién moja primero, mis pies se hunden en la arena. Una ola se aleja y me tira hacia adentro con fuerza, hasta que, luego de un rato entro en el mar.

 Llega a mi rostro el agua fría, registro la sal que queda en mi boca; un sabor inesperado que nunca antes  había percibido. Y, claro, conocía sólo los ríos de San Luis.

Mamá que nunca ha ido al mar, prefiere quedarse en la carpa, no le gusta tomar sol. Papá es nuestro guardián. No nos pierde vista.

Aún resuena en mis oídos su voz alertándonos: “vuelvan, vuelvan”. Aún hoy, pasados muchísimos años, me pregunto: ¿qué pensaría? ¿Qué sentiría? ¿Temor de que el mar nos llevara hacia adentro? ¿Pensaría que no nos vería nunca más? o ¿Cuán audaces eran mis hermanos para nadar en el mar que apenas comenzaban a conocer? No tengo las respuestas.

Confieso que sigo actuando así cada vez que voy al mar: me quedo en la orilla, camino, juego un poco con las olas, mojo mi cuerpo, me refresco y nada más.

La experiencia del mar, ese movimiento de aguas saladas, quedó grabada para siempre en mi recuerdo, como los recuerdos de la infancia, aquello que nos sorprende por primera vez no se borra más de nuestra mente, y aún lo nombro y siento el sabor de la sal en mi boca.

Conjunción de colores. Azul, celeste o grisáceo entrelazado con los del sol en amaneceres y atardeceres. Deleite para los sentidos. Vacaciones para el alma y pies mojados. Mar, te nombro y me calmo.

“Relájate en la playa”, por Edward Henry Pottast.

(*) Soy María Verónica Fourcade, nací y vivo en San Luis pero en el Taller Silenciosos Incurables, escribo y vuelo hacia lugares donde quiero estar.