Los bailes
Por Sebastián Reynoso
Por tradición los bailes en la décadas del 20 y a principios de la del 30 estaban destinados solo a personas mayores, o sea matrimonios ya consolidados, nada de parejas jóvenes, porque a los jóvenes nunca se los tenía bien en consideración para estas diversiones, ellos tenían otros lugares destinados para divertirse, estos eventos sociales, de clase alta por lo general, estaban organizados por los clubes a los que solos asistían los afamados socios.
En aquellas épocas la ciudad se dividía por zonas, la estación era zona norte, después estaba la zona Oeste, Este y Sur de la ciudad, lo más movido en aquellas épocas era la Zona Estación por su cercanía con el movimiento del ferrocarril, los clubes como Pacífico eran los que se ocupaban de los grandes bailes y en la zona sur, esto, por lo general, estaba a cargo del Club Independiente.
En lo que respecta a los bailes de la Zona Estación, aquellos que organizaba de manera estupenda el Club Pacífico, que más tarde pasó a llamarse Club San Martín, estos se programaban en el salón del club, y contaban en algunas oportunidades con la presencia y la participación de los jefes del Ferrocarril, como no se tenían demasiadas sillas, se usaban como asientos los fardos de pasto que se cubrían con una tela gruesa de algodón comprada únicamente para ese uso.
Los bailes que organizaba el Club Pringles, en la zona oeste, tenían lugar en la propia cancha que se cubría con lonas, de esas que se usaban para ventilar cereales y por esa razón estaban lisas y lustrosas como si fueran recién enceradas, lo que permitía a los bailarines deslizarse de manera ágil y sin tropiezos.
Ya a partir de la década del 30 la cosa comenzó a cambiar y se empezaron a organizar los bailes populares, de a poco se le empezaba a dar participación a los más jóvenes, pero a estos no se les permitía ingresar así nomás, en el caso de los hombres, si no llevaban saco y corbata no podían ingresar, situación que si nos remontamos a la actualidad sería impensada e inesperada.
En cuanto a las damas presentes, ellas asistían con lo mejor gala que tenían de ropaje y otra curiosidad era que las más jóvenes iban acompañadas de sus madres o de alguna tía mayor que aprovechaba la escapada, y que a su vez servía de compañía y también, por qué no, de custodia de la niña.
Era común que la mayoría de las niñas ya contaran con una pareja fija para bailar, en el barrio durante la semana iban planeando todo en las pocas horas que se podían ver y juntar, otro caso era para aquellas que iban sin pareja, los muchachos que estaban en igualdad de condiciones para sacarlas a bailar implementaban una estrategia que se repetía toda la noche, se les hacía una seña con el dedo índice apuntando hacia abajo y girando, o simplemente con un cabeceo, y así la candidata, o sea la elegida, la joven asentía con su cabeza, con un simple movimiento, si aceptaba o se hacía la distraída si no le interesaba el posible compañero de baile.