Expresiones de la Aldea

El Ventanero

Por Roberto Tessi

La borra del café se usaba para que el escobillón arrastrara las colillas del piso, humedeciendo sus gastadas tablas en aquel Bar Bonino que se había convertido en uno de los centros de reunión del Barrio. Allí todas las siestas muchos hombres despuntaban el vicio del juego y la adicción a las bromas y las cargadas*.

A partir de las 2 de la tarde empezaban a congregarse pidiendo el primero de una interminable serie de cafés, cuyos pocillos se apilaban en una mesa contigua.

Nadie jugaba a las cartas, eso se reservaba para el trasnoche y en otros lugares más clandestinos. Las timbas* variaban de lugar para protegerse de la Policía, que se hacía como que los perseguía. Los juegos de la siesta eran la generala*, el dominó y alguna mesa para el ajedrez, en ese orden.

La generala con dados, por parejas era la que más atraía a los mirones que rodeaban la mesa de paño verde. El cubilete de cuero se agitaba a la vista de todos formando caprichosos laberintos en el aire, y el jugador proclamaba a toda voz el número que necesitaba, dándose ánimo y aliento “…cuatrito venime a ver…” o “…salga doctor, salga…” para pedir por el número dos. Todos festejaban las salidas más ocurrentes, pero cuando los dados rodaban se hacía un silencio expectante que paralizaba, incluido el mozo, que esperaba que se detuvieran para gritar a la cocina su consabido ¡“marche un café bien cargado y una lágrima*…!”.

El dueño del Bar era un italiano de inmensos bigotes como manubrios y había  llegado al país unos años antes con su esposa muy joven y muy bella, que nunca la hacía ver por el bar, se había hecho amigo de los muchachos del café y estos sospechaban que el tano era muy celoso, pues varias veces al día se cruzaba la calle para verla, en ese segundo piso donde vivían, frente a la Plazoleta Origone.

“Los jugadores de dados”, por Simón Gómez. (1845 – 1880)

Una tarde, compartiendo un café con un viejo ferroviario, éste le confió en voz baja que se comentaba en el bar que había un joven militar que se pasaba día y noche mirando hacia la ventana de su mujer, el gringo, no pudo disimular su furia, y si el confidente hubiera sido más joven, le hubiera partido la cara de una trompada.

Desde ese día se hizo más hosco y más callado, miraba permanentemente por la vidriera, vigilando a los que por ahí pasaban y a su mujer no le permitió mostrarse en la calle, ni en la puerta y menos en la odiada ventana. Hasta que una tarde al divisar un paisanito de chalina al hombro que llevaba un par de horas parado frente a su casa, juntó impulso y cuando salía a cruzarlo con un cuchillo de cocina en la mano, los muchachos lo pararon abrazándolo y palmeándole la espalda…

-Pará,… pará Tano:  lo del militar es una broma,… ¡¡no te calentés…!!

-Má que cosa succede… alora…???-, todavía con el seño  fruncido.

-¡¡¡El militar es la estatua del Aviador Origone que mira desde lo alto para tu casa…!!!

En la mesa de paño verde, entre el humo del tabaco alguien imploraba con voz grave “…Salí ojito de perdiz ..!!”, tratando de completar la generala de ases.

Glosario:

Cargadas = Mofas

Timba = Garito de Juego

Generala= Juego de 5 dados

 Lágrima = café cortado con mucha leche