Por Alejandra Etcheverry

Remontarás el viento, alondra de la sierra
para pintar los soles que guardan las quebradas.
El álamo será alto guardián de nuestra tierra
y nido de tus alas cuando estén replegadas.

El chañar tendrá sed a fines del invierno,
y será hermano en la cuesta del humilde espinillo.
Su latir vegetal comulga con lo eterno,
respirado de pájaros en su mundo sencillo.

El halconcito gris vigila el horizonte,
cada latir del suelo no escapa a su mirada.
Y el jilguero despunta los perfumes del monte,
con el trino amarillo de su gloria dorada.

En San Luis hay un mundo de plumas y de flores,
de savias y de hojas, de frutos y de espinas.
Desde los colibríes y negro de los cóndores,
a los blancos penachos y pequeñas encinas.

Un capitán de pájaros vigila desde el cielo
en murmullo de vida con sus letras en vuelo.