Reportajes

Shiri Raed Gamez-29-01-2023

Mi nombre es Shiri Raed Gamez , nací hace 40 años en la ciudad de San Luis. Soy la menor de cinco hijos en una familia descendiente de inmigrantes libaneses e italianos. Vivo en Juana Koslay junto a mi hijo León de 6 años. Mis padres son Liliana Gamez y Eduardo Raed, ambos llegaron de niños a San Luis con sus familias, en búsqueda de una tierra de oportunidades.

Los primeros años de mi niñez fueron en San Luis, uno que recuerdo muy diferente a como es en la actualidad. Aquel donde el Puente Blanco era una referencia de lejanía, y los viajes al campo los fines de semana eran una larga caravana en la ruta de una sola vía. Por cuestiones de la vida, cuando cumplí 7 años nos mudamos a Chepes, un pueblo al sur de La Rioja. Recuerdo como impactante el calor paralizante en las siestas largas y la ansiedad por pasar los veranos en San Luis con los primos y la gran familia. Creo que de algún modo esa añoranza, y seguir su constante evolución hicieron que de adulta eligiera regresar a radicarme aquí.

Me eduqué en San Luis en la Escuela Paula Domínguez de Bazán. Luego, en Chepes, Escuela Normal Juan F. Quiroga. Al egresar del secundario, como sucede muchas veces con los chicos de los pueblos, tuve que emigrar para continuar mis estudios. Me mudé a la ciudad de Buenos Aires, fue un cambio brutal, y ni hablar de los estragos del desarraigo en un mundo previo a los smartphones y la conectividad actual. Por suerte encontré contención en la actividad deportiva, jugaba Básquet en el club Obras Sanitarias, allí nos encontrábamos muchos chicos del interior del país atravesando lo mismo. Y así quedo atrás la UBA y la intención de estudiar Economía, que cambié por una beca deportiva para estudiar el Profesorado de Educación Física en el instituto del Club.

Al egresar entendí que el trabajo de profe no era lo mío. Ya más madura, y más adaptada a la ciudad, luego de explorar diferentes campos de trabajo, elegí continuar con la Lic. en Kinesiología en la Universidad Barceló.

Fueron años de mucho sacrificio, había que trabajar para poder estudiar. Entendí lo que quería hacer, durante una clase en el 2do año de la carrera de Kinesiología, un profesor (casualmente mercedino) en una clase de fisioterapia, mencionó como al pasar que existía un aparato que se utilizaba para rehabilitar la incontinencia urinaria pero que en Argentina no se hacía. Inmediatamente sentí un destello de certeza, eso debía desarrollarse.

Como quinta hija en una familia de muchas mujeres, no lograba comprender que existiera algo para ayudar a las mujeres a recuperarse de una de las secuelas más comunes y tremendas que deja la maternidad en el cuerpo. Desde ese momento, hace unos 15 años, hasta hoy, todos mis esfuerzos se concentraron en esta dirección.

Luego fue todo un tema, sabía qué quería hacer, pero no había donde formarse, el fuerte estaba en Europa. En ese momento aparece Marta Jerez Sainz, una genia española que comenzaba a desarrollar un concepto propio de rehabilitación, empezó a viajar a Sudamérica una vez al año a difundir su trabajo. Fue amor a primera vista, Marta fue y es mi mentora. La seguí y fui creciendo junto a ella en los últimos 10 años. Ella fue directora del Máster en Suelo pélvico en la Universidad de Andalucía, fui su alumna y obtuve mi maestría, también diplomados y otras formaciones.

Fue descubrir un mundo nuevo, la incontinencia urinaria era solo una de las decenas de patologías que se encontraban silenciadas y rodeadas de tabúes. Marta logró patentar su método de trabajo, el concepto GDP, y yo soy una de sus docentes internacionales.

Fue un desafío entender que como profesional podía llegar a ayudar a cientos de mujeres, pero si quería lograr realmente un cambio debía ir más allá; formar a colegas, transmitir lo aprendido y el camino fue a través de Pelvine; un instituto que comenzó con mi consultorio en San Luis, luego con la idea de crecimiento y mayor alcance encontré el apoyo de dos socios que creyeron en el proyecto y abrimos Pelvine Recoleta en Buenos Aires. Es un instituto de referencia a nivel internacional donde recibimos en capacitación a colegas de todo el país y de Latinoamérica.

No sé si puedo definirme, sí puedo entender que la crianza que tuve en entornos diferentes y con muchos contrastes sociales determinaron cierta empatía, capacidad de adaptación a los cambios y compromiso social. Mis padres fueron personas de mente muy abierta, siempre nos alentaron al razonamiento y al pensamiento propio por sobre lo establecido, creo que eso es fundamental para animarse a ver lo que otros no ven y a no tener miedo de ser pionero.

Después hay algo que se aprende inevitablemente cuando uno viaja mucho: y es valorar tu lugar. San Luis es una tierra maravillosa por donde la mires, ya sea por su clima y su naturaleza, o por su gente noble y orgullosa, su crecimiento ordenado, la evolución que se respira en todo y la calidad de vida incomparable. Soy una agradecida de la vida de poder vivir acá, de ver crecer a mi hijo en este entorno, y también de tener la posibilidad de continuar desarrollando un trabajo que me apasiona.