Reportajes

Julia Lucía Barrozo

Mi nombre es Julia Lucía Barrozo, tengo 35 años y nací en Villa Mercedes. Mi padre, Carlos Barrozo, era médico patólogo. Falleció muy joven cuando yo tenía tan solo 14 días. Fue una tragedia que conmovió a la ciudad, ya que era una persona muy querida por todos.. Mi madre se llama Susana Russo. Ella es fonoaudióloga y una mujer que dedicó 25 años a los niños más vulnerados. Ambos son oriundos de Villa Mercedes. Tengo dos hijos, Guillermina de 8  y Amadeo de 5, son los amores de mi vida. Ellos me guían y me enseñan cada día. Son increíbles y representan el amor en todas sus formas.

Tuve una niñez muy feliz. Al ser hija única, mi casa siempre estaba llena de amigos y primos. Estaba muy unida a mis abuelos. Los pintaba, me disfrazaba y siempre me gustó actuar. Bailaba, cantaba y hacía payasadas, mientras mi familia me alentaba. Siempre estuve rodeada de amor.

Desde el jardín de infantes hasta que me recibí en el secundario, estudié en el Colegio San Buenaventura. Llevo 10 años trabajando como profesora en ese colegio. En el año 2006, me fui a estudiar abogacía a Córdoba y me recibí en 2012. Luego regresé a Villa Mercedes y estudié Escribanía en San Luis. Además, realicé un Postítulo pedagógico en el IFDC, que me habilitó para dar clases.

Nunca consideré la docencia como una opción, pero la propuesta del colegio llegó de sorpresa y me encantó. Con el tiempo, comprendí que educar es un acto revolucionario y generoso que recompensa el corazón. Este año, concursé para la facultad de abogacía (Fcjes) en la UNSL, aprobé, y actualmente estoy dando clases como auxiliar en Introducción al Derecho.

Mis abuelos tuvieron un gran impacto en el arte. Ellos me brindaban amor y me alentaban a seguir mis sueños. Desde muy pequeña, anhelaba participar en actos escolares, recitar poesías y bailar. No tenía timidez. A los 16 años, ingresé al teatro TIM, donde tuve a Many Díaz como profesor. En ese momento, encontré otro hogar y un lugar del cual nunca quiero irme. Me siento plena.

Mi tía Adela Russo es como una segunda madre para mí. Es hermana de mi mamá y abogada. De niña, solía jugar en su escritorio y creo que ella influyó mucho en mí. Siempre la admiré en todos los aspectos. A medida que fui creciendo, descubrí que el Derecho es una profesión esencialmente social, de servicio y en busca constante de la justicia.

Mi abuelo Tuco era ferroviario, peronista, un genio total, un sabio. Su partida fue muy significativa en cuanto a mis comienzos en el teatro. Tuve la necesidad, el impulso de hacer lo que hacía con él, pero en un escenario, tal vez. Y ahí comencé en el TIM hasta que terminé el secundario. Me fui a vivir a Córdoba e hice teatro allá. Ya en Mercedes y después de varios años, volví al TIM y soy muy feliz.

Cuando tenía 18 años, mi madre se casó con Guillermo Ponce, un ser extraordinario. Él se convirtió en mi padre de verdad en el día a día. Era quien me recogía del colegio y quien preparaba los asados más exquisitos. Juntos, nos mudamos a Córdoba y él estuvo a mi lado cuando me recibí. También caminó conmigo hacia el altar el día de mi matrimonio. Fue un padre compañero, justo, amoroso, protector y cómplice. Sin embargo, él enfermó y nuevamente el dolor llegó a mi vida, con encuentro cara a cara entre la vida y la muerte. Cuando nací, se fue mi papá; cuando Guillermo, mi padre del alma, partió, nació mi hija Guillermina y luego mi otro gran amor, mi abuela Tita, y nació mi segundo hijo Amadeo. La vida en contraste entre lo que llega y lo que se va. Por eso, gracias a mi madre, quien es mi brújula, veo la vida como un viaje, un recorrido con distintas estaciones donde inevitablemente algunos se bajan antes, temprano e intempestivamente, mientras otros suben y continúan estando. Quizás la esencia de la vida sea aprender a disfrutar siempre de cada momento, del aquí y del ahora. No sabemos cuándo será la próxima parada.

Soy una mujer apasionada, alegre e intensa, con mil defectos seguramente, pero también generosa y con un corazón sin límites. Me siento realizada cuando estoy para alguien que me necesita. Soy soñadora e incondicional. Una mujer agradecida que disfruta de lo que hace y que lo hace todo con pasión y amor.

Soy muy sensible y me emociona ver crecer a mis hijos, el vínculo entre mi madre y mis tíos Adela y Pablo, mi primo Francisco que es como un hermano para mí. También me emociona hacer lo que amo, el teatro, mi profesión. La injusticia, el desamor, la falta de compromiso, el egoísmo y la mezquindad me enojan.

Escucho de todo, pero lo que más me gusta es el rock nacional. No lo cambio por nada. Me encantan artistas como El Flaco, Fito, Charly y Gustavo. También disfruto leer sobre historia y las novelas de mujeres latinoamericanas, como Julia Álvarez e Isabel Allende.

Los fines de semana son mi tiempo libre. Me gusta levantarme temprano, hacer mate, poner música y tomar un libro. Disfrutar de mis hijos, verlos reír, descubrir e imaginar. Eso no se compara con nada. También me gusta compartir unos mates o un vino con amigas, ya que siempre es un mimo para el alma.

Mi mamá lo es todo para mí. Es mi referente y mi todo. Es un ejemplo de resiliencia, fortaleza, valentía y amor incondicional. Siempre me ha marcado desde un lugar de protección. Ella me dio alas, pero también estuvo siempre a mi lado, guiándome. Su mirada, su opinión y su voz son esenciales para mí.

La amistad es la magia de la vida. Sin amigos, me parece muy complejo disfrutar y vivir cada momento. Hace poco leí algo realmente exacto para describir la amistad: “En los cuentos existen los príncipes y en la vida existen las amigas”. Son ellas las que levantan, bancan, sostienen, comparten, celebran y abrazan.

No me imagino viviendo en otra provincia. Aunque viví en Córdoba durante mi etapa de estudiante, y disfruté de los beneficios de una ciudad grande, siempre tuve el deseo de regresar a mi provincia. Amo mi ciudad y mi provincia. Me encantan los cambios y los compromisos no políticos que realmente se ven y se pueden palpar. Además, tengo muchos amigos de otras provincias que, al llegar a San Luis, descubren un lugar completamente distinto al resto, y eso me enorgullece. Me siento feliz y le deseo lo mejor a mi provincia.