Por Alejandra Etcheverry

Cuando la tierra se duerme, acariciada de soles
y con un manto de hojas cubre su piel arcillosa,
en el viento se levantan, como pequeños faroles,
espíritus que son custodios del descanso de la diosa.

Se repliega en las raíces la sabia que lleva vida,
y se desnudan las ramas estiradas hasta el cielo,
La mansedumbre del páramo besa a la tierra dormida,
y el otoño se hace invierno que va remontando vuelo.

Pronto aire de la sierra se cortará con el frío
y los pájaros del monte apurarán su partida.
Los verdes serán en grises reflejados sobre el río,
que lloran junto a las piedras la primavera perdida.

Y mientras tanto la tierra,  se sueña con el estío,
toda vestida en colores, toda danza, toda vida.