El millonario perdido y otras historias
La Opinión, julio de 1923
Uno de los bancos más importantes de Nueva York está realizando en vano averiguaciones para encontrar a uno de sus clientes, que depositó hace tiempo una suma de 10 millones en sus cajas. Los años han pasado y no se tiene ninguna noticia del extraño depositante.
El establecimiento de crédito no sabe qué hacer, puesto que no puede disponer de dicha suma ni entregarla a los herederos hasta que no se presenten pruebas evidentes de la muerte de su cliente.
Otras anécdotas absurdas
En los tiempos del gran Napoleón se tenía en más alta estima la Legión de Honor que nuestros días. Dícese que en cierta ocasión el emperador vio a un soldado con un brazo de menos y le preguntó dónde lo había pedido.
-En Austerlitz, sir- le contestó el soldado
-¿Y no fuisteis condecorado?
-No, señor.
Entonces aquí tenéis la recompensa, le dijo el emperador quitándose una cruz que portaba y prendiéndola sobre el pecho del soldado.
-Os hago Caballero.
-Vuestra Majestad me nombra Caballero porque he perdido un brazo; ¿qué me habría hecho vuestra Majestad si hubiera perdido ambos?
¡Oh! En ese caso os hubiera hecho oficial de la Legión de Honor.
No bien hubo oído el soldado estas últimas palabras del emperador, cuando echando mano a su sable se separó de un solo golpe el brazo que le quedaba.
Ahora bien, no existe razón alguna para duda de la veracidad de esta anécdota, empero la cuestión que surge, es la siguiente:
¿Cómo pudo el soldado realizar este acto estupendo?