Hombres parlanchines
La Opinión, octubre de 1923
Las mujeres hablan más que los hombres porque, por regla general, no tienen que llevar a cabo actos que absorban toda su inteligencia y esta se manifiesta en la conversación. Por lo menos esta es la explicación que se ha tratado últimamente de encontrarle a la mayor capacidad expresiva de la mujer.
El doctor Brill ha hecho al respecto interesantes manifestaciones: “La mujer de hoy -dice-, como la de todos los tiempos, tiene ocupaciones que le permiten hablar al mismo tiempo que trabaja, y más que nada durante los momentos que dedica a los hijos a los cuales enseña a hablar y con los cuales conversa incesantemente, ha desarrollado su propia capacidad”.
“Siempre se ha dicho que la mujer es más voluble, y sobre esto no hay duda alguna”. Jesperson, el filólogo, ha dicho que la mayor facilidad que tiene la mujer para hablar es un resultado del hecho de que su vocabulario es mucho más reducido y central que el del hombre. El gran genio de la oratoria y el más bajo grado de elocuencia rara vez se producen en la mujer. Los más grandes oradores y literatos han sido siempre hombres”.
“Esto no significa un agravio para la mujer, sino simplemente una demostración de la existencia de una mayor variación en el hombre: mientras que el sexo masculino puede blasonar que tiene los más grandes oradores, también tiene que avergonzarse de que en su seno hay muchos más ejemplares que en el femenino que no saben poner dos palabras después de otra, hombres que al hablar tartamudean, dudan y son incapaces de hallar la expresión justa para exteriorizar sus pensamientos”.
En resumen, puede decirse que como el hombre es por lo general menos fluido en la conversación que la mujer, demuestra al hablar una más acentuada tendencia a embrollar sus ideas.