La Aldea Antigua

Una curiosa casa encantada

La Opinión, julio de 1923

El diario turinés “La Stampa” en un número del 19 de noviembre de 1900 señalaba en los “Hechos diversos” unos fenómenos de apariencia extraordinaria ocurridos en un depósito de vinos situado en la calle Bava, número 6.

El 15 de noviembre por la mañana no se hallaba en el depósito más que la esposa del dueño y el dependiente. De pronto un recipiente que contenía licor y estaba sobre la mesa de la cocina se volcó solo, después otros recipientes se volcaron a su vez rompiéndose y comenzó una ronda infernal en la que tomaron parte los muebles, vasijas, y toda clase de objetos. Unos se estropeaban, otros se rompían y algunos desaparecían.

La esposa de Fumero –este era el nombre del dueño– se desmayó de terror. Acudieron los vecinos y se telegrafió en seguida al marido que estaba fuera de Turin, y que llegó por la noche.

Todo el día, en presencia de numerosas personas, se movieron cambiando de sitio, las sillas, mesas y diversos utensilios. Del piso superior cayeron varios trajes, como si una mano los hubiera  arrojado violentamente. Se volvían a poner los objetos en un sitio y caían nuevamente, en medio del espanto general.

El 17 se repitieron los mismos fenómenos, extendiéndose hasta el sótano que era muy amplio. Al bajar a él, Fumero vio con asombro que las botellas caían de los estantes, rompiéndose.

Llamó a la policía y llegaron los agentes y el comisario, quienes vieron caer infinidad de botellas, no pudiendo impedirlo en ninguna forma pues aunque se trató de atar a algunas de estas saltaron lo mismo como impulsadas por una oculta fuerza. Y no solo saltaron, sino que fueron a dar en el hombro o en la cabeza de los policías, quienes tuvieron que huir ante aquellos proyectiles mágicos.

Un vecino, Cristóforo Raynero, entró en el depósito de vinos y se sentó a hablar con Fumero, mostrándose incrédulo ante los hechos ocurridos. De pronto un par de zapatos viniendo de no sé sabía dónde, cayó a sus pies. Furioso, se levantó y empezó a registrar toda la casa, para descubrir al bromista. Pero a nadie encontró al volver, y al volver vio que los zapatos se sostenían a medio metro del suelo.

El profesor Lombroso, siempre interesado en investigar esas clases de fenómenos, se presentó en el depósito de vinos y narra lo siguiente, de cuya veracidad es imposible dudar:

“Entré al sótano, que estaba muy oscuro, y oí ruidos de cristales rotos, varias botellas rodaron a mis pies. Las botellas estaban colocadas en cinco estantes superpuestos. En el centro del sótano había una mesa de madera sobre la que hice poner seis bujías encendidas en la creencia de que los fenómenos espiritistas no se producirían a plena luz. Todo lo contrario: vi a tres botellas como si las empujara una invisible mano caer y romperse en mil pedazos junto a la mesa”.

“Para descubrir cualquier truco posible palpé y examiné minuciosamente a la luz de las velas todas las botellas llenas que se encontraban en los estantes, comprobando que no tenían ningún piolín ni alambre que pudiese explicar sus movimientos.

Al cabo de algunos minutos varias botellas del tercero y quinto estante se movieron y como si alguien las fuera sosteniendo bajaron lentamente hasta el suelo. Dos se rompieron, pero las otras permanecieron intactas. Puedo asegurar que aquello era un fenómeno en absoluto desconcertante dadas las condiciones extraordinarias en que se produjo y que alejan toda sospecha de fraude”.

«Almacén de vinos «, por Paul Cezanne.