¡¡Viva Perón carajo…!!
Por Roberto Tessi
El barrio conocido como “El Criollo” presentaba desde la media mañana un aspecto de mercado persa. La gente se empezaba a reunir en pequeños grupos y por la calle Vicente Dupuy venían caminando hombres con caras serias seguidos de mujeres con muchos niños de la mano, se iban acercando despacio, como pidiendo permiso.
La gente humilde es así, respetuosa y callada, me decía un vecino, radical confeso, que veía con desagrado a ese gentío que pasaba caminando por el medio de la calle rumbo al Comité del Partido Demócrata Liberal, que como siempre había abierto el turco Asís en la barraca, donde compraba cueros, huesos, plumas y otros frutos del país, como decía el letrero en la entrada de los galpones.
La música salía de unas bocinas enormes, puestas arriba del techo, a muchas cuadras se escuchaba a Hilario Cuadros cantar cuecas, gatos y tonadas. Esa música obraba como un encantamiento en la gente, la hacía sentirse bien y casi todos sabían las letras que acompañaban en voz baja.
Durante toda la noche, los asadores habían embolsado los pedazos de carne en trozos de cuero, con mucho aliño, para echarlos a un pozo donde durante horas se habían quemado enormes montañas de leña dura, que se retiraban para taparse con unas chapas de zinc, seguramente traídas del ferrocarril. Los sobrantes iban a parar a varias parrillas hechas en elásticos de cama, y de ahí los asadores se servían durante la noche entera, con vino en damajuanas en sus dos variantes: tinto y clarete.
Al mediodía empezaron los discursos de los candidatos, la mayoría era gente del centro, doctores venidos de San Luis con doble apellido y peinados con mucha gomina.

en referencia a la descalificación de los simpatizantes peronistas, realizada por corrientes antiperonistas, asimilándolos a los animales.
El dueño de casa, don Amado Alí Asís se reservaba para el último, para eso había organizado a su costo el encuentro. Su traje color tiza, corbata de alfiler al tono y sus zapatos blancos, lo distinguían del resto y nada lo podía relacionar a esos galpones de olores nauseabundos llenos de fardos de lana y cueros curándose con sal gruesa.
Los discursos era aplaudidos con el consabido grito de… “¡¡Viva el Doctor…!!”, pero el que mayor ovación logró fue el del turco Asís, al finalizar invitó a hacer un brindis por el triunfo del partido y a comenzar a servirse el asado con cuero.
Nadie se hizo rogar y en un santiamén se formaron largas filas para recibir las porciones de carne sobre una galleta de campo y otra para llenar con vino las jarras que algunos traían al igual que algún cuchillo de cinto.
Promediaba la tarde y algunos seguían comiendo mientras que otros jugaban a la taba por plata, muchas mujeres guardaban en bolsitas la carne que otro dejaban, los niños cansados se dormían en algún rincón mientras eran olidos por un enjambre de perros de todo pelaje que rondaban a la caza de algún pedazo que se cayera al piso.
Volvían caminando, como en racimos, algunos con paso inseguro canturreaban “Los 60 granaderos”, otros volvían tan callados como al ir en la mañana, cuando al llegar a la esquina de mi casa, uno de ellos se separó del grupo y profirió un grito que sonó como un alarido de guerra : … “¡¡VIVA PERÓN CARAJO…!!”, y la mayoría le contestó “VIVA..”
Nuestro vecino murmuró… “estos negros son incorregibles…” y dio un portazo para encerrarse en su casa. Era el año 1962 y esto sucedió en mi barrio.