Nora del Carmen Soria-29-01-2023
Soy Nora del Carmen Soria. Hija de docentes rurales, nací en Villa Mercedes San Luis. A la semana mis padres regresaron a aquel paraje llamado “El Sauce”; ubicado al pie de la Sierra Comechingones.
Junto a mis tres hermanas, crecí en un hogar austero, cuyo mandato familiar, era la responsabilidad y el respeto. Tuve una infancia feliz. Viví la ingenuidad de la niñez, porque supe disfrutar de un atardecer, porque amaba el canto de los pájaros. Porque el cielo estrellado me atrapaba en las oscuras noches campesinas. El olor a tamarindo, a gramilla humedecida de rocío y el perfume del poleo; regresan a mí; cada vez que la nostalgia vuelve.
Amar el terruño, decía mi padre, conocerlo, recorrerlo, cuidarlo. Hoy agrego; “No olvidarlo”.
Nos divertíamos en aquel lugar, rodeado de palmeras, algarrobos, chañares y talas; de cuyas copas emergía el trinar de tantos pájaros. Mi hamaca preferida era la rama de un algarrobo; seleccionar piedritas para jugar a la Payana. El juguete de mi hermana menor era un tronquito de pichanilla; sin él no podía dormir.
Transcurrió mi primaria, en esa escuelita de paredes de adobe y techo de paja; testigo de la verdadera vocación docente. Compartíamos un mapa y un manual Estrada. Las incansables explicaciones del maestro, mi padre, llevando nuestra imaginación a revivir hechos históricos de nuestra patria. La lectura diaria, tablas de multiplicar; las provincias y sus capitales y nombrar el país o continente que el puntero señalaba, en el deteriorado globo terráqueo; prueba ineludible cada mañana.
Los recreos no eran mixtos; las niñas jugábamos, al Martín Pescador, Pisa Pisuela, la mancha, la rueda de la batata.
Hay un recuerdo que siempre regresa. El día que vi llorar a mis padres “maestros”.1956; la tristeza en sus rostros; algo intuyo, mi maestro (papá) informa, “hay un nuevo presidente, Eduardo Lonardi”.
Esa mañana, nos retiran los textos de lectura, cuidadosamente forrados con diarios o con más suerte, con una hoja de revista. Nadie pregunta por qué; el “por qué” no eran palabras para un alumno. Calladamente entregamos y luego a casa.
Quedé muda, no podía respirar, cuando vi lágrimas correr por las mejillas de mamá; y escuchar a papá repetir aquella tarde: “debemos quemarlos, debemos quemarlos”. La palabra deber, siempre me pareció una palabra grande, llena de compromiso; pero aquel día la rechacé. Ellos cumplieron con el decreto ley 4161: “Queda prohibido, cualquier mención referida a la ideología”.
Reinventaron la forma de continuar enseñando, con la misma energía y paciencia sin más recursos que su gran vocación.
Ese día, a pesar de mi corta edad; admiré la fortaleza de mis padres maestros. En ese momento, seguramente, comenzó a tejerse mi destino docente.
A los 12 años, separada de mis padres, ingresé a la Escuela Juan Llerena (Villa Mercedes) y 4° y 5° año, en la Escuela Paula D. de Bazán, en San Luis donde resido actualmente.
Comencé la carrera de Psicología, estaba en Tercer año, cuando recibí el nombramiento de maestra en la localidad de Fraga; allí inicié mi carrera docente. Durante once años fui maestra suplente en diferentes escuelas rurales. Por concurso quedé titular a 60 km de la ciudad, al oeste de la provincia. Alto Pencoso, pequeña localidad, sin agua, sin luz, distante 800 mts de la ruta, viajábamos a dedo con otra compañera para luego caminar hasta la escuela.
