Expresiones de la Aldea, San Luis, Tertulias de la Aldea

Estirpe

Jesús Liberato Tobares (*)

La luz del nacimiento es fuerza inaugurada
que asoma a los balcones de la risa y el llanto.
Los balcones que aquí estaban cayeron de mañana
Y el Hombre está esperando junto a los cielos rotos
que el fuego arda en sus manos.
Yo vengo del último crepúsculo enfermo,
con una letanía de martillos y fraguas.

En mi pueblo, los hombres encienden con el alba
su amargo laberinto de arterias y panales.
Las siestas hacen nido en su pecho y los pájaros
picotean desde el fondo de la noche sus venas.
En cada martillazo los músculos se ensanchan
abandonados lechos de astros petrificados;
el espacio es tiempo asido a su devenir de roca
y el tiempo es raíz negra incrustada en su sangre.

El hombre de mi pueblo es abeja sin alas,
antiguo sol caído sobre ruinas desnudas.
Gruta donde los vientos del norte parpadean
su remoto lamento de ríos y vidalas.
Caminando hacia el polo de la muerte, su estirpe
sin laurel, sin historia, se viste de ceniza;
desde los ciegos piques, lunas desorbitadas
emigran deshojando la lepra de las minas.
Sobre los umbrales de la ansiedad, la tisis
desata sus tambores carcomidos y lentos;
sedientos los claveles (hijos de las salinas)
despiertan en la sangre de las noches mineras.

Los hombres de mis valles arrancan la corteza
de sus brazos y piernas,
para vestir un mito de estatuas y menhires.
Cuando llegan, entierran su corazón entero;
cuando se van, recogen un fruto paralítico.
Y desde los remotos caseríos, un niño
levanta su pañuelo,
el mismo que dejaron empapado de luna
en la última tarde los mineros que emigran.

(*) Este poema se encuentra publicado dentro de las Obras Completas, en el Tomo I- Cerro Blanco. La obra poética es menos conocida que su arduo aporte como historiador. Tobares ya es referente ineludible de San Luis.