Expresiones de la Aldea, La Aldea y el Mundo, Tertulias de la Aldea

Persistencia gigante

¿Qué tienen en común un aclamado forzudo de circo, el espionaje napoleónico y los primeros grandes pasos de la Egiptología como ciencia? En las siguientes líneas abordaremos esa pregunta

Por José Martín Cabanes

Showman del siglo XIX

Giovanni Battista Belzoni nació en 1778 en Padua, Italia. Hijo de un barbero, creció en Roma apasionándose por la hidráulica. En 1798, cuando Francia ocupó la ciudad, Giovanni se trasladó a Países Bajos, allí contrae deudas y para no ser encarcelado escapa a Inglaterra, en 1803, donde se casaría con una inglesa, Sarah Banne.

Por su particular complexión (hombre robusto y de dos metros de estatura) pudo actuar como “forzudo” en el anfiteatro Astley de Londres. Apodado “Patagón”, en sus actuaciones incorporaba la hidráulica, destacándose un órgano de su invención, que, como una fuente, lanzaba chorros de agua; también se presentaba con elementos de ilusión óptica como la fantasmagoría y la linterna mágica. De espíritu viajero, Belzoni realizó una gira circense por España, Portugal, Sicilia y Malta. Su reputación lo puso en contacto con un emisario del pachá de Egipto, Muhammad Alí, quién impulsaba un programa de modernización de sistemas de riego en su país. El italiano vio su oportunidad y en el palacio egipcio mostró el funcionamiento de una rueda hidráulica, pero fue un fracaso (o una bendición).

Negocios y aventuras

Giovanni no abandonó Egipto y se unió al cónsul británico sir Henry Salt en el lucrativo, aunque deshonroso, tráfico de antigüedades. Los objetos históricos viajaban luego al Museo Británico; sin embargo, diferenciándose de vulgares buscadores de tesoros, se aseguraba de no dañarlos.

En diversas ocasiones, fingió ser árabe. Ataviado a la manera beduina, logró colarse en excavaciones francesas. Escondido, tomaba nota de dónde excavaban, adelantándoseles. Consiguió una faluca (pequeña embarcación pluvial) y desde ellas arrojaba redes al agua para simular la pesca y distinguir los campamentos rivales. Tiempo y fama corren como la pólvora; ladrones franceses mandaron a ejecutarlo si no se retiraba de la zona.

Según cuentan, se topó, al mejor estilo Indiana Jones, con un persecutor quién, asustado, disparó errando el tiro; en el lapso de recarga de pistola, el gigante del Nilo lo tomó del cuello con fuerza y lo liberó con la condición de que dejara de perseguirlo. No volvieron a molestarlo.

El imponente templo de Ramsés II en Abu Simbel emergía de la arena y en un auténtico recate, él y sus obreros fueron los primeros, en siglos, en caminar boquiabiertos por sus pasillos. Cada ruina cuidadosamente removida bajo el calor abrazador le otorgaba una invaluable gratificación. El vandalismo iba siendo reemplazado por el respeto y la admiración.

Tomó nota de importantes descubrimientos. De uno que lo conmociona, la tumba de Seti I, escribe:“Me di cuenta, por las pinturas del techo y de los jeroglíficos en bajorrelieve, que se trataba de una magnífica tumba (…) cuanto más veía, más quería ver… reprimí mi ansiedad porque al final de este pasillo había un gran foso que me impedía avanzar. Observé una pequeña obertura al final del pasillo, cuando la hubimos pasado, nos encontramos en una sala maravillosa con columnas. Le llamé la Sala de las Columnas” . Así, continuando una tradición que se remonta a los antiguos extranjeros griegos, pasando por los primeros cristianos peregrinos y ahora por sus contemporáneos: saqueadores y estudiosos europeos, en cada nueva sala dejaba su grafiti, pero siempre sobre paredes sin pintar. Los hitos se sucedían: ocho momias descubiertas, tumbas de Ramsés I y Ay. La gigantesca estatua concebida a imagen y semejanza de Ramsés II conquista Londres en 1818.

Belzoni es el primer hombre moderno en introducirse en la pirámide de Kefrén y explora el traicionero Valle de los Reyes donde establece una topografía realista.

De saqueador a pionero

Vuelve a Inglaterra en 1819. Al año siguiente, publica su libro “Viajes por Egipto y Nubia”. Organiza una nueva expedición, a Tombuctú, pero a días de desembarcar en Nigeria, nuestro protagonista murió de disentería.

Hoy en día, puede juzgárselede saqueador o preservador, en cualquier caso, sus incursiones en tierra de los faraones rescataron del olvido el gran legado de esta cultura, estableciendo bases del método arqueológico.

Fuentes:

“Ozymandias”, Percy Bysshe Shelley

“Viajes por Egipto y Nubia”, Giovanni Belzoni

Magazine “Muy interesante”.

Retrato de Giovanni Belzoni, por Jan Adam Kruseman. 1824, Museo Fitzwilliam.