Fueron años de grandes sacrificios, soportar vientos, lluvias; temperaturas extremas. Pero todo quedaba atrás, al ver esas caritas sonrientes esperando tu llegada. No fue fácil trabajar en un lugar donde la pobreza y el desempleo estaban presentes; pero los 18 años que estuve en la localidad nunca dejé de tener el apoyo de la comunidad. Me emociona el solo recordarlo; el día que me jubilé, ya como directora, los abrazos que no soltaban, sus lágrimas y aquella pequeña niña que desprendió su único guardapolvo y me lo entregó de recuerdo.
Pero un día descubrí lo que significa el maestro en aquellos parajes inhóspitos; y recordé a mi padre trasladando enfermos en su Ford 36, o llevando un féretro hasta un cementerio, o trayendo un cura para los bautismos.
Estos recuerdos reviven aquella fría mañana de invierno. Un joven matrimonio con su bebé en brazos, ingresan a la escuela. Sin mediar palabras y entre llantos, coloca su bebé fallecido en mis brazos diciendo: “bautícelo señorita!”. El vecino que acompañaba vio mi estupor, la indecisión. Sabía que podía hacerlo y empujada por la situación, caminamos hasta la capilla. En silencio le pedí perdón a Dios, si lo que hacía no estaba bien. Pasado el momento, al sentir el abrazo de agradecimiento del matrimonio; logré apaciguar tanta angustia.
Con 74 años vividos, me es difícil resumir todo lo que deseo expresar. Sólo resta decir que mi experiencia docente, no fue solo rural; sino que jubilada trabajé como docente en la ciudad, experiencia opuesta a la vivida, pero no menos enriquecedora y valiosa. Así llegué a los 48 años de ejercicio en la docencia.
Trabajar en lo que soñaste es sentirte realizada. Prioricé el trabajo siempre, pero tras eso perdí muchas cosas importantes; como estar presente en los actos escolares de mis hijos, el compartir sus almuerzos. Pero siempre volví a casa cada día, aunque los 120km diarios terminaban agotando mis fuerzas.
Actualmente vivo sola, libertad que me permite disfrutar la compañía de la familia, reunirme con amigos y escribir.
Asisto al taller de literatura “Silenciosos Incurables”; lugar privilegiado donde expresar mis emociones, a través de la escritura. Además de compartir con grandes compañeros y tener como coordinadora a Viviana Bonfiglioli.
A pesar de mis años, soy una mujer activa y me considero divertida entre los míos. Me gusta disfrutar de la naturaleza. Me emociona recorrer los lugares de mi infancia. No me gusta quedar al medio de situaciones que nada tengo que ver, me enoja mucho.
Mis amigos son aquellos con los que comparto reuniones y salidas. Busco estar en soledad, me hace bien el silencio, me calma e inspira para seguir escribiendo.
¡Qué linda historia! en una era en donde las mujeres debemos romper con los mandatos familiares, ¡que bello mandato que le transmitieron desde su casa!; “la responsabilidad y el respeto”. Gracias por esta historia
Como cada vez que te escucho o te leo, mi querida Nora, me surgen al unísono la emoción y una honda admiración. Una alegría cada vez que te veo llegar al taller.
Querida prima. Que vivencias tan enriquecedoras que trasmiten sentimientos nitidamente expresados. El recuerdo revive hechos que alimentan nuestro espíritu y engrandecen el alma. Pasado y presente enlazados con dulzura y gratitud. Tengo la certeza que desde un lugar celestial mis tíos escuchan y abrazan y retribuye tu amor. Te quiero y espero siempre. A M
Norita, siempre despertando nuestra emoción, tocando el alma. Con tu peculaiar forma de contar y transmitir. Te adoro nori!!
De los mejores reportajes que he leído en este sitio, llega al alma
Qué hermosos esos recuerdos que nos ayudan a conocer y ojalá a aprender de ellos. Es un placer leerte Norita
Deseo enviarte un libro que escribi sobre vida de Celina Laredo de Garcia fundadora del Llerena