El arte como terapia
El libro del filósofo Alain de Botton, coescrito con el historiador de arte John Armstrong, se ha convertido en un clásico para gestionar las tensiones y confusiones cotidianas con un enfoque creativo
Por Matías Gómez
Publicado en octubre de 2013, con un estilo cautivador y provocativo, “El arte como terapia” contiene 150 ejemplos de obras maestras del arte, el diseño, la arquitectura y las artesanías “capaz de guiar, estimular y consolar a sus espectadores, además de ayudarlos a convertirse en mejores versiones de sí mismos”.
Si bien el título puede sonar pretencioso, lo cierto es que Alain de Botton, pensador nacido en Zurich, Suiza en 1969 y que vive en Londres, donde impulsa “The Schoolof Life“, se propone elaborar una visión educativa, al alcance de la mano. Y su éxito no sólo se traduce en haber logrado que sus obras hayan sido bestsellers en 30 países, sino que también se refleja en el canal de YouTube de su escuela que tiene más de ocho millones de suscriptores.
Con un enfoque terapéutico, en este libro que cumplirá una década, el desafío es ayudarnos a pensar y sentir con el asombro de un artista que se deja llevar por las resonancias de la intuición y, poco a poco, establece los andamios creativos para desarrollar un estilo. Sin embargo, De Botton y John Armstrong advierten que esta aventura no está despejada. Primero requieren pausar o desconfiar de la idea del arte por el arte, luego exponen los sufrimientos de los creadores, mediante sus borradores e intentos fallidos en un gesto revelador que genera cierta empatía, y por último, les piden sutilmente a sus lectores que sean aplicados para anotar o detallar qué les inspira.
Así, le quitan cierto halo de romanticismo al oficio y los vínculos entre el público, en aras de un logro más claro y hasta inclusivo, porque sus observaciones juzgan al elitismo, con un toque de humor digno de grandes ensayistas como Montaigne o Thoreau.
“A veces ocurre que salimos de los museos y las exposiciones de renombre con cierta sensación de indiferencia, o incluso desconcertados y sintiéndonos incompetentes, preguntándonos por qué no se ha producido en nosotros esa experiencia transformadora que habíamos imaginado. La tendencia natural nos lleva a culparnos a nosotros mismos, a asumir que el problema se debe a la falta de conocimientos o de sensibilidad. Este libro sostiene que el problema no se encuentra tanto en nosotros como en la manera que el establishment enseña, vende y exhibe el arte”, señalan desde el prólogo.
En más de doscientas páginas, la metodología se presenta en cuatro capítulos que abordan el amor, la naturaleza, el dinero y la política, a través de preguntas estimulantes que además orientan hacia las siete funciones principales (aunque no las únicas) que tiene la cultura, según los autores: recuerdo, esperanza, tristeza, reequilibrio, conocimiento de uno mismo, crecimiento y apreciación.
Al mismo tiempo, enfatizan en la importancia de desarrollar la atención por los detalles, lo cual permite cultivar la paciencia, la curiosidad, la resiliencia, la sensualidad, la razón y la perspectiva. Bajo ese criterio, cada sección está acompañada de fotografías, pinturas e ilustraciones con reflexiones en cuestiones sobre cómo deberían exhibirse las obras de arte, reforma del capitalismo, el problema del gusto, la función del crítico en la educación estética y la misión de trabajar hacia un capitalismo ilustrado, entre otras.
Con un enfoque didáctico y colorido, los autores no se limitan a presentar una línea cronológica con nombres y corrientes estéticas para memorizar. Más bien, se esfuerzan por leer las mentalidades de los artífices que transformaron las percepciones de una comunidad o época.
“Al igual que otras herramientas, el arte tiene el poder de acrecentar nuestras capacidades más allá de lo que la naturaleza nos ha otorgado en principio. El arte compensa ciertas flaquezas innatas, no tanto del cuerpo como de la mente, a las que podríamos llamar debilidades psicológicas”, señalan.
Podría decirse también que este manual filosófico, con su perspectiva histórica, nos permite pararnos sobre los hombros de gigantes culturales para encontrar otros mapas interiores.
